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El eros escrito en poemas

El erotismo en la poesía colombiana durante 70 años, desde José Asunción Silva hasta el grupo Mito, fue el tema que estudió Alejandra Toro Murillo, profesora del Departamento de Humanidades, en su tesis de doctorado.

El erotismo es muy útil para propuestas literarias renovadoras, por su carácter transgresor. Sin embargo, su análisis no se puede desligar de su época y su tiempo. Foto: Róbinson Henao.

​​​​​​​​​Mónica Quintero Restrepo
Colaborador​​

Poeta!, di paso
los furtivos besos!...
¡La sombra! Los recuerdos! La luna no vertía
Allí ni un solo rayo… Temblabas y eras mía.
Temblabas y eras mía bajo el follaje espeso,
una errante luciérnaga alumbró nuestro beso,
el contacto furtivo de tus labios de seda (…).


Este fragmento pertenece a Poeta, di paso, el primer poema colombiano en el que se hace referencia directa al acto sexual.

Escrito hace 128 años (en 1889) por José Asunción Silva, es el primero que estudia la profesora Alejandra María Toro Murillo en su tesis de doctorado para explicar la evolución del erotismo en la obra de Silva, evolución que no solo es temática, sino también formal y relacionada con la libertad para expresarse. En su tesis El sinuoso recorrido del erotismo en la poesía colombiana. Desde la obra de José Asunción Silva hasta la poesía del grupo Mito, Alejandra estudia cómo se configura el erotismo en la poesía colombiana, es decir, lo erótico como renovación estética, elemento para romper la tradición, un camino de cierta osadía en la escritura.

Reconocer fenómenos de la literatura nacional como el grupo Mito –para cuyos autores el erotismo fue determinante en su propuesta renovadora literaria y cultural–, permite comprender que la presencia del erotismo en la poesía de algunos autores en Colombia está ligada directamente a su intención renovadora, explica la investigadora eafitense.

Alejandra Toro llegó al tema de su tesis gracias a exploraciones anteriores en la especialización en Hermenéutica Literaria y en la maestría en Literatura Colombiana, en la que estudió los cuentos de Pedro Gómez Valderrama, integrante del grupo Mito, una generación de escritores para quienes era útil el erotismo, pues les permitía liberar el lenguaje y constituir una renovación literaria.

La eafitense ya había investigado sobre el erotismo en la literatura, pero no había profundizado en la presencia de este tema en la poesía, asunto que consideró fundamental para la historia de la poesía colombiana y que, como era poco estudiado, se convertía en un proyecto interesante. En la Universidad de la Sorbona Parí s 3 (Francia), el profesor Hervé Le Corre, experto en poesía, aceptó ser su tutor y entonces se dio la decisión de hacer el doctorado, con el apoyo de una beca de Colfuturo.

Alejandra señala que la poesía no ha sido un género de interés masivo, ni entre los lectores ni en la academia, y que en los estudios literarios hay mucho respeto por el género de la poesía –por esto lo poco indagado– y sucede algo parecido con el erotismo y su relación con la literatura. En Colombia se destacan algunos artículos y antologías en el tema firmados por escritores como Darío Jaramillo Agudelo, Juan Gustavo Cobo Borda y Juan Manuel Roca, pero pocos trabajos académicos.

La poeta María Mercedes Carranza, por ejemplo, tocó el tema en el artículo ‘Sexo y erotismo en la poesía colombiana’, publicado en El Tiempo en 1993, donde hace alusión a varios hechos eróticos y curiosos, por ejemplo, si los poetas han hablado de prendas interiores. “No mucho, pero sí lo han hecho”, y cita el poema Alheña y azúmbar de Jaime Jaramillo Escobar, X-504: “Mi negra tiene ojos blancos, dientes blancos, calzones blancos,/Calzones en diminutivo, calzoncitos, prendas íntimas...”.

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Los poetas de la primera mitad del siglo XX, más que abrir camino, hicieron una conquista con el erotismo.

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En este artículo, la escritora señala que en la “poesía amorosa” colombiana abundan “las alusiones a los dientes, a la piel, a las manos, a la cintura, a los senos. Sin embargo, uno que otro bardo ha hecho objeto de erotismo otras partes del cuerpo que aparecen cantadas menos comúnmente”. Al respecto, alude a Ciro Mendía con su soneto Por sus amados pies y a Darío Jaramillo Agudelo: “Tu lengua, tu sabia lengua que inventa mi piel”.

