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Más allá de una carrera

Eliana Tabares Sánchez

@elianatabares


Aproximadamente 800 mil personas se dedican a conducir taxi en Colombia, ¿qué historias hay detrás del volante?

Un lunes, 3 o 4 de enero, en plena feria de Manizales, Walter iba por la avenida del centro manejando su taxi, era la una de la mañana, tuvo que parar en un semáforo, había varios carros a su alrededor pero él quedó de primero, unas cuadras más adelante, pasando por el frente del almacen La 14 un muchacho alto, trigeño, con una camiseta negra y con letras blancas, se le atravesó en la vía; Walter lo esquivó, pero cuando volvió a poner el carro en posición, éste ya estaba otra vez frente a él, y pudo ver que habían otros dos jóvenes parados a cada lado de la calle esperando a que él papara para subirse y, muy seguramente, robarlo, así que sin pensarlo mucho, se llevó por delante al muchacho, “él salió volando, cayó al capacete y luego al capó pero yo seguí conduciendo porque primero estaba mi seguridad y la de las personas que estaba transportando” dice con seguridad. Unas cuadras más adelante, lo alcanzó un carro que pasaba por la zona instantes depués de lo ocurrido y le dijo que se devolviera porque ya había llamado a la policía, pero él prefirió seguir hasta el CAI a contarle a los policías que había atropellado un hombre.

Cuando llegó el patrullero que estaba atendiendo el caso, este le dijo a Walter: “qué lástima que no haya matado a ese tipo, llevamos varias horas persiguiéndolo porque hizo varios robos en el centro durante todo el día”. Así que lo dejaron ir y le dijeron que si necesitaban algo más lo llamaban. Al otro día fue a preguntar por el hombre que había atropellado, porque estaba preocupado por su salud, se dio cuenta que lo llevaron al hospital, que él dio un nombre falso y que horas más tarde salió de allí como si nada hubiera pasado.

***

Walter es un hombre de 51 años, mediana estatura, tiene cabello negro y ojos verdes; cuando sonríe, detrás de sus delgados labios apenas se asoman sus colmillos porque los demás dientes son cortos. Conduce su Kia Picanto con tranquilidad, respetando todas las señales de tránsito, pero eso sí, que no se atraviese una moto porque se pega del pito mientras alega por la imprudencia cometida por el motociclista.

Entre el 98 y el 99, Walter decidió aprender a maneja por su propia cuenta, con sus ahorros compró un taxi, un Mazda 323. Su primera carrera fue por los alrededores del estadio Palogrande, le puso la mano un muchacho que vestía una pantaloneta negra y una camiseta deportiva blanca, parecía que había acabado de salir de hacer ejercicio y le pidió que lo llevara al barrio El Nevado: “yo no estaba seguro de llevarlo porque no sabía dónde quedaba el barrio, pero me habían dicho que era un poquito caliente, entonces me daba miedo entrar allá” dice. Al final decidió llevarlo, cuando lo dejó en su destino, para salir de la zona, como es característico de Manizales, tuvo que subir una falda muy pendiente, cuando la estaba finalizando, una pareja le puso la mano, él se sintió nervioso, pues nunca había arrancado en una loma, y era consciente del miedo que se siente cuando se levanta el pie que sostiene el freno para presionar el acelerador y saber que el carro se puede devolver, no va a arrancar o que se va a apagar; pero a pesar de tantos nervios, paró y arrancó sin ningún problema. Justo en ese momento fue consciente de que sabía manejar, se sintió orgulloso, porque había superado una de las mayores pruebas al realizar esta actividad: arrancar en falda.

***

Lo más difícil de ser taxista es no saber quién es el usuario que se va a transportar o para dónde va, es un trabajo en el que se está expuesto a un riesgo constante, esta es una de las razones por las que se niegan a ir a ciertos barrios. Walter dice que él prefiere decirle que no a algún usuario para no poner en riesgo su integridad física, su salud, ni su vida, entonces opta por llevarlos hasta cierto punto y no entrar a algunos barrios.

Cuando comenzó a manejar taxi, iba a todas partes y le tocó pasar ratos muy malucos. Una vez fue a las 2 am a llevar a una pareja a un bailadero en el barrio La Enea, cuando ellos se bajaron le puso la mano un muchacho de aproximadamente 25 años, vestía un jean y una camiseta gris, le pidió que lo llevara a La Playita, Walter le dijo que no iba porque no le gustaba entrar a ese barrio, a lo que él respondió, poniendo un revolver en el tablero del carro, “tranquilo, lléveme que vamos protegidos”. Walter se rió, como burlandose pues no se sintió intimidado por el arma, y arrancó. Cuando llegaron allá, en la entrada del barrio había una pandilla de más o menos 10 jóvenes, se acercó a la ventana uno de ellos, era trigueño, estaba bien vestido, le preguntó por “la niña”, cuando vio el revolver, metió la mano, lo cogió y se fue; el pasajero le pagó y se bajó del carro.

