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El Eafitense / Edición 105 Una retina Caribe en Los Andes - El Eafitense - Edición 105

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Una retina Caribe en Los Andes

​La mirada de seis generaciones de la familia Duperly ha construido un capítulo fundamental de la fotografía en América. En la exposición Retina Caribe, del Centro de Artes de EAFIT y que se exhibe durante el segundo semestre de 2013, se anudan por primera vez todos los hilos de esta historia.


​Las imágenes muestran estampas caribeñas eternizadas a través del daguerrotipo, la técnica inventada por el también francés Louis Daguerre, y, aunque distan en tiempo, comparten la temática y la calidad de los modernos retratos de sus tataranietos Esteban y Gloria Elena.

Sol Astrid Giraldo
Colaboradora

El ritual era invariable. Algo sucedía, se hacía clic, se empaquetaba lo ocurrido hace unos instantes en un rollo sellado
y se llevaba al lugar donde nacían las imágenes. Ningún evento familiar estaba completo sino se le ponía el sello de la eternidad que ofrecía Oduperly. Allí los recuerdos se le escapaban a la vaporosidad de la memoria, se extraían del hermético vientre de la cámara y se convertían en imágenes. El pasado estaba asegurado.

Lo que pocos sabían era que el sello Oduperly llegaba de muy atrás en el tiempo y muy lejos en el espacio: venía de los mismos inicios de la fotografía. Así, las fotos de los cumpleaños de los paisas del siglo XX tenían una continuidad directa con el momento mágico en el que Daguerre, en la Francia de 1839, descubrió la manera de fijar las imágenes que transformaron por siempre la autoconciencia de la humanidad.

Esta es una historia de muchos hilos y algunos agujeros. Solo una aguja que ha recorrido siglos, continentes y kilómetros podría
entramar estos hilos de la historia, de la técnica y de las primeras imágenes del mundo. Esa aguja tiene nombre propio: la familia Duperly. Es ella la que conecta un río caudaloso en la selva jamaiquina, donde una mujer de sombrero mira desde sus orillas y un champán navega contra las aguas del río Magdalena colombiano.

Esta aguja teje la imagen europea de Napoleón con la del líder negro haitiano Alexandre Petion y la del criollo Simón Bolívar. Esta aguja crea también geografías: sale de Francia, atraca en Haití, pasa a Jamaica, llega a Cartagena, Barranquilla, se lanza por el interior de Los Andes hasta alcanzar a Bogotá para luego seguir al centro del Valle de Aburrá. Es una aguja que hace sus puntadas con la imagen, porque lo que construye es una mirada: aquella por la que los antioqueños y los colombianos se han visto.

Un siglo de por medio

La madeja comienza con Adolphe Duperly, un francés de 19 años que aprende una técnica tan joven como él: la litografía. En 1820 viaja al lejano Haití, al otro lado del Atlántico, para seguir muy pronto a la isla de Jamaica, un lugar por donde pasaba el mundo, el comercio, las nuevas ideas. Allí, en 1832, se hace un autorretrato que es también una aspiración. Se visualiza recostado en unas piedras, con su vestido a la moda, su melena y una mirada clavada en lo que tiene adelante: el mar y el futuro.

Con esos ojos penetrantes (y las diferentes técnicas que probará para atrapar lo que ven) le dará forma a lo uno y a lo otro. En sus manos tiene una libreta de apuntes. No es un viajero cualquiera. Es un testigo de sus tiempos.

Sus litografías serán de las primeras que le den presencia universal al imaginario duna Jamaica exótica para una mirada europeizante e ilustrada. Retratará sus villas, sus puertos, sus plantaciones, sus haciendas, sus personajes. Pero las técnicas de la imagen se encontraban ad portas de una transformación radical. En 1840, Francia le compraba la patente de un fabuloso invento a Daguerre, el daguerrotipo, que se convertiría en el germen de la fotografía, y le donaba estos derechos a la humanidad.

Adolphe fue de los primeros en el mundo en recibir esta herencia. Al año ya investigaba sus posibilidades y realizaba un trabajo inédito: acomodar a este formato europeo los paisajes frenéticos caribeños, tan alejados de las campiñas francesas o inglesas.

Los personajes jamaiquinos empezaron también a ser mediados por los rígidos códigos de los primeros estudios fotográficos. Nacía una nueva mirada: una retina caribe que no se encandilaba con el sol de las playas de ese Nuevo Mundo, no solo geográfico, sino también iconográfico. Una gran demanda interna de “tarjetas de visitas”, que fueron los primeros retratos en serie, pagados ya no solo por la clase alta, sino también por la clase media, disparó su negocio. También comercializó algunas de las primeras tarjetas postales de un país que desde entonces se instituyó como “turístico” en los imaginarios mundiales.

