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El Eafitense / Edición 105 Los viajes de Aldous Huxley - El Eafitense - Edición 105

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Los viajes de Aldous Huxley

​​La periodista e investigadora Lina María Aguirre Jaramillo comparte este artículo como conmemoración del quincuagésimo aniversario de la muerte de uno de los escritores más prolíficos del siglo XX y quien también es considerado uno de los intelectuales más importantes en la historia británica. A él se le dedicó en EAFIT el noveno Ciclo de Literatura de Viajes.


Lina María Aguirre Jaramillo
Colaboradora

Para mí viajar es realmente un vicio. La tentación de dejarme llevar es una que encuentro tan difícil de resistir como la tentación de leer promiscuamente, omnívoramente y sin propósito. De cuando en cuando es cierto que tomo una resolución desesperada de corregir mi camino. Diseño programas de lectura útil y seria; intento convertir mis viajes dispersos en tours sistemáticos a través de la historia del arte y la civilización. Pero sin mayor éxito”.

Así escribía Aldous L. Huxley (1894-1963) en su ensayo Why Not Stay Home?, en el que hace una declaración a favor de su particular causa viajera. A lo largo de su vida, Aldous Huxley emprendió múltiples recorridos en el Reino Unido, alrededor del mundo, se exilió y optó por una asistencia alucinógena en el rito de su último pasaje. Para repasar el legado de este, uno de los intelectuales preeminentes del siglo XX, sus apuntes de viaje en forma de ensayos, libros y creaciones de ficción conforman un material valioso.

El punto de partida es Inglaterra. Huxley nació en Godalming (Surrey), fue enviado interno a Eton College (cerca de Windsor) y luego pasó a Oxford, en donde estudió en la célebre universidad antes de acercarse a Londres. El sur del país es la región de la primera parte de su vida. Un sur familiar, intelectual, lleno de atractivos para el joven que comienza a forjar su personalidad e inquietudes académicas, convertido en un escolar que debe abandonar sus expectativas de dedicación a la ciencia (quería seguir los pasos de su famoso abuelo Thomas Huxley) debido a su progresiva pérdida de visión, pero en el proceso encuentra su destino en la filosofía y las letras.

Londres y el condado de Oxfordshire son, además, la ruta de sus primeros círculos sociales y culturales, ciertamente marcados por el llamado del Grupo de Bloomsbury, con Lady Ottoline Morrell como su anfitriona literaria en Garsington Manor, la casa de campo en la que trabajaría Huxley al ser descartado del ejército. Fue allí donde conoció a Maria Nys, su primera esposa.

Bloomsbury, al centro-este de Londres, era el centro de reunión de intelectuales influyentes en las primeras décadas del siglo XX en Inglaterra, como Virginia y Leonard Woolf, EM Forster, John M. Keynes, Dora Carrington, Clive y Vanessa Bell y Lytton Strachey. Alternando ciudad y campo, el grupo discutía su objetivo general de la vida: el amor, la creación y disfrute de experiencias estéticas y la búsqueda del conocimiento.

Huxley no fue un miembro protagonista, pero sí lo suficientemente cercano como para compartir tales búsquedas, mientras escribía poemas, se preocupaba por el futuro de la especie humana y hacía periodismo.

Su asociación con este grupo declinó con sus viajes. No obstante, quedan testimonios como el que escribe al final de su ensayo Greater and Lesser London, cuando -después de asistir a una sesión del Parlamento, de encontrarse con un amigo judío, de pasar por calles “siniestras”, de conocer cómo pasaba el amigo “altamente inteligente y culto” las noches de los jueves entre sangre y excrementos producto del sacrificio de pollos en Commercial Road, y de preguntarse si hubiese sido capaz de sobreponerse a la pobreza si le hubiera tocado- dice: “¡Caramba! Me dije a mí mismo mientras viajaba en el tren en dirección oeste hacia la otra Londres. ‘Es un mundo extraño’ mientras me propuse pasar el resto de la noche en Bloomsbury no solo geográfica sino culturalmente en Bloomsbury. ¡Caramba!”.


Huxley nació en Godalming (Surrey), fue enviado interno a Eton College (cerca de Windsor) y luego pasó a Oxford, en donde estudió en la célebre universidad antes de acercarse a Londres.

De Londres a toda Inglaterra​

Londres mayor y menor: de un lado la de una élite intelectual defensora del arte como salvación, de otro lado la del comercio no elegante, la de los mercados sucios, la de pobreza y decadencia ‘dickensiana’. Así mismo, cuando cruza la “muralla china” que divide el sur y el norte de Inglaterra se encuentra con el norte empobrecido por el desempleo de cerca del 20 por ciento, por el detrimento social y económico de un país que avanza hacia el ocaso de su imperio y la obsolescencia industrial.

En sus recorridos por Nottinghamshire, Derbyshire y Middlesbrough encuentra el drama de los pueblos mineros acabados, en donde el ruido, “el canto” característico ha sido acallado por la desolación. Ese norte es el de la “Tierra del Silencio”, habitada por mayorías de hombres sin trabajo, antiguos extractores de carbón, a quienes apenas se les escucha pidiendo limosna. Esos viajes por el norte animan en Huxley una reflexión sobre su propia identidad como hombre inglés, como miembro de una sociedad con un rígido sistema de clase que determina el futuro posible desde el nacimiento.

