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El Eafitense / Edición 110 Tres historias para creer que la movilidad sostenible no es una utopía - El Eafitense

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Tres historias para creer que la movilidad sostenible no es una utopía

Un profesor, un ingeniero y una ama de casa se cruzan en Medellín alrededor del uso de la bicicleta. Cada día más aumenta la consciencia alrededor de este medio de transporte que se convierte en alternativa de movilidad.

Fotos: Róbinson Henao​
​Jessica Alejandra Suárez Cataño
Colaboradora

Si se para un día en un puente a observar el tráfico de la avenida Regional a las 6:00 p.m., difícilmente creería que en Medellín se hable de que se le apunta a una movilidad sostenible. Sin embargo, si otro día va a su trabajo en las bicicletas públicas de EnCicla, transitando por los ciclocarriles y luego completando el trayecto en tranvía, posiblemente tendría una nueva perspectiva de la movilidad en la ciudad. 

Si se mira un valle en el que recientemente se dejaron de ver las montañas por la contaminación, surgen las preguntas de si se tomará consciencia del impacto ambiental y de si hay o no disposición de cambiar los hábitos por algo tan vital como la calidad del aire que se respira, la salud y por algo de responsabilidad compartida alrededor del planeta que se habita. 

Como todo discurso repetitivo se puede convertir en cantaleta, aquí lo que hay son historias de personas como usted, no activistas o líderes ambientales que, por distintas razones, cambiaron sus formas de andar por la ciudad y que, tal vez sin proponérselo, escogieron movilizarse de formas más responsables con el medio ambiente y el descongestionamiento del tráfico. 

Se sube la Transversal Superior en bicicleta 

Cuando Juan Diego Jaramillo Fernández compró una bicicleta con el propósito de irse a trabajar en esta, su esposa le dijo que no iba a permitírselo, que era una irresponsabilidad. Él también se preguntó: “¿Será que voy a hacer una locura?”, pero se atrevió a probar el recorrido, primero un sábado, luego en semana y ya lleva dos años haciendo el viaje a EAFIT de ida y vuelta en bicicleta, en promedio cuatro días a la semana. Su familia lo despide por las mañanas con tranquilidad. 

Este profesor de Ingeniería Civil también tiene carro y lo usa, aunque dice que ya no es lo más usual. Él tomó la decisión de transportarse en bicicleta por varias razones: porque el tráfico lo saca de casillas, porque le gusta la bicicleta desde que era joven, así como los aparatos tecnológicos y su bicicleta le parece especial por ser eléctrica y plegable.

Además, porque siente que puede lograrlo: “Para mí es muy fácil porque tengo un trabajo que me lo permite. Yo llego aquí y estoy aquí todo el día”, comenta y añade que si tiene que desplazarse a otros lugares lo hace en metro o en bus. Lo de sentirse bien al respecto, dice que le llegó después. Bienestar físico le produce andar en bicicleta a los 57 años, y pensar que está haciendo parte de un cambio positivo. 

Él no cree que haya que decirle a toda la gente que se pase a la bicicleta, más bien se puede motivar y eso es algo que Juan hace, aunque no se lo proponga. ¿Por qué? Porque es un ciclista que llama la atención. “La gente para mucho a verme porque soy muy adulto, tengo el pelo blanco, no es lo usual”, dice el profesor, mientras recuerda que en las calles los conductores de carros y motos le dicen: “¡Vamos viejo!”, “¡Tú puedes!”, e, incluso, lo detienen para preguntarle cómo le va montando en bicicleta, cuánto le costó, a qué velocidad anda, si no le da miedo... 

Si se es uno de esos curiosos, Juan Diego diría que él no usa la bicicleta para andar por toda la ciudad, le parece complicado y no se siente el más habilidoso. Usa una misma ruta, buscando andar por vías principales como Las Vegas y la calle 10, por seguridad de que no le roben la bicicleta. También sale cuando comienza el Pico y Placa, tanto en la mañana como en la tarde, para asegurarse de transitar cuando hay menos flujo vehicular. Su bicicleta detiene el suministro de energía si supera los 25 kilómetros por hora, pero para él eso no es un problema. 

