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El Eafitense / Edición 106 Desde el alto de Otramina…

Desde el alto de Otramina…

​​El Fondo Editorial Universidad EAFIT le dio vida a Otramina, una colección de poesía que surgió como un homenaje al poeta antioqueño León de Greiff y a uno de sus poemas más sonados: Relato de Ramón Antigua. En la actualidad son cinco los títulos que se han publicado de este trabajo. Esta es una reseña de la colección.​ ​

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El Fondo Editorial Universidad EAFIT comenzó, en 2013, una colección de poesía, en un acto, tal vez, inusual en el campo editorial colombiano actual, dado que casi nadie quiere publicar poesía en el país y menos crear colecciones de ese género.

Hace unos años, una gran editorial colombiana, que publica textos de toda índole, incluso literatura, cerró su colección de poesía porque, dijo su gerente, los demás géneros literarios, que la "subvencionaban", también andaban de capa caída. Es decir que a esa colección de poesía la "pagaban" otras colecciones, no sus (inexistentes) lectores.

Sin poesía, sin embargo, y esto ya no es ningún lugar común, el verdadero arte, cualquier arte, es impensable. Y también son impensables los seres humanos, pues según el escritor guatemalteco Luis Cardoza y Aragón “la poesía es la única prueba concreta de la existencia del hombre”.

​Quien dice, pues, que la poesía es la cenicienta de la edición de literatura en Colombia, acude a un lugar común, pero no miente. Los lectores de literatura, que ya son pocos, según tantos argumentos, profesores y estadísticas, normalmente lo que menos quieren leer es poesía.

Las razones pueden ser varias: por prejuicios de vieja data (es muy difícil de entender, son lenguajes muy elevados y abstractos) o porque su poca experiencia como lectores de versos les ha dejado más sinsabores que alegrías y gozo. Y así, la poesía va quedando para muy poca gente, para lectores que, de paso, le dan una mirada como seres extraños y ensimismados. Sin poesía, sin embargo, y esto ya no es ningún lugar común, el verdadero arte, cualquier arte, es impensable. Y también los seres humanos, según el creíble escritor guatemalteco Luis Cardoza y Aragón, quien dijo que "La poesía es la única prueba concreta de la existencia del hombre".

​La colección ea​​fitense

Otramina se llama la colección de poesía que emprendió el Fondo Editorial Universidad EAFIT, que cuenta ya con otras colecciones literarias, como Letra x Letra y Rescates.

La que aquí comento tiene un nombre que es un homenaje al poeta antioqueño León de Greiff, quien en uno de sus poemas más sonados (todos sus poemas son "sonados", vale decir), Relato de Ramón Antigua, comienza diciendo: En el alto de Otramina / ganando ya para el Cauca / me topé con Mario Vélez / en qué semejante rasca, / me topé con Toño Duque / montado en su mula blanca, / me topé con Mister Grey / el de la taheña barba: / […]. Un poema largo, bello y sonoro que termina igual a como comienza, y cuyo pie reza: "Región de Bolombolo, 1926-1927".

Y es bella la colección, con la sobriedad y la simpleza de la buena poesía, de formato amigable y portadas de colores tenues al tiempo que vistosos. "Los diseñadores y editores viajaron al lugar a captar sus tonos, su esencia, y usaron la gama de colores para realizar el diseño", explicó en la presentación de la colección Darío Jaramillo Agudelo, poeta de sabido reconocimiento en el país y director de este proyecto editorial.

Y es una sorpresa, piensa uno, que los editores del Fondo Editorial Universidad EAFIT se hayan tomado el trabajo de ir a Bolombolo, lugar donde "ocurre" el poema-homenaje de la colección, a tomar (de la tierra, del ambiente, de la naturaleza) los tonos físicos que distinguirán los libros de poesía de Otramina.

La colección ha comenzado con estos cinco títulos: El cielo vacío, de Juan Vicente Piqueras (España); Últimos días de Robert J. O´Hara, de Julio Alberto Balcázar (Venezuela); LI poemas para Li, de John Galán Casanova (Colombia); Esto no es el amor, de Pablo Jiménez Burillo (España); y Postales, de Frank Báez (Santo Domingo) que, al momento de escribir esta reseña, no estaba todavía con su vestido de papel y tinta, pero estaba ya listo, en un PDF en la pantalla. Es el primero de 2014.