Los poetas de antes

Alejandra Toro pensó en trabajar primero a los poetas de la década del 70, pero comprendió que para ellos el erotismo no era un fenómeno novedoso: escribieron con soltura sobre este, su época era más liberal y heredaron una tradición literaria colombiana que ya había superado la dificultad de expresarse abiertamente sobre el tema. Desde el punto de vista del erotismo, los poetas del siglo XX en el país, más que abrir un camino, hicieron una conquista.

De esta manera, en su tesis doctoral estableció un lapso histórico de 70 años para mostrar el recorrido: primero con José Asunción Silva, como precursor, hasta llegar a la generación Mito, con su exponente Jorge Gaitán. A este recorrido de la tradición erótica en la poesía colombiana la investigadora lo califica como sinuoso, porque no es ni lineal ni exponencial.Tiene altos y bajos.

El primer desnudo femenino está en un verso de José Asunción Silva, también del poema Poeta, di paso. Lo cuenta la poeta María Mercedes Carranza en el artículo de 1993, y lo cita la profesora:

(Fragmento)

Desnuda tú en mis brazos fueron míos tus besos;
tu cuerpo de veinte años entre la roja seda,
tus cabellos dorados y tu melancolía,
tus frescuras de virgen y tu olor de reseda.


Es Silva el punto de partida, el mayor exponente del modernismo en Colombia y quien da importancia al erotismo, sin desconocer otras expresiones anteriores, pero renovando la soltura y fuerza de la temática en su obra.

En su tesis, Alejandra explica que este movimiento literario fue crucial en la definición de la poesía latinoamericana y en la profesionalización de la literatura. Después de los modernistas hasta los de la generación Mito se siguió indagando en el erotismo y fue desligado de las normas morales, sociales y políticas para hacer parte del poema, otras veces lo convirtieron en medio para derribar tabúes.

Respecto a los poetas anteriores, Rafael Pombo, considerado por la crítica como el poeta más representativo de la lírica romántica en Colombia, incluye contenidos eróticos de manera más abierta que sus contemporáneos, los románticos, pero sin enfatizar en la temática. 

Por supuesto, sin dejar los temas amorosos –como lo hacen los románticos, quienes hablaban del amor dentro de las convenciones del matrimonio–, el erotismo estaba casi ausente de los textos poéticos por ser un tema censurado por la Iglesia católica, puntualiza Alejandra en su tesis. Los intereses de la poesía de finales del siglo XIX eran promover los valores morales y patrióticos como lo hizo, por ejemplo, Rafael Núñez en su poema Eros, de 1877:

Eres el centro a do mi vida tiende;
Nadie podrá vencer esta pasión;
El dolor que te amarga a mí me ofende;
Lejos de ti mi mente nada entiende…
¡Dios hizo para ti mi corazón!

Por tanto, asegura Alejandra, con Silva llega el modernismo con una propuesta original en preocupaciones temáticas y formales que ya estaban en los escritores europeos y norteamericanos, pero no en los colombianos: el erotismo como tema para renovar, para romper.

Un grito entre todos

La profesora Alejandra explica que a finales del siglo XIX José Asunción Silva y en esos primeros años del siglo XX Porfirio Barba Jacob –quien es importante por ser el primero que escribe poesía homoerótica– y León de Greiff abrieron un espacio que genera un impulso a la poesía del país y se consolida una presencia más permanente del erotismo. Es decir, antes de que el grupo Mito irrumpiera y fuese considerado que su concepción poética fuera piedra angular del erotismo en la poesía nacional.
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Los poetas desde Silva hasta los de la generación Mito indagaron en el erotismo y lo desligaron de las normas morales, sociales y políticas, es decir, lo convirtieron en un medio para derribar tabúes.

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Las mujeres

En la tesis doctoral hay un capítulo dedicado a las mujeres, en el que se menciona, entre otras, a Laura Victoria, Dolly Mejía, Meira Delmar, Maruja Vieira y Dora Castellanos, quienes en los años 30 entran al
panorama poético nacional, no porque antes no publicaran, sino porque empezaron a publicar sus poemarios en libros.

Aunque no era fácil transgredir, exploran el erotismo de manera más velada que los hombres. Conciben una poesía muy distinta porque en esencia está el dar relevancia a su necesidad expresiva, a la búsqueda de su voz.

