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El Eafitense / Edición 111 ¿Ciudad sostenible? A hablar de cambio climático en Medellín

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¿Ciudad sostenible? A hablar de cambio climático en Medellín

​​Con la participación de EAFIT se desarrolló, en octubre de 2016, el Foro Ciudades Bajas en Carbono. En la actividad se habló del papel de la academia y de las instituciones públicas para crear urbes y regiones sostenibles. Este encuentro fue liderado por el colectivo La Ciudad Verde, un centro de pensamiento independiente que busca posicionar el tema ambiental en la agenda pública y la participación activa de todas las personas en las políticas medioambientales.


​Foto: Róbinson Henao​​
​Jessica A. Suárez Cataño
Colaboradora

Por lo menos aún se escuchan los pájaros. En medio del ruido de los motores o de las nuevas construcciones, el bichofué y el loro reclaman su lugar en la ciudad, al igual que los niños piden espacios al aire libre para jugar y hacer ejercicio, sin que sus padres teman una enfermedad pulmonar. Se vive en una Medellín que crece hacia afuera y hacia adentro. Se expande vertiginosamente, sin una planeación que pueda seguirle el ritmo a las constantes inmigraciones que se dirigen a la capital paisa.

En medio de todo eso, debe de haber algo de optimismo. La confianza está en que si los líderes del mundo se reunieron en Francia para acordar medidas efectivas sobre el cambio climático, el compromiso va a ser real. Es posible pensar que los tranvías y los metrocables van a animar a más personas a usar los medios de transporte públicos. Se ve como un avance que Medellín sea sede de eventos sobre sostenibilidad, como el primer Foro de Ciudades Bajas en Carbono, que se realizó en octubre de 2016 en una alianza entre la academia, la ciudadanía y el sector empresarial.

“La crisis de la ciudad demasiado grande es la otra cara de la crisis de la naturaleza”, les dijo el escritor Italo Calvino a los estudiantes de la División de Escritura de la Universidad de Columbia en Nueva York, el 29 de marzo de 1983. Ese día no les estaba dando un discurso ambientalista, sino
que les hablaba de su libro Las ciudades invisibles: “Creo haber escrito algo como un último poema de amor a las ciudades… Tal vez estamos acercándonos a un momento de crisis de la vida urbana y Las ciudades invisibles son un sueño que nace del corazón de las ciudades invivibles”.

Medellín no es invivible, todavía. Mucho menos invisible. La crisis del aire en el primer semestre de 2016 encendió los reflectores mediáticos, porque las emisiones de partículas contaminantes, en la urbe antioqueña, alcanzaron niveles comparables con Pekín y Ciudad de México. Y es que, retomando las palabras de Scott Miller, uno de los científicos que estuvo en el Foro de Ciudades Bajas en Carbono, se tendrá que ver cómo es posible canalizar el rápidamente cambiante metabolismo de las ciudades, y allí el papel de la innovación será resolver la adicción de la economía al carbono.​
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Las corrientes de aire y las corrientes marítimas regulan la temperatura de la Tierra, pero cada vez le está quedando menos fácil al planeta autorregularse, porque el actual modelo de desarrollo industrial ha elevado los niveles de carbono al extremo.

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¿Por qué ciudades bajas en carbono?

En algunos autos se puede leer el aviso que dice: “Cuido al aire, funciono con gas natural vehicular”. Pero puede ocurrir que eso no sea del todo cierto. Aunque un carro a gas pueda tener emisiones menos contaminantes que uno que funciona con gasolina, resulta que la producción de gas natural, y el uso de carbón, del petróleo y sus derivados, los llamados combustibles fósiles, aportan volúmenes gigantescos de dióxido de carbono
a la atmósfera.

