Cambios profundos en formulación de políticas públicas, regulación comercial, compromiso de los sectores público y privado, y fortalecimiento de la investigación y el emprendimiento son tareas pendientes en Colombia para acceder a un negocio mundial que mueve 440 billones de dólares y, además, garantizar la sostenibilidad de los ecosistemas intervenidos a través de procesos productivos.
Todo eso es posible al implementar dinámicas de gestión de recursos, producción y comercialización que obedecen a una forma diferente de acercarse a la economía: la bioeconomía. Implica la adopción de conceptos más cercanos a la ecología y la sostenibilidad que a la mera obtención de beneficios económicos a corto plazo, cuya filosofía ha marcado el rumbo de los mercados hasta ahora.
El tema es el eje central del taller internacional y multidisciplinario
Bioeconomía: potencialidades para el desarrollo, innovación y crecimiento económico en Colombia, organizado por EAFIT con el patrocinio del Medellín Bureau y Emprendiendo TV. El encuentro, que comenzó el jueves 22 y continúa este viernes el 23 de marzo en el auditorio 38-101, tiene invitados de Estados Unidos y Alemania y se realiza en el desarrollo de la asamblea de la Plataforma Intergubernamental de Biodiversidad y Servicios Ecosistémicos (Ipbes, por sus siglas en inglés) que se celebrada en la ciudad.
“La bioeconomía ofrece nuevas oportunidades para el país: tenemos recursos para apoyar nuevos emprendimientos y el desarrollo de nuevos productos. Es un sector que nos está dando buenas noticias”, aseguró Daniel Arango Ángel, viceministro de Desarrollo empresarial de Colombia y asistente al taller.
No obstante, y a pesar del potencial en términos de biomasa en el territorio nacional (Colombia es el segundo país del mundo con mayor biodiversidad), y a que, en palabras de Juan Luis Mejía Arango, rector de EAFIT, la nación tiene en el posacuerdo una oportunidad invaluable de acceder a sitios antes inexplorados y abrir nuevas perspectivas de desarrollo, expertos reunidos en el campus coincidieron en la existencia de una serie de retos a superar en el mediano plazo.
La opinión de académicos de otros países fue esencial en las conferencias y conversatorios adelantados en la primera jornada del taller, quienes abordaron las oportunidades derivadas de la bioeconomía para el desarrollo sostenible, así como sobre conceptos asociados a esta manera de poner en práctica las dinámicas de mercado.
“La bioeconomía es todo tipo de productos derivados de biomasa. Es un tema global y, como tal, solo se puede ser exitoso si la aproximación a la misma se hace desde una visión internacional, con una cadena de valor en la que figuren compañías, organizaciones sociales, gobiernos, entre otros”, aseveró Iris Lewandowski, jefe del Departamento de Productos Biológicos y Cultivos Energéticos en la Universidad de Hohenheim (Alemania).
Desde el punto de vista de Kenneth Foster, profesor de Economía Agrícola en la Universidad de Purdue, este tipo de economía opera tanto a escala global como local, por lo que requiere especializarse en diversos frentes para capitalizar todas las ventajas del país. La biodiversidad, según el docente, tiene que ver con proximidad de mercados y biodiversidad, elementos conducidos por fuerzas económicas.
Lo cierto es que la bioeconomía basada en conocimiento, una necesidad urgente en América Latina, ya se empezó a pensar en Colombia, y son varios los caminos a recorrer para llegar al desarrollo y la generación de empleo, poniendo siempre por delante el respeto por los ecosistemas.
Cada país, sostuvo Guy Henry, investigador sénior del Centro de Cooperación Internacional en Investigación Agronómica para el Desarrollo (Cirad, por sus siglas en francés) debe construir su matriz y sus objetivos en materia de bioeconomía y, para eso, es necesario convencer a las empresas y los gobiernos con cifras y experiencias exitosas como las de Alemania, Francia, Finlandia, Estados Unidos, Brasil y Argentina.
“Colombia tiene el 53 por ciento del territorio nacional cubierto por bosques y eso lo convierte en el país número 15 en términos de kilómetros cuadrados de bosques naturales en el ámbito mundial. Son bosques tropicales, cinco regiones del país con 314 ecosistemas diferentes y eso asombra a investigadores de todas partes del mundo”, subrayó Felipe García Cardona, gerente del Proyecto Bio de Colciencias.
