Noticias 2009

Abril 21 de 2009
Parce, ¡el idioma está vivo!

• Los jóvenes le hacen adaptaciones al lenguaje y usan códigos especiales para comunicarse. ¿Hay deterioro o es parte de su dinámica? Responden profesores eafitenses.
• El jueves se celebra el Día del Idioma, una fecha para analizar estos fenómenos que muestran una especie de “economía lingüística” que se impone.


Son económicos, adoran la onomatopeya y tienen un lema: el mínimo esfuerzo por el máximo efecto. Expresiones como “¡ahhh!” son recursos que les sirven para contar una historia y omiten sílabas completas para dejar palabras como profesor reducidas a “pro”. 

Los jóvenes le ponen su sello al idioma, lo combinan con otros, generan nuevos términos y traen al escenario cotidiano algunos que hasta se habían olvidado. Pasan de una estructura lingüística a otra de una manera fácil y mezclan todo para obtener las frases que se pueden escuchar en cualquiera de sus conversaciones.

Así lo cree Sonia López Franco, jefe del pregrado en Comunicación Social, de la Universidad EAFIT, y agrega que se trata de una modernización, porque la lengua va a la par del desarrollo de la nueva generación y de las nuevas tecnologías.

“Uno ve en el chat y no observa escritura, solo unos “jaja”. Puras onomatopeyas y emoticones que se han convertido también en formas de expresión para ellos”.

Es de las que piensa que en el Día del Idioma, que se conmemora el jueves, hay que celebrar que el lenguaje está vivo y es dinámico “y no hay que ser normativistas y decir que estamos hablando mal. Yo creo que hay que tratar de entender esa economía lingüística, porque nosotros también pasamos por ella”.

Ese comunicarse a través de códigos reservados solo para el grupo es cada vez más común. El profesor del Departamento de Humanidades, Carlos Mario Correa Soto, afirma que por razones del trabajo, por el acelere cotidiano o las especializaciones, todo se ha vuelto cifrado, de muy pocas palabras.

“Y eso, en mi concepto, es lamentable, porque las dificultades que se ven y los errores en lo hablado y escrito llevan a la incomprensión y eso, a su vez, al caos”.

El docente Juan Camilo Suárez Roldán, también del Departamento de Humanidades, dice no tener un juicio pesimista sobre lo que pasa actualmente.

Cada generación, agrega, incorpora palabras nuevas y rescata algunas antiguas que encuentra atractivas. “Lo importante en ese caso es rastrear el interés por la lengua, ver cómo hay personas que disfrutan utilizando términos, construyéndolos, repitiendo otros que han oído. Ahora, el que vengan de una tradición lingüística o de otra o si constituyen perversiones de usos correctos o no, ya es una discusión más compleja y en casos estéril incluso”.

Esas nuevas entradas, cuenta Sonia López Franco, son producto de la interacción y del contacto entre agrupaciones y, en la medida en que van contactándose clases, géneros o guetos, se van combinando estructuras que van conformando terminologías. “Así nació el parlache, que en este momento ya no se puede denominar como típico de una clase social sino que ya está invadiendo todos los estratos y todas las condiciones”.

Conceptos como parcero, por ejemplo, ya hicieron un recorrido por los diferentes sectores. Pero, complementa Suárez Roldán, hay vocablos que en este momento son de uso restringido y eventualmente estarán haciendo su transición de un ámbito a otro. Lo mismo unos “especializados o que se creen reservados para una élite en particular, empiezan una transición a otra utilización. Pero en el fondo no es tanto de ubicación dentro de la ciudad o de estratos altos o bajos sino, simplemente, de uso dentro de un grupo y generalización oportuna”.

Descifre si es tan valiente
Para muchos medios de comunicación, todo lo que pasa en el país es una “ola” o una “epidemia”: de calor, de invierno, de terror, depresiva o de despidos. Y “exhaustivo” es una característica que sirve para las investigaciones, las búsquedas y hasta para la lectura.

Ese reduccionismo, asegura Carlos Mario Correa Soto, también lleva al deterioro del lenguaje, porque los espectadores asimilan ese estilo. “Si analizamos, además, el de los médicos o de los ingenieros nos damos cuenta de que son jergas muy reduccionistas, llenas de clichés”.

Los jóvenes reconocen que todo es “súper” y “charro” y que “pues” es parte fundamental de todas sus composiciones.

Vanesa Galvis, Juan Pablo Mejía, Sara Gómez, Estefanía Carmona, Sara Sánchez y Santiago Gallego, alumnos de Administración de Negocios, coinciden en que la nueva generación maneja sus códigos y que solo ellos se entienden. “Llega un rolo, por ejemplo, y no capta nada”.

Para ellos, “hay mucho pato”, “hay  gente play y pupi” y “amiguis”. Se saluda, fácilmente, con un “q`hubo nea” o con un “holis”; y es parte fundamental incorporar una entonación similar a un canto o una queja.

“Los estudiantes de EAFIT tienen una característica muy interesante. No hacen construcciones completas, porque ya uno sabe qué sigue. En la Universidad son los mismos espacios y ya la gente conoce las dinámicas. Dicen, “me das uno” o “voy allá”, esas no son frases estructuradas y es muy particular de ellos”, manifiesta Sonia López Franco.

Las abreviaciones del chat las llevan a su vida cotidiana y buscan la comodidad y la agilidad. Lo que hacen con el idioma, comentan Daniela Lopera, Laura Rocha, David Cuartas e Ivón Arabia, de Derecho y Economía, es acomodarlo para identificarse con él. “No puede ser el mismo que el de otras generaciones porque cada uno le impone su estilo”.

La lengua sigue moviéndose en medio de algunas críticas y de adaptaciones. Continúa, cuenta el profesor Juan Camilo Suárez Roldán, la deliberada exploración de las posibilidades expresivas. “No sabría decir si goza de buena o mala salud, pero está viva”.

 

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Sonia López Franco
Jefe de Comunicación Social
Teléfono: 2619500 Ext. 9675
E-mail: slopez@eafit.edu.co



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