La gestión de riesgos financieros tiene una gran importancia para un inversionista independiente del monto de inversión o del tipo de inversiones que tradicionalmente ha realizado. Durante las últimas décadas los mercados financieros se han caracterizado por la ocurrencia de eventos cada vez más impredecibles lo cual aumenta la incertidumbre del desempeño que puede tener un portafolio de inversión. En este escenario se hace imperativo que el riesgo que asume un inversionista esté acorde con su perfil, es decir, la capacidad que éste tiene de tolerar pérdidas por disminuciones en los precios de los activos o el deterioro de la solvencia económica de las entidades en que se invierte. Por lo anterior se hace necesario que se conozca los riesgos a los cuales se está expuesto, se cuente con la forma de cuantificar las pérdidas que se pueden dar si se presentan y se pueda definir los mecanismos de control para que la exposición del portafolio esté siempre acorde con la tolerancia que se tiene.
Tradicionalmente la gestión de riesgos financieros se ha enfocado en la medición y el control. Desde el punto de vista de la medición se han desarrollado modelos cada vez más robustos principalmente para cuantificar los riesgos de crédito y mercado, de manera que se pueda conocer las pérdidas en que se puede incurrir en caso de que se materialicen dichos riesgos. Desde el punto de vista de control, los reguladores y supervisores de los mercados financieros han tenido un rol importante en esta etapa de la gestión de riesgos, definiendo los requisitos de deben cumplir las entidades financieras para controlar los riesgos a los cuales se exponen, requisitos que se traducen principalmente en límites para cada tipo de riesgo y niveles de patrimonios adecuados.
En contexto antes expuesto queda la cuestión de por qué siguen sucediendo eventos en los mercados financieros que implican que las entidades financieras y los inversionistas en general tengan pérdidas considerables que en algunos casos superan sus niveles patrimoniales: La respuesta radica en haber dado menos importancia a la etapa de identificación de riesgos. Esta etapa consiste en conocer cuáles son los riesgos que se pueden presentar y más que eso conocer los factores que hacen que el riesgo se materialice. Dicha etapa toma relevancia en el sentido de que cada vez el mercado financiero cuenta con más instrumentos y vehículos de inversión distintos a los tradicionales y si el inversionista no conoce los factores de riesgo que están implícitos en esos nuevos instrumentos de inversión no podrá medirlos y mucho menos controlarlos. Por todo lo anterior es de vital importancia que en el análisis de las estrategias de inversión se dedique un buen tiempo a revisar qué riesgos y factores de riesgos se pueden presentar y con esto tener la base para poder medirlos y controlarlos de acuerdo con su tolerancia al riesgo.
10 de noviembre de 2014