La transformación en materia de políticas públicas para planear el territorio, inherente a la entrada de Colombia a la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (Ocde), trae consigo una transformación cultural sin precedentes en lo que se refiere a la construcción de relaciones sociales y productivas entre habitantes de diversas ciudades, un tema en el que aparecen fenómenos como ciudades dormitorio. EAFIT, convocada por diversos organismos, aporta en guía de esa transformación.
En ese sentido, el Departamento Nacional de Planeación (DNP); el Centro Latinoamericano para el Desarrollo Rural (Rimisp); la Sociedad Alemana para la Cooperación Internacional (GIZ, por sus siglas en alemán) y el grupo Research in Spatial Economics (Rise) de EAFIT diseñaron una metodología para identificar subregiones funcionales, lo que permitiría pensar en formas de mejorar la inversión social y garantizar la llegada de los recursos a territorios históricamente olvidados de la geografía colombiana.
Una subregión funcional es un subconjunto de municipios con fuertes lazos de interdependencia entre estos, ya sea en términos geográficos; de movilidad laboral; de flujos de productos y servicios, entre otros factores. En la realidad cercana, dichas relaciones se evidencian en las dinámicas generadas día a día entre los habitantes del área metropolitana del Valle de Aburrá o entre quienes viven en municipios como El Retiro y Rionegro y realizan diferentes actividades en Medellín.
“Una característica importante de estas subregiones es que forman un continuo espacial, pues son áreas que para estar relacionadas deben tener cierta cercanía. En esta suele existir un área dinamizadora o líder que, en el caso de la zona de influencia del área metropolitana del Valle de Aburrá, es Medellín”, afirmó Juan Carlos Duque Cardona, coordinador del grupo de investigación Rise.
El docente participa este miércoles 19 de septiembre en un evento, en el Hotel Habitel de Bogotá, en el que se dará a conocer la metodología y se socializarán las experiencias y lecciones aprendidas en el proceso, con el fin de promover este cambio de paradigma, en términos de divisiones administrativas y culturales, y generar discusiones al respecto por parte de los diferentes estamentos de la sociedad.
Y es que, en palabras de Juan Carlos, si no se planifica el territorio con una visión funcional, las áreas grandes y con economías más sólidas terminan por crecer a costa de las pequeñas, y estas últimas suelen convertirse en ciudades dormitorio, es decir, lugares en los que la gente descansa luego de realizar sus actividades comerciales y económicas en localidades vecinas de mayor tamaño.
Juan Mauricio Ramírez, consultor del Centro Latinoamericano para el Desarrollo Rural (Rimisp) y quien hace parte del equipo que da forma al Plan Nacional de Desarrollo 2018-2022, señaló que la metodología se construyó con base en diversas formas de interrelación entre localidades.
“De un lado, factores geográficos, como el que limiten con las mismas cuencas hidrográficas, páramos, entre otros ecosistemas. De ese modo, cualquier afectación a los mismos influye en todas las localidades vecinas. De otro, está el caso en que las personas habitan un municipio, pero se trasladan a otro a trabajar, estudiar, tener hijos o atender sus asuntos de salud”, explicó el experto.
Otras dinámicas de interacción tienen que ver con la coincidencia en actividades económicas de corte agroindustrial, es decir, municipalidades cercanas que se dedican al cultivo de los mismos productos, se trate de café, flores, arroz, palma de aceite u otros alimentos y materias primas. Finalmente, existe una relación analizada a nivel satelital, y se establece a través del análisis de imágenes aeroespaciales para determinar el alcance de la “mancha” de luz emitida durante la noche, que en ocasiones se confunde o llega a cubrir las de ciudades menores.
El éxito de la metodología ha sido tal que entidades como el Banco Mundial se ha mostrado interesado para replicarlo en países como Croacia.
Ventajas
De acuerdo con Juan Mauricio Ramírez, esta metodología permitirá una mayor precisión al establecer las necesidades de cada municipio del país, y delimitar la inversión de recursos para potencializar sus impactos positivos, es decir, focalizar fuentes de desarrollo.
“La Ocde está interesada en países cuyos territorios estén cohesionados, no fragmentados, pues esto facilita el desarrollo, la competitividad y el bienestar social. Esta información será un insumo importante para la elaboración del Plan Nacional de Desarrollo 2018-2022. Yo me acerqué al Rise, pues conocía el trabajo del profesor Juan Carlos y el grupo cuenta con mucha literatura internacional sobre este tema. Ellos nos ayudaron a dar forma a la metodología y a determinar los algoritmos necesarios para los análisis”, precisó Ramírez.
Lo cierto es que empezar a establecer este tipo de división territorial puede retrasar o evitar que las ciudades entren en ciclos económicos de aglomeración, lo que genera costos de congestión, generalmente por falta de colaboración entre municipios.
Juan Carlos Duque manifestó que si el área líder no colabora con sus vecinos termina siendo la única opción viable de desarrollo económico, y llega un momento en que se llena de gente y se generan más congestiones, hay mayores demoras para ir al trabajo y ser productivos, se incrementa la polución, y se deteriora más la calidad de vida.
“Si las ofertas laborales y de prosperidad económica no solo están en el área central, sino que se distribuyen a lo largo de la región funcional, todo es más sostenible en el largo plazo, pues habrá opciones laborales y de calidad de vida en otros municipios. Eso hace más competitiva la región funcional, hay menos desigualdad y más convergencia, pues los municipios pobres, gracias al área funcional, pueden hacer inversiones que no podrían hacer de otro modo. Es tener en cuenta que si a mis vecinos les va bien a mí me irá mejor”, concluyó el investigador.
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Alejandro Gómez Valencia
Periodista Área de Información y Prensa EAFIT
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