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El Eafitense / Edición 105 "Vivimos una época de innovación social” - El Eafitense - Edición 105

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"Vivimos una época de innovación social”

​​​​Joan Subirats, politólogo, periodista catalán y experto en el área de políticas públicas, participó, a comienzos de septiembre, en diversas actividades académicas en EAFIT y en la ciudad con motivo de la Cátedra Medellín-Barcelona. Él, uno de los analistas y comentaristas políticos más importantes de España en la actualidad, se refirió, entre otros temas, a lo que él llama no una época de cambio sino un cambio de época.


​Joan Subirats dictó en EAFIT la conferencia Formación cívico-política y ciudadana en la que se refirió, entre otros temas, a los procesos sociales que tienen lugar en el mundo, donde un despertar en las acciones cívicas ciudadanas propician un cambio en el statuo quo.

Adolfo Eslava Gómez
Docente del Departamento de Humanidades de EAFIT

Marcela Olarte Melguizo
Periodista Área de Información y Prensa de EAFIT

El poder, los movimientos sociales, la universidad, la democracia, el concepto de ciudadanía, España, Colombia…La voz de Joan Subirats, politólogo y periodista catalán, reta a la actualidad y a algunos elementos del sistema político para que se revise el porqué del malestar generalizado en diferentes escenarios mundiales. Para el pensador español, uno de los elementos centrales de la contemporaneidad es mirar cómo se construyen personas que sean sujetos y no objetos de la historia.

En sus trabajos bibliográficos se pueden identificar tres hitos: Análisis de Políticas Públicas y Eficacia de la Administración (1989), Análisis y gestión de políticas públicas (2007) y, próximamente, su nuevo libro Las decisiones públicas (2014). Transversalmente, ¿cuáles son los temas ​que se mantienen de esos hallazgos del 89?
Lo que fue para mí el descubrimiento del análisis de las políticas públicas y la forma en que lo plasmé luego, en 1989, ha permanecido en el tiempo. Si bien hay maneras distintas de plantear este análisis, algunos más técnicocientíficos, otros vinculados al campo de la economía, o a los sistemas multicriterio para tomar decisiones, yo siempre me he inclinado por una lógica más politológica, más política en el sentido estricto.

Esta elección se debe, en parte, a mi formación 
académica y al contexto sociopolítico que me tocó vivir en mis años de estudiante, que transcurrieron en la parte final del franquismo. Luego, cuando me formé como profesor en 1974, fue todo el proceso de la transición democrática que pude vivir en primera fila.

En ese momento el análisis de lo público ya no se restringía a las políticas puras, sino que había un espacio de análisis que me permitió considerar las políticas públicas como un proceso de inevitable conflicto político y deintereses, en el que se toman decisiones que quizás no sean las mejores técnicamente, pero que son las que mejor responden a la correlación de fuerzas políticas y de intereses que se dan en cada momento.

Para mí el libro del 89 no es muy original, pues lo que hace es un resumen de muchas cosas que ya estaban publicadas, sobre todo de la literatura anglosajona. El valor añadido, y por eso sé de su impacto, se centró en que trasladaba esa literatura estadounidense al espacio de la lógica continental del Estado de derecho de la tradición jurídica europea, que en América Latina era mucho más influyente que la norteamericana.

Ese es un poco el acierto del libro, que permitió que la introducción del análisis de políticas públicas en el sistema académico y universitario español fuera más dirigido por los politólogos que por otros especialistas.

En sus trabajos más recientes, y en sus columnas de opinión, usted se refiere a un cambio de época. ¿Qué factores implican que podamos decir que estamos en un cambio de época y no en una crisis coyuntural?
Si estuviéramos hablando solamente de crisis no le estaríamos dando una significación de época, sino una significación coyuntural, en la que se presentarían un conjunto de situaciones que no alteran los grandes principios configuradores de la convivencia o el funcionamiento del sistema político. Por el contrario, el cambio tecnológico, que siempre ha estado presente en los procesos de transformación de la contemporaneidad, tiene una fuerza transformadora de las relaciones sociales de tal envergadura que modifica muchos aspectos de esa realidad.