Aunque había toda una tradición figurativa, en el siglo XIX se había iniciado una aventura sin antecedentes. Esa escritura de la luz sobre el papel era una especie de huella del mundo. Las fotografías eran auras arrancadas a la realidad que permitían una eternidad, hasta ahora, desconocida. Tal vez desde unos tiempos como los actuales, en los que las imágenes casi han reemplazado la realidad, resulta difícil comprender en todas sus dimensiones este momento fundacional cuando el mundo carecía de imagen y hubo una necesidad de dársela. 

Este fue el espíritu de las “expediciones daguerrianas”, viajes fotográficos impulsados desde Francia y emprendidos por novatos daguerrotipistas a quienes se les pedía captar “las vistas más notables del globo”. Así, estas expediciones asumían la tarea de lograr una huella visual de los confines de un planeta cuyo centro era Europa y el resto apenas una periferia exótica. En este momento de los orígenes de la imagen también estuvo Adolphe, quien fue el encargado de registrar esas improntas de Jamaica que están entre las primeras del mundo.


Destino: Colombia

A Adolphe no le bastaron ni sus ojos ni su vida para la tarea que se había impuesto. Muy pronto unió a su gabinete a sus hijos Armand y Henry Louis, quienes le acompañaron en sus viajes por el Caribe. Armand permaneció en la isla y, a su vez, trabajó con sus hijos Armand y Theophilus. Henry Louis, por su parte, se convirtió en un trashumante de la cámara como su padre. En su recorrido llegó a Colombia, creó un estudio en Cartagena, fotografió la construcción del Canal de Panamá (entonces territorio colombiano), para pasar luego a Barranquilla donde creó otro gabinete, desde el que realizó un importante registro visual de esta ciudad de finales del siglo XIX.
 

La madeja comienza con Adolphe Duperly, un francés de 19 años que aprende una técnica tan joven como él: la litografía. En 1820 viaja al lejano Haití, al otro lado del Atlántico, para seguir muy pronto a la isla de Jamaica, un lugar por donde pasaba el mundo, el comercio, las nuevas ideas.​​

Después se atrevió por la gran puerta de entrada del país que era el río Magdalena, hasta llegar a Bogotá. De este recorrido quedan algunas de las primeras imágenes de una geografía que apenas se estaba construyendo en los imaginarios. Estas “vistas”, en su momento, se constituyeron en el banco de imágenes más grande del país. Ya en Bogotá estableció un estudio de lujo que llamó Fotografía Inglesa HL Duperly e hijo (en compañía de su hijo Ernesto), por el que pasó prácticamente toda la burguesía capitalina a buscar su reflejo.​

​Su compulsión por registrar eventos y su inclinación paisajística no se detuvieron. Son suyas las imágenes de la construcción del ferrocarril, de los primeros acueductos, de pueblos de Santander, del incendio de “Las galerías de Arrubla” en la Plaza de Bolívar de Bogotá. Así, además del inhóspito paisaje lleno de estoraques, abismos y manglares, las imágenes de los Duperly registran también la génesis de la ciudad colombiana.​

Así como Adolphe está íntimamente ligado a los orígenes de la fotografía en el mundo, Henry Louis lo está a sus inicios en Colombia. Este Duperly de la segunda generación se encuentra entre los pioneros en realizar la huella visual de un país virgen en los imaginarios. Henry Louis comparte varias características de su antecesor: su espíritu viajero, su interés por los adelantos tecnológicos y su vocación por el trabajo familiar.

Desde Jamaica ya trabajaba con su hijo Ernesto, a quien se les uniría después Óscar, producto de su segundo matrimonio y quien era 15 años menor. Ernesto, además de importar materiales fotográficos, trae al país vitrolas, pianolas e, incluso, el primer carro a Barranquilla y a Bogotá. A la muerte de su padre se queda con el gabinete, la representación de firmas como la Kodak, la clientela y el archivo fotográfico amasado por años.

Óscar se siente limitado en una ciudad donde el mercado lo dominaba su exitoso y expansivo hermano. Y siguiendo la costumbre de sus ancestros, emigra. Un viaje a Medellín donde conoció a su futura esposa, María Luisa, hija de Fidel Cano, el fundador de El Espectador, le hace tomar este rumbo. Llega en 1915 con la autorización de la Kodak para representar sus productos en la capital antioqueña. Este cambio de ciudad, estado civil y trabajo, como asegura su nieto Esteban Duperly, le permitió florecer como nunca: a los 29 años había encontrado entre las montañas paisas su lugar en el mundo.

​Aventura antioqueña

Hasta él, los Duperly habían sido fundamentalmente fotógrafos, pero ahora él tendría un almacén para fotógrafos. Y así como sus antecesores se habían entroncado con la historia de la fotografía americana y nacional, él lo haría con la prolija historia de la imagen antioqueña.