Las personas nos molestamos cuando nos preguntan para dónde vamos antes de subirnos al taxi y nos disgusta si el conductor dice “por allá no voy”. Pero ¿qué vale más para un taxista? ¿Su seguridad o una carrera?

***

Burbuja viste un jean claro y un polo ancho de rayas rojo con azul y blanco mientras conduce un Hyundai Accent modelo 2015, en el trayecto me cuenta que a su hijo mayor le ofrecieron hacer un doctorado en Estados Unidos y que el menor está muy aburrido por el paro estudiantil, porque se le va a atrasar su semestre de práctica.

El nombre que le pusieron sus padres es Néstor pero en su gremio es muy común el uso de apodos, así le dicen desde 1990, cuando comenzó en este oficio, ya ni se acuerda por qué le dicen así, “seguramente es por lo gordo” dice la esposa de Walter.

El compañero que hace el turno de noche en este mismo carro se llama Carlos, pero le dicen Muñeco porque una vez tuvo un accidente y mató a un señor. No todos los apodos tienen una razón, del único que recuerdan es el de Aquaman porque un día se cayó a un río en el carro. Otros de sus compañeros se llaman Miñocos, La Laisa, Pirri, Olafo, Tócino, pero Walter no tiene apodo porque es el patrón, es el dueño de los taxis que manejan algunos de ellos.

Walter hace 6 años no conduce taxi, solo lo hace cuando desea conocer el estado de sus vehìculos o en fechas especiales como las fiestas navideñas y las ferias, porque los conductores no trabajan esos días y a él no le gusta que los carros se queden parados. Normalmente, el 24 de diciembre se va en la mañana para su finca a hacer la natilla y los buñuelos con su familia, pero se devuelve temprano a trabajar, coge el carro aproximadamente a las 5 pm, para a las 9 o 10 a ir comer con la familia de su esposa y a las 12 vuelve a su trabajo porque según él, a esa hora es que se pone buena la cosa.

Él dusfrutó su trabajo durante 13 años, disfrutar es su escencia, lo hace poniéndole el corazón a cada situación que vive, a cada reto que enfrenta, al tiempo que pasa al lado de su esposa y su hija; en cada viaje que emprende, en cada chiste que hace. Y es que con este trabajo no solo le ha dado una buena educación a su hija, sino que ha construido su propio patrimonio, no solo de su dinero sino también de sus historias.

***

Al igual que antes lo hacía Walter, Burbuja disfruta mucho su trabajo porque, además de ayudarle a sacar a sus hijos adelante, le permite conocer mucha gente, aprender de ellos y sus historias. Cada carrera es una anécdota diferente, de la cual surgen largas charlas con su esposa cuando llega en la noche a su casa. La que más recuerda fue hace más o menos 19 años, a las 4:30 am sonó el radioteléfono, era un servicio para Villahermosa un barrio ubicado en el noroccidente de Manizales. De una casa amarilla con rejas negras salió un señor, le pidió que entrara para ayudarlo a sacar a su esposa, ella estaba en el segundo piso, su trabajo de parto había comenzado aproximadamente una hora antes de que él llegara; cuando la subieron al carro reventó fuente, él se quedó paralizado y no fue capaz de arrancar para llevarla a la clínica, “yo solo pude pedirle el favor a la moduladora de la empresa de taxis que llamara a la policía, a los bomberos o al que le pudiera ayudar a la señora a tener su hijo”. Después de un rato llegó la ambulancia, les costó mucho trabajo sacarla del carro, e inmediatamente la subieron a la camilla nació la niña, pero él solo podía pensar en lo sucia que había quedado la silla donde la ella había roto fuente.

No podemos desconocer que a los taxistas no solo los buscamos para que nos lleven a algún lugar, sino también para que nos saquen de algún apuro cuando no queremos salir de la casa, les pedimos que nos lleven el guaro cuando ya se ha acabado y queremos seguir la fiesta, los llamamos para que nos compren cigarrillos, condones, lo que sea. Como le pasó a Burbuja con la señora embarazada, o como alguna vez le pasó a Walter a quien una señora de edad lo llamó a las 2 de la mañana para que le llevara una libra de azúcar morenita.

Al final cada usuario es distinto, sumergido en la singularidad de su mundo, en cada carrera hay una historia por contar, que sin lugar a duda es compartida con un hombre semejante al usuario, y a la vez diferente pues está sumergido en su mundo recibiendo historias sobre sus cuatro ruedas.