El elemento central es cómo construimos personas con autonomía crítica, que sean sujetos y no objetos de la historia. Que sean capaces de entender que la autonomía depende de unos elementos básicos y que no se trata de individualismo puro, pues hay unos vínculos con la comunidad circundante.

Para mí uno de los temas clave es la idea de intermediación. Las grandes instancias de intermediación que habíamos construido durante el fordismo, en ámbitos como el productivo, el educativo, el de los servicios o el político, se transformaron con la aparición de internet, y ya no son espacios de intermediación estrictamente necesarios.

Por ejemplo, aquí en EAFIT tienen una experiencia interesante con otra universidad (CES), con la que construyen de forma conjunta implantes de trozos de cráneo. Esto se hace con una impresora de tres dimensiones y se puede construir el implante que se necesita con las medidas exactas de cada cráneo. No hay un stock, se hace a medida. Eso nunca se había imaginado.
​ 
Al tener en cuenta esa situación que usted describe, en la que el cambio tecnológico permite esas modalidades insólitas de producción, ¿cómo se construye la nueva política?, ¿cómo se cuestiona la democracia?
La evolución del concepto de democracia también forma parte de la evolución de la relación entre Estado y sociedad. En la medida en que tú has construido un artificio de carácter representativo, que es central en la mirada de la democracia, esa intermediación que hacen los representantes o los partidos políticos se vuelve imprescindible, a tal punto que la democracia queda, de alguna manera, secuestrada por la intermediación.

El problema es que hemos pasado de una estructura política de difusión autoritaria y jerarquía pura, a una aparentemente democrática, pero su evolución hizo que los representantes de la sociedad monopolizaran esas estructuras institucionales. De intermediarios se han convertido en dueños.

Entonces, los que de alguna manera veíamos en ellos a nuestros representantes, lo que vemos ahora es gente que ha ocupado el poder sin nosotros, que justifican su poder diciendo que nos están representando.

Hace unos años esto podía ser simplemente una queja, pero ahora podemos construir sistemas democráticos donde también ese factor de intermediación tenga otro valor. Es reivindicar que la democracia funcione como debería funcionar.

¿Qué papel juega la formación universitaria en esta nueva forma de pensar la democracia? Porque no se trata solo de graduar estudiantes, sino de formar personas con una conciencia cívica y ciudadana​.
El elemento central es cómo construimos personas con autonomía crítica, que sean sujetos y no objetos de la historia. Que sean capaces de entender que la autonomía depende de unos elementos básicos y que no se trata de individualismo puro, pues hay unos vínculocon la comunidad circundante.

En vez de considerar que el problema de las sociedades actuales es el conflicto, se puede considerar que este es inevitable y que, además, es creativo. El problema es cómo gestionar el conflicto y cómo aceptarlo como una fuente de creatividad.

Teniendo en cuenta esto, la universidad tendría como objetivo formar personas autónomas, preocupadas por la igualdad y que acepten la diversidad, todo esto en contexto de comunidad. Esos serían, para mí, los valores básicos ​que les permitirían superar los conflictos propios de la sociedad de la mejor manera.

Volviendo al tema de la democracia y uniéndolo con la apuesta por la autonomía, se puede detectar un elemento que los conecta, el capital social, que se refiera a la importancia de la cooperación y de las capacidades de autogestión en las comunidades. ¿Cuál es la importancia de este concepto?
La ventaja y la desventaja del concepto de capital social consiste en que es muy sugerente pero, a la vez, que lo agarra y lo justifica todo. Sin embargo, si somos un poco críticos en relación con esa mirada tan omnicomprensiva del concepto, nos damos cuenta de que sigue siendo útil porque nos está indicando una idea que estaba en el fondo del mensaje de Robert D. Putnam: que una comunidad con más sentido de pertenencia tiene más capacidad de enfrentar problemas.