Cuando llega encuentra una región donde, prácticamente, hay un estudio en cada pueblo, y una capital en la que están activos fotógrafos como Benjamín de la Calle, Melitón Rodríguez, Rafael Mesa y Gonzalo Escovar, entre otros. Se convierte en uno de sus principales proveedores. También fue colaborador ocasional de las primeras publicaciones antioqueñas como la revista Sábado.

Sin embargo, su gran aporte es que puso la fotografía al alcance de todos. Gracias a la importación de tecnología y a la distribución de las cámaras instantáneas de Kodak, la imagen en Antioquia pasa de ser un poder detentado exclusivamente por un solo ojo, el de quien poseía la cámara, a la democracia de múltiples ojos, los de los centenares de aficionados que por primera vez podían crear su propia imagen.

Desde los almacenes Oduperly (contracción de Óscar Duperly), el arte de la fotografía se enseñó gratis. Óscar creó el lema de que en cada paseo, además de la olla y la pelota, se debía llevar también una cámara. Así se convertía en maestro de miles de aficionados anónimos, algunos de los cuales llegarían a ser reconocidos profesionales como Francisco Mejía y Gabriel Carvajal.

Y, sobre todo, convirtió los recuerdos cotidianos de los paisas en imágenes. Mientras desarrollaba esta importante labor comercial que trajo a Colombia la impresora electrónica a color sobre papel, el revelado de diapositivas y la autoprocesadora de cine super 8, entre otras novedades, Óscar (junto a sus hijos Henry y Fern) no dejaban de hacer clic. Además de sus propios ritos familiares, Óscar registró eventos colectivos y ciudadanos como la rectificación del río Medellín, la construcción del barrio Prado y los puentes​ de la avenida La Playa. Sus hijos, encargados posteriormente del negocio, también hicieron excursiones fotográficas por el país como su padre, su abuelo y su bisabuelo.

Hace unos años

Esta historia continuó hasta mediados de 2000 cuando Oduperly no pudo sobrevivir al nuevo paradigma digital de la imagen. Casi 100 años de historia en Medellín y casi 180 de la aventura fotográfica familiar en América se cerraban.

Quedaba en Colombia un apellido extranjero, una aventura artística, empresarial y muchas fotos inéditas dispersas en archivos particulares. Beatriz Camero Duperly, hija de Óscar, y sus familiares sentían que esas fotos, realizadas al margen de los trabajos profesionales, recogían, sin embargo, una buena parte de la historia no solo de su familia, sino del país.

Por eso quisieron mostrarlas en algunas exposiciones anteriores en Yurupary (1996) y la Biblioteca Pública Piloto (2005), que se hicieron como un homenaje a la saga Duperly. Sin embargo, la reciente muestra Retina Caribe de EAFIT, con la curaduría de Alberto Sierra Maya, la investigación del historiador Roberto Luis Jaramillo, y los aportes de Beatriz Camero y Esteban Duperly (también fotógrafo), le ha añadido a estos valiosos precedentes una exhaustiva investigación.

Henry Louis, por su parte, se convirtió en un trashumante de la cámara como su padre. En su recorrido llegó a Colombia, creó un estudio en Cartagena, fotografió la construcción del Canal de Panamá (entonces territorio colombiano), para pasar luego a Barranquilla.

Desde los almacenes Oduperly (contracción de Óscar Duperly), el arte de la fotografía se enseñó gratis. Óscar creó el lema de que en cada paseo además de la olla y la pelota se debía llevar también una cámara.​​

El principal logro de esta exposición es que se le devolvió a esta historia una continuidad que se había diluido. En Jamaica, donde Adolphe es muy respetado, el relato se había contado hasta la muerte de Theophilus, su último nieto fotógrafo. En la historia de la fotografía de Colombia, como la realizada por Eduardo Serrano, en cambio, la aventura de los Duperly se contaba a partir de Henry Louis y Ernesto, mientras apenas se hacían vagas referencias a su padre, o a Óscar y a su paso por Medellín. En Antioquia, de otro lado, se ponía todo el énfasis en la rama Duperly local y sus cinco generaciones.

La exposición Retina Caribe, por su parte, ha hilado estos fragmentos. Los investigadores viajaron a Jamaica y conocieron de primera mano el peso de Adolphe en los inicios de la fotografía, descubrieron en Francia sus litografías, en el Museo Municipal de Bernay, y ubicaron otras fotos de los Duperly en la Biblioteca Nacional de París.

Acudieron a los archivos de la obra de Henry Louis y Ernesto en Bogotá. Y dieron la última puntada al tejer las miradas de la cámara de Óscar y sus hijos a Antioquia. Estas conexiones muestran el cuadro general de una aventura tan artística como empresarial, y el particular talante de sus protagonistas librepensadores, viajeros e innovadores.

Se tiene así una perspectiva inédita de un capítulo fundamental de la historia de la fotografía colombiana, en la que se unen de una manera singular la historia privada de una familia con la colectiva de un país, a través de una mirada que también se ha vuelto de todos.


Última modificación: 27/02/2017 20:33