¿Afuera en Inglaterra? Sí (…) somos todos extranjeros incluso en nuestro propio país. ¡Cuán poco de esta Inglaterra en la cual somos ciudadanos, cuan absurdamente poco, para cualquiera de nosotros, es ‘hogar’!”, comienza Huxley afirmando en su ensayo Abroad in England. Para la gran mayoría de hombres y mujeres de su país, el destino signado es irrevocable y cuando él mismo se aventura por el norte con compañeros de clase obrera, hombres inteligentes cuyos puntos de vista comparte, se encuentra con que, después de todo, siente más afinidad en la conversación con el Deán de la catedral de Durham, a pesar de la diferencia de edad y de creencias.

Su gran amigo, escritor, viajero y atribulado DH Lawrence, que provenía de la clase trabajadora, le confesó que nunca, a pesar de toda la simpatía, conseguía establecer una amistad realmente íntima con alguien fuera de su clase. Inglaterra era, entonces, Inglaterras y Huxley la recorría tomando notas en forma de turista, intrigado por su autopercepción de extraño en su tierra y reconociendo que escribía allí desde una cómoda posición: la de la remota provincia del “Gran Imperio Burgués habitado por literatos, pensadores profesionales y los amateur de las ideas generales”.​

Generación de entreguerras

Una poderosa curiosidad distingue a Huxley, a pesar de compartir con sus contemporáneos el indeleble impacto de la guerra, la que acaba de pasar, la que se cernía. Su generación es la de entreguerras, agobiada por los rigores de la crisis, el racionamiento, la cubierta gris, el insistente llamado oficial, la batalla por la humanidad, por preservar belleza, placer, individuo, las artes consideradas inútiles cuando se necesitaban soldados y cuando los trayectos en tren, sin motivo urgente, eran restringidos porque consumían carbón innecesariamente.

Con un viaje a Florencia, Huxley inició, en el verano de 1923, su “placentero exilio”, como lo llama el experto en el autor, David Bradshaw (The Hidden Huxley, 1994). En 1928 se instaló en París y en 1930 en Sanary, Riviera francesa. “La curiosidad sobre partes extranjeras ha sido una de mis grandes debilidades” y esta lo convirtió en un observador agudo de lo que se encontró en el continente.

En Italia emprendió con fruición peregrinajes artísticos. En Francia dio cuenta del intenso movimiento de nuevas ideas, bien en los cafés insignes de la capital como en los lienzos impresionistas del sur. En Holanda admiró la arquitectura y en Alemania no dejó de observar el empeño característico de los excursionistas austeros, fuertes, de sombrero, shorts y morrales como “aves que deambulan”.​​

Su generación es la de entreguerras, agobiada por los rigores de la crisis, el racionamiento, la cubierta gris, sobre todo, el insistente llamado oficial, la batalla por la humanidad.

Al arribar finalmente a la costa norteamericana lamentó el desconocimiento del arte conversacional y la vulgarización, pero fue allí en donde pasó los últimos 26 años de su vida.​

Sus relatos de viaje no caen en los moldes comunes de otros viajeros ingleses de la época: optan por la recreación de escenas casuales, por la descripción comentada de detalles de lugares que a otras personas pasan desapercibidos, por imaginar la vida de extraños en una estación, en un pasadizo, en el comedor de un hotel genovés.

No esquiva algunos prejuicios ingleses acerca, por ejemplo, de los nuevos turistas estadounidenses tenidos como ricos e incultos y recurre a instrumentos comunes de generalización del extranjero y desdén por turistas torpes que buscan “La Vida” que les han prometido en París. Pero consigue ligar otras elaboraciones que conjuntan a menudo su ya arraigada consciencia de sentirse extraño ‘en todas partes’ con sus preocupaciones sobre sobrepoblación, masificación, aumento de controles estatales, falta de planeación urbana o el detrimento de la vida auténtica de campo debido a la expansión urbana.

Sus travesías por Asia le provocaron un genuino interés por la diferencia cultural y los cambios políticos nativos, al mismo tiempo que su condición y costumbres británicas le hacían cuestionar ceremonias, religiosidad, noción de poder, higiene, falta de espacio personal y hasta protocolos a bordo de trenes.

Al arribar finalmente a la costa norteamericana lamentó el desconocimiento del arte conversacional y la vulgarización, pero fue allí en donde pasó los últimos 26 años de su vida. En el desierto californiano enviudó, se casó con Laura Archera, dictó conferencias, intentó algunos guiones cinematográficos, dio entrevistas, probó mescalina y LSD, escribió profusamente, perdió todo en un incendio y murió un 22 de noviembre sin saber que JF Kennedy había sido asesinado.

Escribió sus novelas Island (La Isla, 1962), The Doors of Perception (Las puertas de la percepción, 1954) y reescribió el prólogo de Brave New World (Un mundo feliz, 1931): una forma de viaje literario hacia un futuro genética y socialmente modificado. “Intento consolarme con la esperanza de que incluso mis vicios serán de algún provecho para mí”. Así termina su texto ¿Por qué no quedarse en casa? citado al comienzo.

Huxley hizo de sus travesías una forma privilegiada de conocimiento continuo del mundo y sus habitantes, de satisfacer su infatigable curiosidad y de desplegar su pluma obsesiva, inteligente, satírica, profética que hoy tiene mucho que decir a quienes habitan un planeta en medio de abundante turismo, replanteamientos de la idea de identidad y no siempre feliz.

Última modificación: 27/02/2017 17:30