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II Concurso nacional universitario de microrrelato 2017

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​Jurados 


PRIMER LUGAR:

Principiantes
Después del amor, corrieron alarmados en busca del espejo. Una vez estuvieron frente a él, comprobaron con enorme alivio que habían vuelto a ser dos.

Luis Eduardo Ramos Palacín, Estudiante de Comunicación Social-Periodismo en la Universidad Autónoma del Caribe. Nació en Barranquilla, en 1994. Finalista del V Concurso Nacional de Cuento La Cueva. Ganador del VIII Concurso de Cuento “Bueno y Breve” del Túnel-Cámara de Comercio de Montería. La antología de La Cueva por Colombia 8 y la revista Palabrotas han recogido o recogerán en breve algunos de sus textos. Recientemente terminó su primer libro de relatos: Yo estuve aquí antes.


SEGUNDO LUGAR:

Pesadilla
Despertó sobresaltado. En la oscuridad, percibió un sudor gélido que le cubría la frente, el cuello y la espalda. Llevó sus manos, temblorosas y frías, al costado izquierdo de su pecho. Esperó un instante, no sintió ningún latido. 

—Otra vez ese maldito sueño en el que todavía estoy vivo— susurró aliviado. 

Yesid Alexis Espinosa Zapata, empleado de Bienestar Institucional del Instituto Tecnológico Metropolitano. Lector. Psicólogo capacitado en Derecho. Escritor diletante.


8 MICRORRELATOS SELECCIONADOS:

La cita
—Yo no quiero ir.
—Pero es tu entierro.

Andrés Miguel Vásquez Ochoa, profesor de Psicología en la Universidad EAFIT. Psicólogo y M.A. en Hermenéutica Literaria. 


El poder de la palabra
Aldemar nunca creyó en el poder de la palabra, para él las frases eran solo vacíos en el vacío, murmullos carentes de autoridad. Nada más le agradaba que lo concreto y según él, el lenguaje era muy ambiguo.
La noche que fue detenido, como sospechoso de dar refugio a un rebelde, firmó el formulario de la comisaría con su puño y letra. Alegó que lo confundían y pensó que todo se aclararía pronto. 
Durante los dos meses que estuvo en los calabozos de la Sexta Brigada, guardó la esperanza de que los gobernantes reconocieran el marco de su ideología. Odiaba los discursos de cambio, ellos deberían notarlo en sus pesquisas. Sin embargo cada tres días era torturado, aunque no tenía nada que “cantar”. 
Pasaron los meses. Las batidas aumentaron en la misma proporción que la resistencia. Pronto los calabozos estaban saturados. Aldemar ya no era útil. No tenía nada que decir. El comandante firmó la orden.
De pie frente a los cuatro soldados Aldemar reiteró su inocencia. Entonces entendió el poder de la palabra, justo cuando escuchó al comandante, sin ambigüedad, gritar:
-¡Alisten, apunten, fuego!

Carlos Arturo Gamboa Bobadilla, profesor de Licenciatura en Literatura y lengua Castellana de la Universidad del Tolima. Licenciado en Español y Literatura (Universidad del Tolima, 2000), Magister en Literatura (Universidad Tecnológica de Pereira, 2012). Docente de Planta Universidad del Tolima –IDEAD-. Su libro más reciente “Artefacto ludens. Un huego desgenerado”, ganador de la Convocatoria de Estímulos Municipales, Alcaldía de Ibagué, Secretaría de Cultura y Turismo, 2016.


Soberano
La batalla de la victoria fue librada justo frente a sus ojos.  Los dos últimos guerreros se habían destruido mutuamente. El Emperador observó sus ropas, rojas de violencia y gastadas como la guerra perpetua de la humanidad.  Alisó su cabello, ajustó su corona y se dispuso a gobernar el vasto reino de cadáveres que los buitres ya empezaban a picotear.  

Carlos Eduardo Vásquez Cardona, profesor de la Facultad de Comunicación de la Universidad de Medellín. Profesor de Comunicación Digital y Psicología de la Comunicación. Asesor editorial y periodista. Actualmente, está próximo a publicar la primera edición de la revista Alí Babá.

