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Viaje al abismo

Miguel Angel Correa - mcorre27@eafit.edu.co

El viaje más corto es un libro de cuentos que parecen eternos. Su lectura durante el trayecto en el bus se alargará, el vuelo Medellín-Madrid durará más de lo esperado. El libro es una muestra misma de la lentitud, de la dilación, del sosiego, la tranquilidad, la calma… Sus relatos me recuerdan a una película británica llamada Cash-Back. En ella, el protagonista padece de un terrible insomnio y tiene que lidiar con la voraz sensación del lento paso del tiempo. Casi como por azar, y violando todo pacto ficcional, nuestro personaje desarrolla la capacidad de parar el tiempo. Este superpoder, sacado como de un moderno Deus ex machina, le sirve al protagonista como antítesis misma de su problema, una cura paradójica para el tedio (hastío). Detener el tiempo para que pase más rápido.

Uno de los cuentos, Perdidos en Central Park, representa una aberración de la película Pulp Fiction. Los dos protagonistas del cuento se asemejan a los personajes Vincent y Jules en esas irónicas conversaciones y en esa despreocupación por el crimen. Simboliza de forma sutil la lucha más antigua de la humanidad: el bien y el mal. Pero esta vez, la vileza no se identifica con la acción de asesinar o cometer un delito sino que la omisión es incluso más malvada; se convierte en el auténtico pecado, cerrar la boca, hacer oídos sordos y taparse los ojos.

La mayoría de sus cuentos se tornan en un intenso viaje introspectivo. La primera persona es una marca imborrable, una estrategia de empatía que pretende que el lector sienta en carne viva el sabor de personajes fracasados, que dan pena y un poco de vergüenza ajena. Precisamente eso lo hace brillante, encontrar la belleza en ese caos psicótico, personas que aprenden a vivir caminando en una fina cuerda sobre un profundo abismo. Así son todos los personajes. Si se mueren, no nos va a doler. Los relatos encarnan el constante diálogo con nosotros mismos y de manera sutil vemos el incesante conflicto del autor con su propia creación.

El autor, Oscar Castro García es licenciado en Filosofía y Letras de la Universidad Pontificia Bolivariana, además de ser maestro de literatura. Tiene otros libros de cuentos como Sola en esta nube (2016), Un día en Tramontana (1999) y Señales de humo (1988). Ha obtenido varios reconocimientos como el primer premio del II Concurso de Cuento Gabriel García Márquez y premio del III Concurso Nacional de Cuento Argemiro Pérez Patiño entre otros.

El viaje más corto me recuerda a una clase de 4:00 de la tarde. El profesor entra animado y nosotros en un sopor insondable aguantamos la chapa sobre teorías de la recepción, estudios de género, etnografía… de pronto en esa esclavitud, un diamante reluce en la oscuridad, cuando por suerte o desventura nos damos cuenta que el profesor que tenemos le encanta hablar de todo menos del tema de la clase. Así son los cuentos de Oscar Castro, parecen que van a hablar de algo, pero entre las líneas oculta algo valioso. Nuestro profesor daba 30% clase distópica y 70% de entretenidas historias de juventud. El momento donde el maestro se bifurca en su discurso y acaba por contarnos una anécdota sobre un viaje en París. Se disputa tanto su afán como narrador que los más aplicados de la clase detienen su homilía y nosotros volvemos a entrecerrar los ojos y a darnos cabezazos con balones invisibles. 

Los relatos de este libro de cuentos se parecen a sumergirse en nuestros taciturnos pensamientos. El problema de estar divagando en varios pensamientos a la vez.