Noticias 2008

Marzo de 2008
Un jardín bajo el cielo azul y una Ethel Gilmour digital


• El viernes pasado se inauguró la exposición de esta artista, en la Universidad EAFIT.
• También se presentó el libro Ethel Gilmour para chicos y grandes, de Martha Lucía Villafañe.


El pajarito vuela cuando lo tocan. Las imágenes de las paredes se mueven y van cambiando de colores, de espacio, de formas. Hay un sofá fucsia o de un color fuertísimo, si se quiere, con un fondo donde van alternando figuras y pinturas y un montón de imágenes indescriptibles. Se sienten estando al frente. Encima del sofá, gente que se mueve, que se abraza, que sonríe. Al otro lado, el mismo sofá, una pared azul y la misma gente, pero de verdad.

Es la exposición de Ethel Gilmour. Es pintora y es Ethel, también. Esta vez decidió que quería una exposición, pero distinta, y es distinta en efecto. La interactividad es un recurso que usaron para lograrlo. Es una unión entre la pintura y lo digital. Hay obras, de esas a  las que se les  pone un marco y se cuelgan, y hay otras que se  mueven, que cambian, que hablan, que están en pantallas. Ethel dice: “Poco a poco empezamos con la idea y vinieron a la casa, hablamos, tomamos fotos y empezamos a jugar”. Porque no es una exposición. Es un juego. Un mundo en sí misma.

Y así es ella, también. Va abrazando a todos. Va riendo con todos. Va hablando como si en lugar de ser una pintora y una señora, fuera una niña pequeña que camina con sus zapatos fucsias. “¿Tu viste el pájaro mío volando?… ¡Me encanta!... que no puede atrapar nadie (…) Es muy lindo ver ese pajarito volar en ese alambre. Los niños juegan… ¿por qué no? Ahí está el cuadro, el cuadro es… bien. Un señor cuadro. Pero después, qué bonito es poder jugar”.

La exposición, Un jardín bajo el cielo azul, está desde el viernes pasado en el Centro de Artes de la Universidad EAFIT y permanecerá abierta al público hasta el 28 de abril.

Para disfrutarla hay que mirar para cada lugar. Desde el piso, hasta el color de la pared. Lo digital se vuelve arte. Gilmour lo expresa: “Cuando uno trabaja en digital todo es bonito. ¡Cualquier cosa es hermosa! Uno se siente como seducido muy rápido, pero yo sigo en la pintura, en los ambientes, pero de vez en cuando entro en ese mundo”.

Hay cuadros con y sin movimiento, solos y acompañados. Se camina sobre las flores. Hay plantas, muchas. Ella se preocupa y da recomendaciones. “Hay que sacarlas y volverlas a entrar para que no se mueran". Está su madre, también. El poema para su madre. Ella en una secuencia de imágenes. Las flores.

 

Creció en el sur de Estados Unidos, en Carolina del Norte. “Más que una artista, Ethel es un hada madrina de mirada dulce y voz de susurro, con encantador acento extranjero”, escribe Martha Lucía Villafañe en su libro sobre Gilmour. Y en el mismo texto, en la autobiografía, Ethel cuenta de sí misma que “nació hace mucho tiempo en un país muy lejos, pero está todavía joven”.
La interactividad y la pintura se mezclan mágicamente en la exposición, en la que Gilmour y un grupo de personas de EAFIT trabajaron durante tres meses. Se fueron a jugar, (perdón) a vivir,  a la casa de la artista. “Al principio fue muy tímido, con mucho susto de poder hacerle una propuesta para su trabajo de intervención en el espacio. Después empezamos a soltar hasta que llegamos a transitar por su casa con una familiaridad inusual”, expresa Carlos Mario Jaramillo, integrante del grupo de Estudios Culturales de la Universidad.

Fue un trabajo en equipo. La idea principal, según Carlos, era que la tecnología no se convirtiera en un malabarismo para hablar de Ethel, sino mantener su esencia, su poesía en la pintura, su mirada. “Ellos jugaban mucho. Y yo estoy muy agradecida”, expresa Ethel.
En la exposición se va recorriendo un conjunto de muchas cosas, así como en su obra. La directora del grupo de Estudios Culturales, Imelda Ramírez, comenta que   “como artista ella tiene esa formación en Estados Unidos de una pintura abstracta y expresiva. Cuando llega a Colombia ese lenguaje cambia por uno más figurativo que va asimilando la nueva cultura a través de la pintura. La religión, la violencia, la vida cotidiana, la misma ternura con las flores que la gente planta en los balcones, con la vida cotidiana. Ella vive para pintar y pinta para vivir”.

Ethel habla de las imágenes que se mueven y de pronto un suspiro feliz. También habla de su esposo, Jorge, que además está pintado muchas veces. La gente la quiere, incluso por su voz suave. Y entonces ella la mete en su mundo. “Nos involucra en una mirada muy especial sobre la vida, que palpita ahí en esas imágenes, no solamente es la técnica ni el color, es que la vida se pueda recuperar ahí. Ella nos insistía todo el tiempo en que el arte es una celebración a la vida”, así lo siente Carlos Mario Jaramillo.
Sobre el nombre de la exposición primero pensaron en Un nido bajo el cielo azul, porque eran los niditos de la mamá de Ethel, es decir, los lugares a los que su madre recurría habitualmente. Después decidieron que era un jardín, incluso con flores autoadhesivas y con tecnología.

Las descripciones son insuficientes. Es difícil. El pájaro necesita que lo toquen para que vuele.

Mayores informes:
María del Rosario Escobar
Coordinadora Extensión Cultural
Teléfono: 2619500 Ext.656-657
E-mail:
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