 
Pluma y tintero
El lobo corría recogiendo hierbas con su boca. No paraba de correr, como si lo persiguieran pero sin perseguir a nadie. Sólo se concentraba en recoger un tipo de hierbas. Corrió, y para cuando llegó a su solitario lecho, habitado por un par de libros, se recostó plácido y pensativo. 
Dejó las hierbas sobre una mesita con un poco de papel de liar, una pluma grande y un tintero en forma de cráneo. Salió a beber un poco de agua del brillante manantial. Cuando volvió armó su cigarrillo con un tembleque acertado, le echó fuego, formando una grande voluta de humo azul que, mientras subía, iba desapareciendo en el espesor de la noche. Miró hacia arriba, después bajó la mirada y pensó viendo hacia el infinito: "Creo que estoy listo". Con su pitillo irregular en la boca, cogió su pluma, empapó la punta de tinta y empezó a escribir, dando pequeñas pitadas y botando el humo por la nariz.

Juan Pablo Pineda V., estudiante de Administración de Negocios en la Universidad EAFIT. Joven aficionado a la lectura, la escritura, y los mundos reales no-reales. Este cuento fue escrito hace más o menos 5 años atrás en ejercicio propio, pero cuando lo volví a leer hace poco decidí mandarlo al concurso.


Otro Caín
Inventó la máquina del tiempo y se puso la tarea de matar al primer hombre. Cuando llegó a algún desierto antediluviano lo único que encontró fue un espejo.

Lucas Mateo Herrera Leiva, estudiante de Medicina de la Universidad Nacional de Colombia. Escribe para la revista universitaria Ciudad Blanca. Hizo parte de la colección narrativa “Bogotá cuenta” publicada en el 2014 y de la publicación independiente del colectivo Errante insaciable, “Escritura insaciables II” del año 2013. Colabora en varios blog literarios. Sus escritos varían desde el registro realista, en el contexto nacional, a una literatura de corte fantástico con humor negro. Conjuga la crítica social con la imaginación, haciendo que el lector ingrese desde la primera línea en su universo narrativo.


Fucsia
Escurrió el pincel y lo pasó por su uña. Estiró la mano y la detalló. El fucsia vivo le confirmó: no quería ser hombre.

María Dilia Reyes Torres, estudiante de Comunicación Social en la Universidad EAFIT. A los 8 años descubrí el poder de los libros y desde ese entonces vivo en ellos. Estudio Comunicación Social y siento profunda pasión por el periodismo, también por la academia, me gustaría ser profesora en algún momento. Por ahora leo, aprendo a que la m y la a suenen lindo y no solo como un “ma” y me dejo sumergir en los viajes de las letras cuando suenan bien.

 
Cura para la ceguera
Una vez adentro, no encontraron la luz del día, solo una vela iluminaba el antro. Se sentaron a la espera, mirándose fijamente a los ojos, siempre honestos, delatores. Después de un instante, una brisa fresca que salió de la nada extinguió la llama, la oscuridad despertó a los sentidos y el tiempo se detuvo. Por primera vez, se pudieron ver el uno a otro.  

Nicolás Hernández Chaustre, estudiante de Ingeniería de Diseño de Producto en la Universidad EAFIT. Actualmente estudiante de Octavo semestre de Ingeniería de diseño de producto, apasionado por las artes como la literatura, la fotografía y el cine.  Encuentro en la escritura una forma de comprender el mundo e inmortalizar mis ideas.


Conversión
La mujer no sabía lo que estaba haciendo, pero ya estaba allí, parada al frente de la puerta que la conduciría a su destino. Muchas veces le huyó a Caronte, y ya no podía escapar. ¿Qué habrá al otro lado? 3... 2... 1... Y cruzó. 
Se veía una luz muy blanca. Afuera hacía frío, le dieron ganas de llorar. "Se llamará..."

Valentina Rodríguez Fernández, estudiante de Arquitectura en la Universidad Nacional de Colombia, sede Medellín. Soy escritora desde los 16 años, me dedico a escribir cuentos y he sido parte de talleres de literatura y de escritura creativa. He participado en varios concursos de cuento, incluyendo el Concurso de cuento corto UN en la web, concurso de mi universidad. También he participado en el Concurso Nacional de cuento de la Biblioteca EPM y me gané la mención de honor en la Categoría Juvenil en su segunda versión.