“La poesía escrita por mujeres es a la vez un camino de autorreconocimiento que va desde la comprensión de su propio cuerpo –en facetas como la sensibilidad de su piel, el calor de su regazo, la belleza de su rostro, la proporción de las formas, la atracción que su cuerpo ejerce–, hasta contrastar su forma de ver el mundo con la que es vista y comprendida por los demás, especialmente por los hombres”, acota Alejandra Toro.

En el poema de Meira Delmar, La Otra, se ve la dualidad entre decir y no decir, el enmascararse poniendo los sentimientos en otra para poder expresar y no romper los roles sociales:

No soy la que te ama.
Es otra,
que vive con su alma
dentro de mí.
[…]
¡Y de pronto te besa con mi boca,
y crees que soy yo
la que te besa!


El trabajo de Mito, escrito en la revista con el mismo nombre, fue una continuación y una ruptura (más formal, si se puede la palabra) fundamental, pero no debe desconocerse el trabajo anterior. Ellos publicaron el informe Kinsey por primera vez en el país, por ejemplo, y también exponían los comportamientos sexuales de la sociedad colombiana. Así despertaron el interés por temáticas prohibidas buscando rescatar al sexo y al erotismo de las concepciones religiosas y morales.


“La poesía es una reflexión casi filosófica del mundo, y a la vez estética y creativa. Es capaz de conectarte con la vibración emocional, con el sentimiento de esa experiencia, que es algo muy difícil. Eso lo logra la poesía a través de otros mecanismos: el ritmo, el sonido, la repetición, la palabra misma, pero poniéndola a que dé todas sus dimensiones”, concluye Alejandra.

Transgresión mediante la palabra

El erotismo se debe leer en el contexto de su época y su tiempo. Por ejemplo, la cultura griega era más abierta y concebía un arte erótico profano y sagrado a la vez. Desde que aparece el cristianismo, lo erótico ha tenido periodos de satanización y restricción que han permeado las artes. En la actualidad, aunque todavía hay tabúes, la literatura erótica tiene más posibilidades, está libre para expresarse.

Sin embargo, en el periodo de 70 años que analiza la tesis doctoral, Colombia es mayoritariamente  una sociedad conservadora, donde no era bien visto hablar de temas sexuales con tanta precisión y liberalidad: era amoral. Por eso, esos poetas encuentran en el erotismo una oxigenación para liberarse y renovar, en una sociedad retardataria que ciertamente los oprimía.

Y es que hablar de erotismo significa que hay una decisión de develar lo privado, de hacerlo público, mediante la palabra que desinhibe el pensamiento no solo del poeta, sino también de quien lee, explica la profesora Alejandra Toro.

La palabra erótica conlleva un nivel de transgresión, una relación entre lo que se dice y lo que no se dice. Por eso, “muchas veces el desafío y la osadía consisten sencillamente en decir y nombrar algo, en no dejarlo en la penumbra de lo inexpresado o lo casi inconsciente. La transgresión primera es la expresión”, contextualiza el escritor Claudio Guillén, citado por la investigadora en su tesis.

La poesía construye imágenes y la sexualidad se nutre de estas. Dicho vínculo con la imaginación encuentra un terreno en la palabra, la literatura, la poesía y, por supuesto, el erotismo, comenta Juan Manuel Cuartas Restrepo, doctor en filosofía y profesor del Departamento de Humanidades de EAFIT.

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La poesía construye imágenes y la sexualidad se nutre de estas. Dicho vínculo con la imaginación encuentra un terreno en la palabra, la literatura, la poesía y, por supuesto, el erotismo: Juan Manuel Cuartas.

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De esta manera, en una sociedad en la que este concepto no se podía expresar libremente, esa exposición crea necesariamente conflictos sociales, morales y estéticos.


Investigadora

Alejandra María Toro Murillo

Administradora de negocios y especialista en Hermenéutica Literaria, Universidad EAFIT; magíster en Literatura Colombiana,Universidad de Antioquia, y magíster y PhD en Estudios hispánicos y latinoamericanos,Universidad de la Sorbona París 3 (Francia). Es profesora del área de literatura del Departamento de Humanidades y coordinadora de la maestría en Hermenéutica Literaria, de la Universidad EAFIT.
Área de interés: literatura, especialmente en poesía y narrativa colombiana.