Los cinco libros, como es natural, presentan cinco voces de muy diverso registro y de tratamiento de los temas también diverso, aunque haya asuntos coincidentes, sobre todo el amor (bien dice una frase, oída hace tiempo y atribuida, como es costumbre, a varios autores, que toda historia es una historia de amor o de su falta).

El cielo vacío es un libro de aforismos o pensamientos sobre el cerebro, aunque, al andar el libro, el lector verá que el autor habla de otras cosas, se desvía, encamina su palabra al corazón, a la muerte, a los pájaros, a muchos temas que son, sin duda, también el cerebro, o él las produce o las inventa: "Nido de pájaros idos, de paradojas", "Somos hormonas, hermano, somos hormonas", "Mi cerebro no es mi contemporáneo", "El amor, ese entusiasmo hormonal", y así va, con el desparpajo propio de un autor avezado que aprovecha, incluso, un juego de palabras y no se detiene: "No te dejes engañar por apariencias modernas: el cerebro es paleolítico. Por error había escrito paralítico".

Como todo buen cultivador de aforismos, Piqueras deja gravitando el sentido de su sentencia en esa especie de limbo que es el silencio en la poesía, para que sea el lector quien culmine su intención (o su juego): "Pienso en la poca importancia que tiene lo que pensamos". A veces pone líneas ajenas en su conjunto con esa misma intención: que el lector diga lo que quiera, pero que, ante todo, aprenda a jugar, y viene, por ejemplo, un aforismo de Elías Canetti: "Los rastros de lo evitado". (A Canetti le gustaba provocar con cosas así). Y todo culmina también como en el aire, como el aire, que es lo que quiere, sin duda, quien escribe aforismos. Uno así, que está al final: "Hay un cielo vacío en el cerebro —dice el cerebro".

​Irreflexión y desacrali​​zación

La antítesis de lo anterior es Últimos días de Robert J. O´Hara, un poemario vertiginoso, lleno de lenguaje y, por lo tanto, de una vitalidad que raya, por qué no, en la irreflexión, o por lo menos en el desorden de los sentidos, como le gustó tanto hacerlo al surrealismo: "Sea tonta, agresiva, baile Beatles. La vida es triste y fea, pero toda nuestra. /Hay cerveza y certezas que nadie usa. / Son hermosos los pájaros negros que sobreviven nuestros sueños".  (De "Jazz con comida china", p. 62).

Robert J. O´Hara, vos poética y alter ego del autor, sin duda, va por este libro en un periplo de inusual matrimonio con casi todo, aun con sus derrotas y sus muertes. Al final, tal vez como en un circo o en un espectáculo de diversiones, dice en un pequeño poema: "Ahora podéis aplaudir": "Jamás sentaré cabeza. / Así esta descanse a los pies de mis pies tronchados, / en mi última tumba, os aseguro, / no será esta mi última morada. / He aquí un probable epitafio: 'todo ocurre de repente'". (p. 106).

​Y es bella la colección, con la sobriedad y la simpleza de la buena poesía, de formato amigable y portadas de colores tenues al tiempo que vistosos.

LI poemas para Li, que a todas luces quiere jugar en su título con la aparente repetición del nombre de quien despierta el amor de estos poemas, Li, es solo en apariencia (estas son "trampas" que a Galán Casanova le han gustado, como jugarse en el poema la opción de irse por las ramas).

Son 51 poemas para Li, aunque ella no esté, tampoco, en todos los poemas, como el cerebro en el primer libro y como O´Hara en el segundo, aunque sea para ellos que se escribe. El poema está desacralizado y recoge detalles minúsculos e intrascendentes, porque lo que quieren es decir que al poema es posible encontrarlo en una sucesión de imágenes que se dan un paisaje o en un temblor interior: "engranaje sonámbulo de nubes / grillos dormidos dentro del frailejón / silencia paso a paso en fila india / —pasos de araña, pasos de hormiga— / […] / mastodonte de hirsutos bosques sobre el lomo, / el páramo rumia los siglos y los días". (p. 80).