Cuando atacaban a Putnam por sus ideas sobre capital social, en tanto que este podía provocar aislamiento o bloqueos, él decía que había que distinguir entre el capital bonding, el bridging y el linking. El primero mira solamente hacia el interior y es más familiar, pero no puede quedarse ahí, porque estaríamos ante una estructura bloqueada de comunidades. Hay que incorporar la idea de bridging y linking, de vínculos entre comunidades y de vínculos que vayan más allá e incluyan el entorno.

​Creo que lo que expresan estos movimientos es que la gente tiene nuevos instrumentos de intervención y de movilización que no están controlados por los agentes tradicionales.


​Por ejemplo, es muy importante que exista el G8 (bridging), grupo de trabajo cooperativo​ entre universidades en Medellín, pero es más importante aún que exista linking, es decir, que el G8 esté vinculado con la municipalidad,
los movimientos vecinales, el aumento de cultura y las bibliotecas, porque estos vínculos son los que generan comunidad en el sentido amplio.

Esta idea de la democracia nos dice que es posible construir gobierno de lo común sin que esto implique una estructura ni mercantil ni estatal, sino una capacidad colectiva.

Usted mencionaba el tema de la autonomía como un principio que se debía fortalecer desde la universidad. ¿También debe apuntarle la academia a la formación cívica, a pensar lo común?
En este punto lo importante es que el discurso y las prácticas de la universidad sean coherentes, esto es, que el decir corresponda con el quehacer.

Si la universidad cree en la autonomía, pues tendría que construir formatos académicos que la refuercen y favorezcan una metodología docente en la que el estudiante tenga una capacidad de elección y de construcción de su currículo. Si cree en la diversidad es muy importante que este concepto se haga presente en todos los ámbitos, desde la oferta de las comidas hasta el acceso a todo el campus por parte de las personas con alguna discapacidad.

En cuanto al tema de la movilización social en esta época, usted hace hincapié en el papel de internet. ¿Cómo garantizar que los acontecimientos multitudinarios, que se valen de esta herramienta, se conviertan en movimientos de largo alcance y duración?
Este es un debate no resuelto. Si hacemos la lista de lo que ha ocurrido en el último tiempo nos encontramos con la Primavera Árabe, el Movimiento 15 M en España, Occupy Wall Street, los estudiantes chilenos, el movimiento en Brasil. Pero, además del listado, ¿qué encontramos?

Lo que estamos viendo es una reacción en contra, una expresión de descontento e indignación, no una construcción de alternativas. Incluso, cuando se construyen alternativas, en muchos casos pueden parecer retrógradas.

Sin embargo, yo creo que esto no nos tiene que preocupar, porque lo que está poniendo de relieve es la muerte de una forma de hacer y el nacimiento de otras formas, que aún no sabemos bien cuáles son, pero que sí somos conscientes de que no forman parte de la tradición. Lo que está claro es cómo están poniendo de relieve que personas comunes pueden dedicarse a la política sin ser necesariamente políticos profesionales.

En España se dice que saldrá un partido nacido de un sector del 15 M que quiere hacer el salto a la política, pero de una manera totalmente distinta a los partidos convencionales.

A mí no me preocupa tanto si va a funcionar o no, porque estamos en un proceso, en una exploración. Si se mira lo que fue el tránsito entre el Estado de derecho y el Estado liberal, y del liberal al democrático, fueron 20 o 30 años de convulsiones gravísimas, en algunos casos de guerras y conflictos enormes.

Debemos evitar que este tránsito acabe en ese tipo de conflagraciones, pero no podemos tener miedo a que sea un proceso con sus altibajos, pues sería muy fácil decir: ¿dónde está la fórmula?

¿Cree usted que estos movimientos van a trascender o así como se prenden se van a apagar también?
Creo que lo que expresan estos movimientos es que la gente tiene nuevos instrumentos de intervención y de movilización que no están controlados por los agentes tradicionales. De momento son explosiones, acontecimientos de prueba, pero el poder también está aprendiendo que esos nuevos medios existen y, por tanto, va a intentar controlarlos.

