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27 de septiembre de 2011

Así se ven profesores​ y estudiantes frente a ​la ética en la academia

 

Docentes y estudiantes se miran a sí mismos frente a la ética en la academia. También hacen una mirada al comportamiento de unos y de otros en este tema.

 Una mirada a la ética en la academia desde el espejo con el que se ven los docentes y los alumnos, da luces sobre lo que ellos consideran apropiado en su compromiso académico.​

 También, hacen una evaluación de cómo los alumnos ven a sus profesores en asuntos éticos al recibir el conocimiento, y cómo los docentes perciben a sus estudiantes al momento de impartirlo.

Hace algún tiempo, cuando Sonia López Franco, profesora de Comunicación Social, trabajaba en otra institución universitaria de la ciudad, fue testigo de un hecho que marcó su vida como docente: un grupo de estudiantes decidió escribir palabras soeces en medio de los párrafos que conformaban sus ensayos para descubrir si un profesor leía sus trabajos. El colega los devolvió con notas de 4.8 y 5.0, lo que evidenció su desinterés por lo que escribían sus alumnos.

La docente afirma que un mínimo de respeto hacia el estudiante es preparar bien las clases, leer a conciencia cada uno de sus escritos y suministrarles las herramientas necesarias para evitar que acudan al fraude académico.

“Hay profes que utilizan diferentes herramientas y software para descubrir el fraude o trabajan en línea para detectarlo. Lo más importante es la labor que se realiza para enseñarles a los estudiantes a citar bien y a no apropiarse de las ideas de otro”, puntualiza Sonia.

Como pedagoga, agrega que es necesario plantear exámenes donde no se evalúe la memoria y la capacidad de almacenar datos, sino aquellos que estimulen la reflexión y el análisis.

Por su parte, Alberto Restrepo Velásquez, profesor de Ingeniería de Sistemas, reconoce que las evaluaciones con preguntas cerradas y de memoria son frecuentes en su campo, pero ha encontrado mecanismos para apoyarse.

Él piensa que es posible que un estudiante se equivoque en una respuesta durante una evaluación, pero que el profesor también debe aprender a valorar lo que hizo el alumno. “Es mirar el paso a paso que utilizó durante el procedimiento y los conocimientos que tiene, aunque haya fallado en una operación y ellos, al saber que su esfuerzo es tenido en cuenta, evitan las prácticas fraudulentas”.

Este docente considera que los profesores son buenos profesionales y responden con ética a su labor, pero confiesa que le preocupa que en algunas ocasiones los docentes de cátedra no tengan el tiempo suficiente para preparar sus clases, debido a sus múltiples compromisos en el sector laboral.

La abogada Diana Restrepo Rodríguez, una de las nuevas profesoras del Departamento de Derecho, realiza evaluaciones y trabajos donde los estudiantes pueden sacar sus documentos y apuntes, para garantizar el análisis personal y contrarrestar cualquier tipo de comportamiento no ético.

Diana cree que sus alumnos, y en general todo el estudiantado de EAFIT, responde muy bien a la ética académica.

Visiones más críticas tienen otros profesores. Daniel Hermelin Bravo, del Departamento de Humanidades, invita a mirar el fraude de los estudiantes con más detenimiento. “Eso de copiar trabajos y hacer fraude académico los hace sentir más inteligentes que el resto, pero lo que hacen con estas prácticas es cualificar su estupidez y garantizarle a la sociedad que serán pésimos profesionales”.

Similar apreciación tiene Carlos Julio Arango Benjumea, del Departamento de Derecho, al expresar que el facilismo académico y la poca tolerancia de los estudiantes ante los resultados solo demuestran que valores como la disciplina, el esfuerzo y el buen hacer están relegados por ellos a un último plano.

Aprenderse los nombres de todos sus estudiantes es una técnica que emplea Juan Fernando Henao Pérez. El docente del Departamento de Economía comenta a modo de anécdota que este mecanismo le ha servido para llamar la atención en público a quienes tratan de copiar en sus exámenes.

“Creo que en EAFIT los docentes hacemos un proceso de seguimiento riguroso de los estudiantes y así podemos detectar cualquier tipo de fraude. Uno conoce su forma de escribir, su nivel de conocimientos, e incluso reconocemos los artículos e ideas que copiaron de otros autores”, explica.

Juan Fernando asegura que la responsabilidad de los profesores con respecto a los fraudes académicos es grande, pues va más allá de la represión y se orienta a dar ejemplo de respeto, disciplina y exigencia.