“Voy muy despacio, lo disfruto mucho”. En los 7.5 kilómetros de cada trayecto se demora, aproximadamente, 16 minutos, casi lo mismo que en carro. Además, dice que la situación mejora en la medida en que más ciclistas andan por las calles: “Hay mucho más respeto por el ciclista y ya somos muchos, cuando yo paro en un semáforo, ya no estoy solo”. 

Aunque este profesor se lanza a las calles, porque en todo el trayecto que recorre no hay ni un centímetro de ciclorruta, se sueña el día que las creen. Para él eso contribuiría a facilitarles las cosas a las personas que piensan que compartir la vía es un suicidio, como él mismo lo pensó en un principio.

Usó el carro solo 14 veces en el año

Manuel Castro, un egresado de Ingeniería Civil de EAFIT, no fue ajeno a la ilusión de querer comprarse “su carrito”. En 2000 se hizo a un automóvil y lo usaba para ir a todas partes, pero se le fue tornando incómodo por la congestión de la ciudad y la dificultad para encontrar dónde parquear. Además, dice él, “uno termina trabajando para sostener el carro”. Según las cuentas de los últimos años cuando lo tuvo, podía gastarse 300.000 pesos mensuales solo en parqueadero y gasolina. A eso habría que sumarle el Soat, la póliza de seguro particular y las reparaciones. En total, ahora se ahorra 6.000.000 de pesos al año y los aprovecha para darse dos viajes al exterior. 

Manuel teletrabaja desde su casa, y tiene entre tres y cuatro reuniones semanales con sus clientes. Vive en Belén y va hasta Envigado o El Poblado. Con un GPS calculó que en la bicicleta se demora cinco minutos más de lo que se demoraría en carro, en hora pico, y diez minutos más entre las 9:00 a.m. y las 4:00 p.m. ​

En esos días de aburrición con el carro, pensó que en otras ciudades del mundo, como Nueva York, la gente usa la bicicleta como medio de transporte y se decidió a intentarlo. En los primeros seis meses se cayó dos veces, pero él fue aprendiendo algunas tácticas a través de lo que otros ciclistas recomendaban por Internet. Aconsejaban, por ejemplo, que para andar seguro en las noches lo mejor era tener unas luces muy brillantes, especialmente la de atrás, porque el mayor peligro es no hacerse visible en la vía. 

También supo que para no sudar tanto, debía evitar cargar el bolso en la espalda. Le consiguió una parrilla a la bicicleta, unas alforjas y eso le disminuyó el calor en un 50 por ciento. Llevar un termo con agua helada también fue otra solución, “funciona como un radiador, te baja de una la temperatura del cuerpo”, dice Manuel, quien agrega que otra clave es andar con ropa clara, “caribeña”. A su vez, en una ciudad como la nuestra, es importante tener una bicicleta con cambios, porque si se aprende a hacer un esfuerzo constante, el cuerpo se adapta y suda menos. 

En una época, Manuel todavía usaba el carro los fines de semana para pasear. Sin embargo, cada vez era menos frecuente. Recuerda que en 2014 fueron solo 14 veces. Se sabe el número exacto porque puede hacer memoria de cada una de esas salidas. Para ese momento, ya llevaba más de dos años montando en bicicleta para andar por la ciudad y el carro se estaba dañando de estar quieto. Entonces mejor lo vendió. 

A sus 42 años, reconoce que, además de las ventajas en el ahorro, le ha visto a la bicicleta el beneficio de hacer ejercicio permanente. Él admite que se pasó a la bicicleta más por comodidad que por un asunto de consciencia. Sin embargo, como ingeniero civil, piensa que Medellín no tiene más espacio y se tiene que optimizar el que hay. No a través de construcciones de puentes o segundos pisos viales, sino de un uso más eficiente de las vías que se tiene en la actualidad. Vías en las que pueden aumentar las ciclorrutas, porque su ausencia es uno de los principales obstáculos para que más personas se decidan a andar en bicicleta. 

