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Estudiantes / Opinión / 20/03/2014

Las causas que Uribe nos pinta

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Las opiniones publicadas en esta sección son responsabilidad de cada columnista, y no representan necesariamente el pensamiento y la visión de la Universidad EAFIT

​Por Geraldín Quintero Gallego, estudiante de séptimo semestre de Comunicación Social.​

​Un conjunto de anécdotas seleccionadas sobre la vida política y personal del expresidente Álvaro Uribe son las que se muestran en su libro No hay causa perdida, según lo dice un artículo de la revista Semana, en el que se hace especial énfasis a algunos apartes.

Si bien el libro ya es bastante conocido en el país, exitoso en ventas y, en cierto sentido, enriquecedor y entretenido, no es tan necesario leerlo por completo para dar un aporte al respecto si se tienen los fragmentos más importantes en un reconocido portal de noticias en la web.

Tal vez la causa de la muerte del padre de este político le haya influenciado en gran medida a escribir la obra. Por eso, tantas veces reitera que su paso por la Gobernación de Antioquia y, en última instancia, por la Presidencia de la República no fue con motivos de vengar la muerte de su ser querido y todo lo que eso provocó. De esta manera pretende responder la recurrente pregunta acerca de si el homicidio de su padre por parte de la guerrilla influyó en la rudeza con que enfrentó la subversión.

“Una cosa es la tristeza, otra el odio. Con odio no se puede aspirar a la vida política”, señaló el exmandatario.

Sin embargo, para muchos colombianos el deseo de venganza fue su principal objetivo al insertarse en cargos públicos de rango superior. Probablemente esta sea la versión más coherente, pues en Colombia y en muchos otros países, por no decir que la gran mayoría, los intereses del Estado priman sobre los de la colectividad. Incluso, hasta se podría afirmar que si las Farc no hubieran tenido esa cuenta pendiente con Uribe, seguramente él no les habría tratado con tanta severidad.

Ahora, aunque es el tema más central del reporte que hizo Semana respecto al libro, hay otros contenidos que, vistos desde un plano político y social, están estrechamente ligados. Lo más peculiar de todo el asunto es el hecho de que un expresidente haya difundido públicamente una cantidad de sucesos bastante detallados en los que prepondera su intimidad, no solo como alto miembro de la política, sino como ser humano, como padre, hijo, esposo y amigo.

Este caso particular demuestra que la espectacularización no es un asunto propio del consumismo, ni de un sector determinado de la economía, sino que pertenece también a las estrategias estatales y gubernamentales con el fin de cimentar, en mayor grado, el apoyo y la confianza ciudadana para con los sistemas políticos.

Cada individuo habla según su experiencia. Es esta la que enriquece y fundamenta las percepciones sobre la vida o sobre algún hecho en específico.

No está mal que Uribe quisiera hacer una “confesión” pública acerca de las situaciones que marcaron su vida y, con esta, la de una nación entera, pues 20 años de historia tomaron vida en tan solo 340 páginas, en las que no solo se habla de una persona, sino de todo un país, de su sangre derramada, de su coraje y su pasión.

No obstante, es totalmente reprochable la manera como ese mismo individuo utiliza un medio para quitarse la culpa, en cierto modo, de los errores que cometió en el pasado. El hecho de admitir tan solo algunos es una buena estrategia para disfrazar el resto.

El contenido de la obra, en contraste con el contexto que nos ofrece la realidad de los hechos –todos evidenciados en una cantidad de pruebas escritas, sonoras y visuales-muestra también muchas contradicciones por parte de su autor.

Una de estas, y por cierto la más criticada, es el hecho de haber intentado negociar con las Farc y otros fuerzas armadas ilegales de Colombia varias veces, cuando su verdadero propósito era acabar con ellos sin necesidad de una interacción pacífica.

Para colmo de males, sabiendo que él mismo trató de llegar a distintos acuerdos con estos grupos en el tiempo de su mandato, ahora viene a reclamarle a Santos sus intentos por hacer negociaciones similares.

Otro aspecto que vale la pena destacar del libro en cuestión es que hay un constante pero disimulado culto a la personalidad y al nacionalismo, sin tener en cuenta que Colombia, aunque se crea independiente, todavía es un país esclavo de potencias y sumiso ante órdenes extranjeras.

Ya sea para bien o para mal, la historia de Colombia tiene un quiebre con el ascenso de Álvaro Uribe al poder. Todos los hechos previos a 2002 fueron determinantes para que él llegara a la presidencia. Los fragmentos que expone Semana del libro No hay causa perdida narran un pedazo de la historia reciente de Colombia con Uribe como principal protagonista, indiscutiblemente. Incluso ahora, pese a todas las críticas que recaen sobre él, conserva un alto volumen de popularidad entre los colombianos.​​​​

Última modificación: 04/02/2015 17:12

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