Son procesos que no sabemos muy bien qué grado de estabilidad puedan generar, pero en cambio sí parece claro que la gente aprende que es posible utilizar canales distintos. Yo no me preocuparía porque las respuestas sean muy rápidas. Son procesos de exploración y aprendizaje.

¿Se pueden pensar de manera optimista estas movilizaciones?
Se pueden ver tanto de manera optimista como pesimista. Casos como el de Edward Snowden nos demuestran cómo la utilización
de redes son muy importantes para mantener capacidades de control sobre la gente. El fantasma del gran controlador está ahí presente, pero yo creo que los que son más optimistas confían en que la estructura, como está ideada internet, hace muy difícil que todo sea controlable.

El lado pesimista pensaría, por su parte, que sí hay alguien capaz de mezclar todo lo que está en la red, y que puede saber exactamente qué estás haciendo, cómo lo haces o dónde estás. En medio de ese optimismo y pesimismo digital está la realidad y esta nos puede dar ejemplos de todo tipo. Si no leo mal la realidad colombiana, podría decir que las élites han logrado 
mantener históricamente su posición de privilegio y de dominio, a pesar de los cambios que se han ido produciendo. Pero se hace evidente un cambio cuando estas élites tienen que enfrentarse a estructuras mucho más globales y plurales.

La inestabilidad es algo global. Es muy difícil imaginar cómo estarán los equilibrios económicos en 2030. Las previsiones de nuevos equilibrios, de nuevas formas de producción, de estructuras de conocimiento distintas y las incertidumbres dominan el escenario. Hay toda una sensación de riesgo, y es ahí donde el capital social es tan importante, porque estás construyendo gente y comunidades capaces de enfrentarse a las incertidumbres.


​La inestabilidad es algo global. Es muy difícil imaginar cómo estarán los equilibrios económicos en 2030. Las previsiones de nuevos equilibrios, de nuevas formas de producción, de estructuras de conocimiento 
distintas y las incertidumbres dominan el escenario.

La movilización la entiendo, entonces, como la expresión de cambio que muestra que algo no funciona, pero que puede ser superado en tanto se comprenda cuál es su origen, sus pautas y formas de hacer. Por el contrario,
si no hay una comprensión, la situación puede volver a reproducirse o hacerse más grave.

En sus trabajos también se ha referido al tema de la exclusión, que se puede expresar en la posesión exclusiva del poder por parte de las élites a las que se acaba de referir. En ese sentido, ¿cómo pensar las políticas públicas de
manera más incluyente?
Tenemos que ver que en la medida en que la incertidumbre, la inseguridad y la sensación de riesgo aumentan, también se generan las posibilidades de subsistencia, funcionamiento y supervivencia. En Europa hay un grupo
de ciudades que han promovido un movimiento que se llama Cities in transition, y lo que en el fondo están proponiendo es una
especie de vuelta al feudalismo, es decir, que están buscando que la ciudad se vuelva lo más autosuficiente posible, aunque sin perder la conectividad global.

Si una comunidad puede tener asegurados temas como el consumo energético, los bienes de subsistencia básicos, los sistemas de intercambio y el depósito de residuos, entonces se podrá hablar de que esta sociedad es capaz de resistir procesos de cambio y de transformación sin perder su identidad. Estas comunidades son resilientes.

Esto no implica procesos de aislamiento porque ahora esa burbuja estará conectada globalmente, colaborando con otros, en otros lugares del mundo, que tienen los mismos ideales o principios. Lo que conviene es pensar que la proximidad no está en contra de la globalidad, que no son conceptos antagónicos, sino complementarios.

Todo esto que ha descrito puede sintetizarse alrededor de la innovación social. ¿Cree que esta podrá traducirse en una nueva constitucionalidad?
Estamos en ese tránsito. Ahora todo el debate está sobre el proceso constituyente, los cambios en el sistema electoral y los mecanismos de decisión alternativos. Al cambiar tanto las cosas es necesario renovar el pacto fundacional, de coexistencia y de relación.

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Última modificación: 27/02/2017 20:36