¿Qué tanto anda él por la ciudad? Manuel teletrabaja desde su casa, y tiene entre tres y cuatro reuniones semanales con sus clientes. Vive en Belén y va hasta Envigado o El Poblado. Con un GPS calculó que en la bicicleta se demora cinco minutos más de lo que se demoraría en carro, en hora pico, y diez minutos más entre las 9:00 a.m. y las 4:00 p.m. Anda más rápido cuando hay tráfico porque los carros están detenidos. En las horas de más flujo vehicular prefiere irse más despacio, con precaución.​​​​ 

Manuel también piensa en que en la medida que más personas anden en bicicleta, más seguro será para los ciclistas en general. Cuando va con otros cuatro o cinco ciclistas en la vía, ve cómo los carros mantienen más la distancia. El aumento de ciclistas urbanos es una realidad: “La gente se está cambiando, es poco a poco”, dice, y justo después de esas palabras, pasa una mamá llevando a su hija en una bicicleta con una silla para niños y el papá, detrás de ellas, en otra bici. “Esa hubiera sido una buena foto”, apunta Manuel.​


 

El hecho es que ni Juan Diego ni Manuel ni Beatriz se conocen entre sí, pero sus historias se cruzan porque son personas que cuestionaron sus hábitos.​​​

Beatriz es una mamá ecológica 

Para Beatriz Franco el carro nunca ha sido sinónimo de estatus. Recuerda con cierta gracia que su mamá solo era capaz de manejar en línea recta, porque le daba nervios voltear. Y cuando su papá los llevaba en carro de paseo, a veces se terminaba arrepintiendo y se devolvía. Así de tanto se estresaba. A ella la acción mecánica de manejar le gusta, pero hacerlo en una ciudad de tráfico salvaje, como Medellín, le resulta indeseable. 

En el hogar que conformó con Gerardo Arango, antiguo profesor de la Escuela de Ciencias Básicas de EAFIT, llegaron a tener dos carros. Un clásico Renault 4 fue el primero, lo consiguieron en 1992 y lo tuvieron hasta el 99. El segundo, más moderno, lo consiguieron en 2007 y también lo mantuvieron por siete años. Ya no hay, ni habrá más carros en la familia Arango Franco. 

Claro que quedan los recuerdos de los viajes que hicieron en estos, por ejemplo, cuando vivían en El Carmen de Viboral y salían con los pequeños Sarita y José a donde los abuelos los fines de semana en el Renault 4. El automóvil estaba para prestarle un servicio a la familia. Por eso, cuando Gerardo murió, hace cuatro años, y cada hijo quería darle un uso particular al vehículo, para Beatriz la tenencia del carro perdió sentido. Además, Sara, la hija mayor, ya había comenzado a movilizarse en bicicleta de la casa, en la Loma de El Escobero (Envigado), a EAFIT. También usaban más el transporte público entre semana y el carro pasaba más tiempo en el parqueadero. Fue así como decidió venderlo y sintió que se quitó un peso de encima, porque los costos de tener un vehículo ya no eran más una preocupación. 

«En estos días leí un artículo que decía el costo de mantener un carro... ¡Qué risa! Lo pusieron muy barato y eso no es así», dice esta pintora y ama de casa, que opina que con las facilidades actuales para conseguir carro y moto, además de la falta de control de esto por parte del Gobierno, se tocará fondo pronto. «Por más que le abran vías nuevas a Medellín, esa no es la solución porque la ciudad se va a recalentar más, se va a contaminar más, va a haber menos vegetación», piensa ella. 

En su terraza, Beatriz tiene dos guayacanes, un árbol de aguacate y una palma que espera plantar en su unidad residencial. Dentro de su casa hay una bicicleta con algo de polvo, porque Sarita está en Nueva York. Ella usa una bicicleta estática: «Porque cuando quise montar ya resulté enferma de la columna», pero eso no la limita para usar transporte público: buses, metro o taxis para ella son buenas opciones y por su casa pasan con frecuencia.

El hecho es que ni Juan Diego ni Manuel ni Beatriz se conocen entre sí, pero sus historias se cruzan porque son personas que cuestionaron sus hábitos. No lo hicieron por cambiar al mundo, sino por hacerle caso a lo que sentían: el cansancio, el estrés, la inconformidad con seguir haciendo las cosas de la misma manera. 

“En Medellín hay mucha más tos y muchos más estornudos que sonrisas”, dijo el escritor Héctor Abad Facciolince el 2 de abril, en su columna en El Espectador. Puede que la nube de esmog se haya disuelto, pero la contaminación continúa.​ ​​​

Última modificación: 28/02/2017 0:56