En una explicación muy elemental, el dióxido de carbono que no alcanza a ser procesado por las plantas, y otros gases, como el metano, ese que eructan las vacas, se acumulan en la atmósfera del planeta. Las corrientes de aire y las corrientes marítimas regulan la temperatura de la Tierra, pero cada vez le está quedando menos fácil al planeta autorregularse, porque el actual modelo de desarrollo industrial ha elevado los niveles de carbono al extremo. El cambio climático no es un invento de ambientalistas. Las imágenes de la Antártida con una capa de hielo cada vez menos gruesa, las continuas tormentas tropicales o las sequías en otras partes del mundo no son un capricho de la naturaleza, sino un resultado de nuestra intervención desmedida.

El concepto de desarrollo bajo en carbono es algo que, según Juliana Gutiérrez Rúa, coordinadora del Foro de Ciudades Bajas en Carbono, empezó a utilizarse en las conferencias sobre cambio climático en Francia. “Son unas estrategias en las que un país puede continuar su nivel de desarrollo, sin afectar el clima”, explica ella y agrega: “Y, ¿si es posible hablar de un desarrollo económico sin afectar el clima? ¿No es una contradicción?”. La respuesta para ella es que sí es posible, porque se puede desarrollar una economía que no dependa de los combustibles fósiles.

¿Por qué no hay avances en detener el uso de la energía fósil? Una pregunta que el ambientalista Javier Márquez, de la Corporación Penca de Sábila, responde de la siguiente manera: “Hay alternativas en la energía eólica, en la energía solar, en otras fuentes de energía como la hidroelectricidad. Pero hay un monopolio de la producción petrolera, de la producción de carros y  hay un mercado planeado a un tiempo determinado. Ellos llevan haciendo una transición de energías, pero en la medida en que las van controlando a través de patentes”.

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Algunos niños y jóvenes del Valle de Aburrá, que hacen parte de la Universidad de los Niños de EAFIT, tienen unas propuestas concretas para que se tengan ciudades bajas en carbono y sostenibles.

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​Quienes están trabajando desde abajo, con la ciudadanía, saben que los retos son grandes. "¿Cómo hacer para que un joven pueda decirles a sus gobernantes "yo no quiero que hagan más perforaciones petroleras"? Y que una persona pueda decirle a otra que tenga el poder de decisión: '¿cuándo vamos a parar?' Porque ya hay alternativas y son mejores". Esas cuestiones las planteaba Mónica Araya, directora y fundadora del centro de
pensamiento Costa Rica Limpia, durante su intervención en el Foro de Ciudades Bajas en Carbono. Ella dejó dos mensajes especiales: el primero, "ser vulnerables no significa ser incapaces"; y el segundo, "la gran batalla se jugará en las ciudades".

Este último planteamiento de Mónica se puede relacionar con un dato que pone a las ciudades como protagonistas del cambio climático: “A pesar de que las ciudades son un área tan pequeña, apenas un 3 por ciento del planeta, son las responsables del 75 por ciento de las emisiones de carbono. “Eso nos indica que es ahí donde tenemos que empezar a actuar y rápidamente”, dice Alejandro Álvarez Vanegas, profesor del Departamento de Ingeniería de Procesos y coordinador de Cultura Ambiental en EAFIT.

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La sostenibilidad, esa utopía

Bien decía Eduardo Galeano que las utopías sirven para caminar. “La utopía está en el horizonte. Camino dos pasos, ella se aleja dos pasos y el horizonte se corre diez pasos más allá (...)”. Detrás del discurso a veces grandilocuente y lejano de la sostenibilidad, hay principios tan sencillos, aunque no por eso fáciles, como la justicia y la solidaridad.

Alejandro Álvarez equipara la idea de la sostenibilidad con la democracia. Comenta que, leyendo a Fernando González, en Los Negroides, encontró que la democracia va más allá de unas elecciones y un voto. En  realidad, se trata, dice él, de “que el pueblo se encuentre representado con sus características, su cultura, sus expectativas y deseos en una persona”.​

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Los niños y jóvenes se asumen como responsables del cambio, pero también dejan claro que esperan que sus familias, los colegios, los investigadores, los empresarios y los gobernantes se sumen al compromiso, porque como dijo uno de ellos, Anderson Salinas, de 14 años, "una sociedad sostenible es una sociedad en la que todos podemos apoyarnos entre nosotros".​

