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Noticias / Institucional-Academia

3 de octubre de 2011

Conciencia y aplicación de la norma para hacerle frente al fraude

 

Docentes de las cuatro escuelas de la Universidad se refieren a cómo contrarrestar el fraude académico.

 Desde las escuelas de la Universidad llegan las voces de los docentes quienes opinan sobre las maneras de contrarrestar el fraude en los escenarios académicos.​

 Algunos piensan que es necesario mostrarles a los alumnos los efectos de una mala decisión, pero a la vez creen que debe crearse conciencia alrededor de los efectos de saltarse la norma.

Los profesores creen en los efectos de la “zanahoria”, pero dejan claro que el “garrote” no hay por qué guardarlo.

El tema que los lleva a esta reflexión es el fraude y, en específico, las maneras de contrarrestarlo en los escenarios académicos, donde coinciden en que así como debe crearse conciencia alrededor de los efectos de saltarse la norma, es también indispensable tener claro que si existe una transgresión debe haber una sanción.

Desde las escuelas de la Universidad llegan las voces, en las que se nota que, por encima de todo, hay una clara intención de mostrarles a los alumnos los efectos de una mala decisión, la misma que traspasa la vida universitaria y puede trasladarse a lo personal o laboral.

La discusión se da dentro del proyecto Atreverse a Pensar que, en su segunda fase, se ocupa de la relación entre ética y academia, y que toca la puerta de las aulas en las que se forman tanto los estudiantes de pregrado como de posgrado.

Pero, ¿cómo contrarrestar el fraude? En opinión del profesor Saúl Echavarría Yepes, del Departamento de Humanidades, la mejor alternativa es reconstruyendo el vínculo que une al estudiante con la universidad, donde esta última tiene como responsabilidad social formar profesionales y egresados competentes tanto en el plano nacional como internacional.

“El fraude es una vulneración al contrato tácito que hay entre universidad y estudiante. En este acto el estudiante pretende hacerse pasar por poseedor de un conocimiento que no tiene”, anota y complementa que uno de los puntos fuertes del proyecto Atreverse a Pensar es pensar en eso: qué se hace en la Universidad y cuál es la razón de ser.

En cuanto a acciones, Rodrigo Muñoz Grisales, profesor del Departamento de Organización y Gerencia, reconoce que no le gusta que la atención sea acusativa o policiva. No obstante, si alguien cometió un fraude hay que aplicar la sanción. “Creo, eso sí, que la solución no es por ahí. Es por generar conciencia en que se debe ser honesto”.

El docente dicta el curso de ética y responsabilidad social en la maestría en Administración, y en este no les enseña la receta de la ética, sino a crear conciencia sobre la necesidad de ser honestos para poder construir una mejor sociedad. “Lucho por el lado preventivo, el de generar criterio y convicción”.

En opinión de Nicolás Ceballos Bedoya, del Departamento de Derecho, el profesor debe tener una gran habilidad para buscar la información que aparece en los trabajos, revisar de una manera cuidadosa los exámenes, cotejar la existencia de copias o de respuestas similares y empeñarse en buscar la fuente de las respuestas de los alumnos.

También, Jorge León David Caro, profesor del Departamento de Ciencias Básicas, señala que en su caso le realiza un examen diferente a cada estudiante. “Ellos, inclusive, pueden resolverlo juntos, y ahí hablo entre comillas, la verdad es que no tengo problema con eso porque son temas muy específicos de ingeniería física y son pocos estudiantes. Obviamente si tuviera muchos no podría diseñarle un examen a cada uno de ellos”.

La metodología de María Susana Jaramillo Echeverri, del Departamento de Mercadeo, es cambiar el parcial cada semestre y muchos de los casos que se dan en clase. “Los trabajos se los asigno. En muchos exámenes les aviso que por favor no les copien a los compañeros porque probablemente son pruebas diferentes”.

Complementa que lee todos los exámenes y, como se los solicita por EAFIT Interactiva, al enviárselos por Word, los pone en buscadores de copia.

Así mismo, cada semestre elabora una base de datos con los trabajos que le entregan y habla tanto con los profesores como con los estudiantes. “Les pido que sean conscientes, que no sientan que los estoy persiguiendo y que entreguen un buen trabajo, que manejen las citas y que entiendan que ya están en la universidad, que es a otro nivel”.

Para María Rocío Arango Restrepo, profesora del Departamento de Humanidades, el fraude se combate cuando se señalan las consecuencias y el por qué no está bien cometerlo.

Considera que otra opción es explicar las distintas formas de incurrir en esta mala práctica, pues la mayoría de estudiantes están convencidos –en su opinión– que copiar de internet no es fraudulento. “Una vez tengan esto claro, si cometen fraude, hay que castigarlos”.

Así, como en la canción de Rubén Blades, Amor y control, se necesita de ambos elementos para que se entienda que con el fraude el único perjudicado es quien lo comete.

Instancias universitarias que se encargan de estos asuntos

En la Universidad existe una instancia superior que se encarga de tratar los asuntos de fraude y dar respuesta a quienes están involucrados en este.

Se trata del Consejo Académico que, según los estatutos, es el ente que, entre otras cosas, orienta y evalúa la política académica de la Universidad, hace modificaciones al Reglamento Estudiantil, y trata los casos académicos y disciplinarios de los alumnos.
 
Este Consejo está compuesto por el Rector, el Vicerrector, los decanos de las cuatro escuelas, la directora Administrativa y Financiera, el director de Planeación, la jefa de Admisiones y Registro, los representantes profesorales y los representantes estudiantiles, todos con voz y voto.

De igual manera cuenta con el apoyo del Comité Disciplinario, órgano delegado por el Consejo Académico para adelantar las averiguaciones de la falta disciplinaria y recomendar la sanción correspondiente. Dicho Comité está integrado por el Secretario General, la jefa de la Oficina de Admisiones y Registro; y por el decano de la Escuela a la que pertenece el estudiante, un representante profesoral y uno estudiantil al Consejo Académico.

El Rector, por su parte, ejerce también una función disciplinaria, según lo previsto en los estatutos y los reglamentos de la Institución que dicen que él tiene “potestad para imponer a los integrantes del personal universitario las sanciones de suspensión, de expulsión y destitución reservadas a él”.

Sin embargo, y como la mayoría de los casos se evidencian en las aulas son los profesores quienes, en primera instancia, definen si la falta puede castigarse con una calificación de 0.0 al estudiante o, si por el contrario, presenta un informe escrito al jefe del Departamento, con el fin de que se inicia el procedimiento disciplinario.

Antes de aplicar una sanción, el estudiante es notificado por el secretario del Consejo Académico de los hechos disciplinarios y podrá aportar las pruebas documentales que considere necesarias para su defensa. Después de recibidos los descargos y analizadas las demás pruebas aportadas al procedimiento disciplinario, el Consejo Académico tomará la decisión, que será notificada por escrito al estudiante.

Esa decisión puede ser para una amonestación verbal o escrita, matrícula condicional, suspensión temporal al derecho a optar al título, expulsión de la Universidad con derecho a reingreso o sin derecho a este, o pérdida del derecho a optar al título. Todas estas se hacen constar en la hoja de vida académica del alumno.

Si la sanción es la expulsión de la Universidad o suspensión definitiva del derecho a optar al título, el estudiante puede hacer uso del recurso de reposición o de apelación ante el Consejo Directivo. 

Última modificación: 02/09/2015 10:12
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