Su experiencia le ha llevado a cuestionarse acerca del tipo de biomasa que posee el país, con usos del suelo tan heterogéneos como del 95 por ciento para bosques naturales (Amazonas y Vaupés) y 80 por ciento con fines agropecuarios (Caldas y Córdoba). A eso se suman grandes diferencias en innovación regional, producción de conocimiento, gobernanza local, y capacidades en ciencia y tecnología.
“El dinero para impulsar una bioeconomía está en las regiones. Hay que convencer a los gobernadores de trabajar en convocatorias de innovación, centros de ciencia y proyectos de turismo científico. El trabajo en el país tiene que ser conjunto: Estado, academia y sector privado. Desde Antioquia, esta semana, en medio de estas discusiones del Ipbes, se acercaron a nosotros y estamos hablando sobre proyectos puntuales”, relató Felipe.
Presente y futuro
“Para 2014, en promedio, en las naciones pertenecientes a la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (Ocde) —actualmente 35—, un trabajador en agricultura producía el doble que uno en el mismo sector en Colombia. En algunos, incluso hasta tres o cuatro veces más. Las condiciones del sector agrícola local se enmarcan en un contexto de crecimiento en la demanda mundial por alimentos y materias primas agrícolas”, advirtió Margarita Gáfaro González, directora del Centro de Economía Agrícola y Recursos Naturales del Banco de la República. Las estimaciones de la Ocde y la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), de acuerdo con la funcionaria, indican que el crecimiento de la demanda global por alimentos seguirá creciendo en la próxima década, pero a un ritmo menos acelerado.
La pregunta, en ese sentido, la formuló Helena García, secretaria general del Consejo Privado de Competitividad: ¿Colombia se quedará de brazos cruzados esperando otro golpe de suerte global con los
commodities? Y ella misma aventuró una respuesta: “Es necesario sacar adelante una política de desarrollo productivo y aprovechar que la mayoría de los departamentos (28 de 33) priorizan al menos un proyecto relacionado con turismo ecológico o bioeconomía”.
La experta resaltó la presencia en el país de unas 200 empresas relacionadas con iniciativas de bioeconomía, algunas de las cuales hacen desarrollos propios, exportan y se han logrado financiar (ya sea con recursos propios o con apoyo del sector privado). Otras adaptan tecnologías, se mueven en el mercado nacional y superan obstáculos gracias a modelos de negocio fortalecidos a pulso.
En su opinión, es necesario aumentar las bajas capacidades empresariales y de gerencia de las compañías nacionales para mejorar los indicadores en temas como innovación, exportación y adaptación tecnológica. También, eliminar las barreras tributarias y regulatorias que bloquean emprendimientos con productos innovadores y proyección en mercados internacionales.
Margarita, por su parte, señaló que, teniendo en cuenta que dos tercios del agua utilizada por el hombre se destina a la agricultura, es menester “generar nuevos conocimientos y preparar a los pequeños campesinos para tener una política clara de desarrollo sostenible. En la coyuntura actual del sector agropecuario parece que estamos bien, pero, como país, tenemos aún mucho camino por recorrer”.
Una de las búsquedas de la bioeconomía es la promoción de nuevas formas para organizar las cadenas de valor industriales y la generación de flujos, aprovechando elementos que antes se consideraban como residuos para generar energía, fertilizar cultivos y, en pocas palabras, cerrar la cadena productiva generando valor a cada paso.
Tal es la postura de Hernando José Gómez, director de la Misión de Crecimiento Verde para Colombia, quien considera fundamental “superar la etapa de los combustibles fósiles sin esperar a que se acaben. Más bien buscar desde ya nuevas alternativas energéticas, cuyos costos se han reducido en un 80 por ciento en los últimos diez años (en especial, sistemas eólicos y fotovoltaicos)”.
Para Claudia Marcela Betancur, directora ejecutiva de Biointropic, es sorprendente que Colombia aún piense si debe o no apostarle a la bioeconomía cuando se trata de un negocio que ronda los 440 billones de dólares en el mundo. “Colombia es el segundo país en diversidad en el mundo, con muchas oportunidades de investigación, con más de 1400 grupos de investigación en ciencias de la vida, pero la tarea está grave en el tema de empresas captoras o bioempresas”, llamó la atención.
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Alejandro Gómez Valencia
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