“Los docentes somos una figura de autoridad. Repetir las evaluaciones, no leer los trabajos o mantener desactualizados los contenidos de las clases nos resta respeto frente a los estudiantes”, comenta.

Luz Imelda Ramírez González, docente del Departamento de Humanidades, valida la importancia de proyectos como Atreverse a Pensar. Su argumento: “Para que quede expuesta la duda social y así los estudiantes no piensen que están bien esas prácticas que llevan a cabo para lograr sus objetivos de la manera más fácil”.

La mirada de los estudiantes

Vannesa Giraldo Ramírez, estudiante de Administración de Negocios, participa en la actualidad de un proyecto de emprendimiento empresarial que pretende dar herramientas a los estudiantes para que aprendan a citar en sus trabajos de clase y a ser más conscientes del respeto a los derechos de autor.

Para la alumna, este tema es de suma importancia porque, según ella, lo que les hace falta, muchas veces, es información. “Como estudiantes sabemos cuáles son las consecuencias de un fraude académico, y ahora más con el proyecto Atreverse a Pensar.  Sin embargo, debemos estar bien informados”.

Lo mismo piensa Natalia Zapata Osorno, de Ingeniería de Producción, quien aduce que la mayoría de los docentes se ponen en la tarea de explicar muy bien lo que se requiere para un trabajo y así nadie recurra a conductas inadecuadas con el fin de ganar la materia. Además, dice, los profesores son objetivos en su calificación y no se dejan llevar por favoritismos.

No obstante, algunos comportamientos de los docentes, según ella, influyen en las conductas facilistas de sus alumnos. “Hay profesores que ponen el mismo trabajo todos los semestres o, incluso en el mismo semestre a dos grupos distintos. Otro asunto, que no creo que lo hagan todos los profes, es revisar si en los trabajos se copia y se pega”.

Esta joven afirma que muchos comportamientos de los alumnos varían según el docente. “Hay unos que ejercen mucho control y quieren todo de memoria cuando saben que en la vida profesional no va a ser necesaria esa información, pero igual encuentran quien evada sus controles. Y hay otros que son más tranquilos hasta el punto que, a veces, sí es fácil evadir la norma”.

Juan José Suárez Cardona, estudiante de Ingeniería de Producción opina que, pese a esto, lo importante es encontrar un punto medio, es decir, no ser tan flexibles, pero tampoco tan vigilantes.

De lo que se trata, apunta, es de entregar herramientas para evitar los fraudes. “Si te dan las ayudas que usarías como pastel, por ejemplo las fórmulas en el tablero a la hora de un examen, no hay necesidad de ‘pasteliar’”.

Vannesa, Juan José y Natalia coinciden en que la mayoría de los estudiantes ha cometido algún tipo de fraude alguna vez. Los más comunes, según ellos, son el pasteleo, el copiar y pegar, el pedir ayuda a los compañeros en los exámenes, el tomar fotografías a las evaluaciones con el Blackberry, entre otros.

Pero depende también mucho del alumno. Eso opina Brenda Paola Gaviria Guzmán, de Administración de Negocios, quien indica que en la Universidad hay de todo un poco, hay gente que estudia mucho y hay otra que lo quiere todo muy fácil. “Pero cada persona tiene sus valores y sabe si quiere aprender y salir bien formado. Está en la conciencia de cada uno”.

Precisamente a la conciencia es a la que apelan Aurora Echeverri Zambrano y Laura Estefanía Rivera Vásquez, estudiantes de Geología. Ellas aducen que si alguien recurre al fraude es porque no ha tenido un desarrollo ético frente al tema.

“Ya no estamos en el colegio donde estaban pendientes de nosotros, en la Universidad hay una independencia donde depende mucho el cómo la persona asume sus cosas, cómo estudia y cómo se siente preparada”, dice Aurora.

Y la complementa Laura al expresar que, en términos generales, a los alumnos sí les falta más conciencia frente al estudio. “No importa si el docente es relajado o no, es ser más éticos, porque con o sin pastel se gana por lo que se haya aprendido”. 

De lo que se trata, entonces, es de tener más conciencia sobre el rol que desempeñan docentes y estudiantes. En conclusión, los alumnos prefieren un docente que les exija y les enseñe a exigirse a sí mismos y, por su parte, los profesores quieren estudiantes más comprometidos con su proceso de aprendizaje.