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La democracia tiene mecanismos o vehículos que ayudan a hacerla real, como las elecciones, pero hace falta sensibilizar a la gente en temas de participación y llevar esa participación más allá del momento electoral, entre muchas otras cosas. A pesar de eso, afirma que es notablemente mejor una democracia imperfecta que una dictadura. Entonces, si se mira la sostenibilidad y la democracia como ideales, van a ser inalcanzables, “pero es algo que tenemos que buscar, porque es la forma más sensata de organizarnos y de evolucionar como sociedad”, agrega el docente.

Niños color esperanza

Tal vez para los adultos sea difícil creer que vivirán en ciudades sostenibles, pero algunos niños y jóvenes del Valle de Aburrá, que hacen parte de la Universidad de los Niños de EAFIT, tienen unas propuestas concretas para que se tengan ciudades bajas en carbono y sostenibles. Dejaron las propuestas consignadas en un manifiesto, que construyeron en dos talleres previos al Foro de Ciudades Bajas en Carbono. Ya las han presentado en el Foro, el Concejo de Medellín y Lunes de Ciudad, un espacio de conversación que se realiza todos los lunes en el Teatro Pablo Tobón Uribe.

Los niños y jóvenes se asumen como responsables del cambio, pero también dejan claro que esperan que sus familias, los colegios, los investigadores, los empresarios y los gobernantes se sumen al compromiso, porque como dijo uno de ellos, Anderson Salinas, de 14 años, "una sociedad sostenible es una sociedad en la que todos podemos apoyarnos entre nosotros". Esa ciudad que ellos sueñan se basa en una movilidad no contaminante, un hábitat verde y bien planeado, un adecuado manejo de los residuos, unas industrias con buenas prácticas ambientales y alejadas
de la zona urbana, así como el uso de energías renovables en muchos procesos.

Los niños y jóvenes dicen abiertamente que  hay que "dejar el sedentarismo y las rutinas. Dejar en casa el carro y la moto, y seguir como
lo hacíamos antes... Caminar más nos hace bien”. “Uno se sorprende porque los niños no se dejan enredar, sino que tienen un lente
mágico para desnudar la naturaleza de las cosas”, piensa Alejandro Álvarez, quien acompañó a los jóvenes activistas en la reflexión
sobre estos temas. Él destaca, por ejemplo, la mirada crítica que le dieron a las empresas, a las que les exigen más responsabilidad.

“Que se concienticen de que no solo nos venden productos, sino que también dañan nuestro ecosistema (…)”. “Todos sabemos lo importante que es la industria para el país, pero ¿te has preguntado qué importancia tienes tú para la industria?” Estas son algunas ideas que expresan en su manifiesto y que se puede leer en www.eafit.edu.co/ninos.​

Cambios que no son tan pequeños

Javier Márquez dice que él cree que hay responsabilidades, más que culpas. Que no es lo mismo la responsabilidad de las petroleras que las de un individuo, pero si las petroquímicas son las responsables de la producción de plástico y la contaminación de los mares con este material, como individuos alguien se debe preguntar: ¿Cuál es la responsabilidad de todos ahí? “Yo no produzco plástico, pero puedo dejar de consumirlo. Aunque eso no resuelva el asunto estructural, sí resuelve mi relación ética con la naturaleza”, dice.

Los pequeños cambios pueden significar más que eso. Juliana Gutiérrez comparte la opinión de que 1 + 1 + 1 puede ser igual a ese cambio social que se espera. En Francia prohibieron el uso de las bolsas plásticas en supermercados, ¿fue un gobierno ambientalista? Más que eso, fue un gobierno que escuchó a la ciudadanía. Como dijo Alejandro, puede que dé pereza asumir un papel y unas responsabilidades, pero hay que trabajar, persistir, formarse, participar. Entender que no hay más tiempo, que es el futuro, el de las ciudades y del campo, del planeta en general y de las especies que lo habitan.​

Última modificación: 27/02/2017 17:21