Todos los poemas de este libro de Galán Casanova comienzan con minúscula, como si ningunos se apartara de los otros y fueran, entonces, una continuación, un solo poema. Y todo el libro es un solo poema con un amor en el fondo, con el abrazo gozoso del amor. El último texto es: "LI poemas / para Li // Lilibro". Lo que dije antes: un juego y el amor.

Esto no es el amor tampoco cumple. Engaña, porque lo que hay adentro es otra vez amor: "Esto va de mal en peor, / no dormimos / y me voy enredando / en tu sonrisa. / Me da igual / ir a un italiano que a un chino. / Sé que no voy a comer nada. / Es tan rara esta felicidad / que me he puesto el estómago de bufanda". (p. 6). ¿Se pueden escribir buenos poemas de amor bajo el influjo ardoroso del amor? No sé, pero los mejores poemas de amor son los que saben tomarle distancia a ese sentimiento y lo tratan con humor o con ironía o con fría indiferencia.

O con entrega, pero que saben cuidarse del melodrama y la obviedades, como lo hacen Pablo Neruda, Darío Jaramillo o Luis Cernuda, autores de bellos poemas de amor para cargar en los bolsillos. Este poemario de Pablo Jiménez Burillo nos da poemas de amor de aquellos que nos pertenecen, porque se parecen a nosotros, incluso con el grado justo de ridiculez que nos pertenece: "Bastaron tres besos / para descerrejar la caja de las sorpresas. / Nunca imaginé que tuvieras / palomas y ardillas entre los dientes". (P. 14).

Los cinco libros, como es natural, presentan cinco voces de muy diverso registro y de tratamiento de los temas también diverso, aunque haya asuntos coincidentes, sobre todo el amor (bien dice una frase, oída hace tiempo y atribuida, como es costumbre, a varios autores, que toda historia es una historia de amor o de su falta).

​​Largos ​poemas

Y en Postales el lector encuentra a un poeta que escribe como a la antigua: largos poemas que recrean con gusto y a veces con rabia la ciudad, y su propia vida llena de ciudad. Su Santo Domingo y otras norteamericanas con sus ínfulas y sus personajes y sus calles de locura (cómo no recordar a ratos "Aullido" de Ginsberg). Poemas memorables como "La Marilyn Monroe de Santo Domingo" ("Soy la Marilyn Monroe de Santo Domingo. / Tengo seis pies cuatro pulgadas. / Dos pulgadas más cuando uso tacos. / Tengo un lunar en las nalgas. / […]".

Y así va, por cinco páginas más con un personaje tan mundano, trágico y hermoso como la M. M. de Los Ángeles. En "Treinta años" (p.35)  hace un repaso y un vaticinio poco condescendiente de su vida, bajo un gesto de ironía y pesadumbre risueña, un tono que en general acompaña todos sus poemas: "A los 20 uno escribe poesía como si fuera un reactor nuclear. / A los 30 uno escribe como si fuera el operario del reactor nuclear". Y de Roberto Bolaño dice en un poema (p. 58): "Roberto Bolaño es la nube con forma de poeta, es el humo que se / alza de las chimeneas, es la nieve que cae fuera de las heladerías, / en las terrazas  y los cafés parisinos", entre otras cosas, en un hermoso texto que reivindica esa forma, casi siempre fracasada, de los poemas homenaje.

​Las postales van al final, en el tercer capítulo, como si fueran 88 aforismos de intimidad, de rostros y de calles, que son dedicatorias, y como si de un calidoscopio de su vida se tratara: "A tío Tomás que fue una vez Sandro de América".

​Es una editorial universitaria la que se ocupa de publicar una colección de poesía como esta, porque, afortunadamente, quedan, en los tiempos que corren, los extraordinarios refugios (de la glotonería comercial, de la falta de incentivos culturales, del mal gusto y la chapucería) que son las universidades y sus fondos editoriales, que se atreven, entusiastas, a publicar (también) poesía, porque no temen perder el dinero y sí ganar, quién quita, lectores de versos, lectores de buenos poetas del mundo. Cuando esto último ocurre, no hay que dudarlo, los seres humanos aprenden que, de verdad, "la poesía es la única prueba concreta de la existencia del hombre".

Última modificación: 06/03/2017 10:07