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Nota de opinión​

Junio 02, 2015

Mejoras en eficiencia de la banca colombiana

Se hace necesario esfuerzos por parte de los establecimientos bancarios y las entidades reguladoras para formular políticas que coadyuven al desarrollo del sector financiero.


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Durante las últimas dos décadas han tenido lugar grandes cambios en la banca colombiana, impulsados por situaciones como la liberalización de los años noventa, las crisis financieras y las reformas regulatorias que favorecieron que el sector experimentara un rápido proceso de consolidación a través de fusiones y adquisiciones, las cuales han sido retratadas en la literatura como una fuente de eficiencia, ya que las grandes entidades pueden tener menores costos de operación vía economías de escala y alcance, distribuyendo sus gastos generales en una base de activos o ingresos mayores. 


Adicional a este crecimiento por adquisiciones, algunos de los factores que influyen en la eficiencia bancaria son de cierta forma controlables por el banco, como la gestión de los recursos, el tamaño de los activos, la estructura de procesos, la infraestructura tecnológica, gastos de personal, entre otros; y aunque en la última década se han presentado mejoras en los ratios de eficiencia (pasó de un 81,2% en diciembre de 2001 a 58,4% a finales del 2013) no se puede dejar de lado que la mayoría de los bancos se han demorado en implementar innovaciones tecnológicas que generen ahorros sustanciales en su estructura de costos y continúan siendo dependientes de los canales tradicionales, que son a su vez los más costosos.

Por otra parte, de acuerdo con información de Asobancaria (2014), la banca colombiana sobresale como una de las más competitivas, al presentar un indicador de Herfindahl Hirschman (IHH) en 1149 (considerado moderado), con lo cual indica que la concentración de los activos es una de las más bajas de América Latina. Este nivel de competencia favorece que la eficiencia de la banca mejore continuamente para ofrecer servicios con mejores condiciones para sus usuarios.

No obstante, la regulación que se ha impuesto al sector es represiva y frena el desarrollo de la banca y la inclusión financiera. La normatividad sobre capital, provisiones, niveles de liquidez, inversiones forzosas entre otras, aumentan los costos operativos del sistema bancario. 

La importancia del aumento en la eficiencia de este sector radica en que conlleva beneficios sociales, ya que favorece la calidad de los servicios financieros y la disminución de los costos para los usuarios (Sarmiento et al. 2013). Es por estos motivos que se hace necesario no sólo esfuerzos por parte de los establecimientos bancarios, sino también por parte de las entidades reguladoras para formular políticas que coadyuven al desarrollo del sector financiero.

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Carolina Crispin Fory
Estudiante Maestría Sc. en Finanzas – Universidad EAFIT