Primer lugar:
Palada al compás del reloj
El sepulturero silba una canción medio inventada mientras excava contento. Sonríe de gusto porque esta vez no es él quien va a llenar el hueco.
Paula Barros Correa. Nació en Santa Marta en 1973. Es actriz de teatro, comunicadora social-periodista y magister en Escrituras Creativas. Actualmente, vive y trabaja en Medellín.
Segundo lugar:
Inteligencia artificial
El GPS siempre indica que voy para el cementerio. Maps, Waze, hasta Uber me dan la mejor ruta para llegar allá. Dicen que es un problema del celular, que tengo que cambiarlo. Ni loco. Es mejor estar perdido que muerto.
Daniel Bravo Andrade (Medellín, 1993). Tiene una maestría en Creación literaria de la Universidad Pompeu Fabra y es comunicador social de la Universidad EAFIT. Ha trabajado como periodista en la revista Semana y el periódico El Colombiano. Fue finalista del IV Concurso de cuento Caro y Cuervo, y ganador del III Concurso de poesía de la Universidad EAFIT. En la actualidad escribe su primer libro.
Menciones:
Bella Durmiente
Cuando el dragón divisó desde la torre más alta del castillo al príncipe azul que se acercaba a todo galope, le dijo a la princesa que mejor se acostara en la cama y se hiciera la dormida.
José Joaquín Duque. Egresado de Gerencia de Sistemas de la Universidad Pontificia Bolivariana. Se define a sí mismo como: “Un tipo ahí”.
Epifanía
Cuando me diagnosticaron trastorno bipolar en lugar de esquizofrenia, los cadáveres en el armario cobraron otro sentido.
Gino Paul D’paola Puche. Egresado de la Escuela de Derecho, estudiante de la Maestría en economía aplicada de la Universidad EAFIT. Dice de sí mismo: “Palabras más, palabras menos”.
La mirada
Rosa oculta la sonrisa con el pañuelo que cubre su cabeza. Que el niño no sepa cuánto le divierten sus ocurrencias. Procura la voz más severa para ordenarle, desde la ventana, entrar a casa. La niña observa la pelvis desnuda de Tomás, víctima de la broma. Este se ha girado para ocultar el cuero que resplandecía entre el vello naciente. A la niña le da igual: con la misma expresión le contempla el culo blanco y redondo como medio queso. Tomás se sube los pantalones y se aleja corriendo calle abajo, sin volverse, seguro de que la mirada lo persigue. Y la mirada lo persigue. Quién sabría de las blancuras ocultas si juzgara por el rostro encendido. El bromista, por su parte, todavía hace un par de maromas, seguro del sometimiento que su gracia produce en la madre: pecas, sonrisa sin dientes y cabeza desierta de pelo y piojos. La niña no piensa en el bromista, no lo persigue con la mirada.
Hernando Escobar Vera. Profesor de la Maestría en Literatura de la Universidad Pedagógica y Tecnológica de Colombia. Comunicador social–periodista, magíster en Literatura Hispanoamericana, máster en Psicoanálisis y Teorías de la Cultura, docente universitario, investigador y crítico literario. En la actualidad cursa un doctorado en Literatura Hispanoamericana y dicta talleres de creación literaria en Tintababelia.
Un notable matemático
No daba ni un segundo de gracia. Así su clase fuera a las 6:00 am, él llegaba quince minutos antes y se dejaba caer en una silla, mientras miraba su reloj con desdén. Cuando daba la hora, echaba seguro a la puerta y comenzaba su clase. No importaba que el salón estuviera vacío.
Y aunque era el profesor más enclenque de la facultad, bastaba con sentir sus pasos arrastrados, o escuchar su tos seca, para tener pesadillas sobre integrales el resto de la semana. Todos le temíamos al doctor Parra. Excepto Sarita, que no esperó ni a la segunda clase. Me dijo Juan, con algo de celos, que dizque no más el primer día los vio tomándose un café juntos. Pero qué iba a ser, ¿no?
Tres semanas luego, la clase ya empezaba cinco minutos tarde. Esperemos a que lleguen todos, decía Parra. Eventualmente, fue obvio que esperábamos a Sarita. Claro que a ella no le importaban las matemáticas. Fue así como el profesor comenzó cada vez más tarde su clase. Hasta que, un día, ni Sarita ni Juan llegaron. Y el doctor Parra, desesperado y celoso, se nos quedó pintado en el tablero de un solo infarto.
David Baena Castro. Estudiante de Finanzas y de la Maestría en Economía de la Universidad EAFIT. Dice de sí: “Salí del colegio San Ignacio. Soy economista de la universidad EAFIT. La literatura es una herencia de mi madrina. Empecé a leer para reencontrarme con ella. Escribir, que parece una posición menos natural que la lectura, es mi mejor intento para hacerme palabra, que es donde habita mi madrina y la vida que no vivo o queda atrás”.