La ruta que deben seguir las ingenierías para guiar el desarrollo, y cómo puede esta área del conocimiento aportar al progreso y a la inclusión social en el país, así como la formación que debe recibir un ingeniero, son temas a los que se refiere Ricardo Taborda Ríos, el nuevo decano de la Escuela de Ingeniería de EAFIT.
El académico, egresado del pregrado en Ingeniería Civil de la Universidad, tiene una experiencia profesional de 18 años por fuera del país, donde ejerció la docencia y la investigación. Su formación se complementa con sus títulos de magíster en Ingeniería Civil y estructural de la Universidad Autónoma de México (Unam); magíster en Civil Engineering, Structural Mechanics de la Universidad del Sur de California; y doctor en Ingeniería Civil y Ambiental de la Universidad Carnegie Mellon.
Usted tiene una experiencia por fuera como docente e investigador. ¿Qué visión le ha aportado el conocer la ingeniería del mundo, para saber por qué ruta van las demandas y las tendencias actuales?
“En ese tema hay unos lugares comunes hoy en día, como cómputo avanzado,
machine learning, inteligencia artificial, internet de las cosas,
deep learning y minería de datos. Esos son los temas que emergen y salen a flote, pero, detrás de eso, hay un componente muy importante de todas las ciencias de la computación. Estoy convencido de que esas son hoy nuestras nuevas ciencias básicas”.
Actualmente, un ingeniero debe conocer las bases firmes de la física y la matemática, como el cálculo diferencial e integral, pero debe entender las ciencias de la computación como algo que representa una fundación similar a lo que en otra época fueron, y siguen siendo, las ciencias duras. Es una formación técnica y práctica, que atiende problemas de la sociedad. Hablo en los términos más cercanos a mí, que soy ingeniero civil: la ingeniería civil atiende la construcción de edificios y carreteras; la mecánica, al desarrollo de plantas, líneas de producción y máquinas que produzcan ciertas cosas y, así, con todas las ingenierías
“Pero todo eso está cada vez más atado a las tendencias, que tienen bases científicas y computacionales importantes. Debemos encontrar ese balance entre atender esas tendencias y fortalecer las bases para que exista rápidamente una base firme que le permita al futuro profesional, o al estudiante actual, navegar en eso o moverse con paso firme sin ser rebasado por la tendencia”.
¿Cómo se puede perfilar la formación de los ingenieros para garantizar una Colombia no solo más competitiva sino también más incluyente?
“En el tiempo que estuve por fuera del país, además de la combinación entre ciencias y tecnologías, vi otro elemento clave: la multidisciplinariedad. Hoy, los departamentos de ingeniería más exitosos en instituciones en el exterior no se circunscriben únicamente al quehacer tradicional, y combinan diferentes disciplinas en torno a unos objetivos que forman un tronco sólido. Hay departamentos de ingeniería mecánica particularmente exitosos, porque entran a combinar temas de datos, computación, estadística, entre otras disciplinas. También se obtienen grandes resultados al combinar disciplinas que antes no se asumían de manera conjunta, como la bioingeniería y la biomédica”.
“En esta Colombia del posacuerdo, que debe avanzar en tecnología e infraestructura, necesitamos formar ingenieros multidisciplinarios, que entiendan la existencia de otras disciplinas con capacidad de aportan a su quehacer”.
“Esa pluralidad se debe permear a muchas otras cosas de nuestra sociedad y, en ese sentido, aunque hay un trasfondo técnico en todo esto, existe un potencial social, socioeconómico, político y cultural importante. La Universidad debe abordar la formación de personas íntegras, no solo de la ética, la moral y el quehacer profesional, sino también en la integridad de entender que hay otros en su entorno y que él le sirve al otro”.
¿Por eso es necesario, desde la academia, fortalecer otras sensibilidades que les permitan acercarse más a las comunidades en las que trabajan?
“Por supuesto. El gran reto es trabajar bastante en que los estudiantes tengan unas habilidades blandas para encajar de manera más rápida en los entornos empresariales, de trabajo, de industria y de sociedad. Elementos como pensamiento crítico. Es importante que los ingenieros sepan escribir bien, comunicarse efectivamente, saber liderar y seguir a un líder, entre otras cosas. Ese reto no es solo académico sino también cultural”.
¿Qué lugar le da usted a la investigación en la transmisión y generación de conocimiento?
“El profesor investigador es inquieto por el conocimiento y tiene curiosidad científica y técnica. El asunto es lograr encontrar que eso se transfiera al estudiante en mejores oportunidades y experiencias de aprendizaje y, eventualmente, en mejor calidad y eficiencia en la transmisión de conocimiento y oportunidades de experiencia. La mejor combinación es que el profesor no investigue en aislamiento sino dentro del entorno de esa misión docente de la Universidad”.
Teniendo en cuenta su experiencia en entidades que tienen que ver con desastres naturales, ¿cree que en Colombia es necesario, desde la academia y la investigación, proponer espacios de diálogo que permitan pensar en políticas públicas de prevención más que de mitigación?
“Encarar un desastre natural implica atender unas fallas o unas ausencias, o simplemente que la naturaleza rebasa lo previsto por la ingeniería. Ahí surgen oportunidades de aprender cosas nuevas, con la aparición de elementos no contemplados antes y de facetas desconocidas de los fenómenos naturales”.
“Una vez ocurre el desastre, o siendo prevenidos ante la eventualidad del mismo, debe haber preparación para entender la necesidad de los actores que son los primeros en responder a estas emergencias (Defensa Civil, Cruz Roja, bomberos). En mi trabajo en Estados Unidos uno preparaba un escenario sísmico frente al que se imaginaban, y preveían contingencias y eventualidades. Ahí entra que el sismólogo sepa hablar con el ingeniero, y estos con la policía, los bomberos y la Cruz Roja, y todos estos con los políticos que serán luego legisladores, para luego, en conjunto, y basándose en conocimiento técnico y riguroso, plantear políticas públicas y emitir directivas sobre cómo las instituciones deben responder”.
El profesor Ricardo Taborda reemplaza al ingeniero mecánico Alberto Rodríguez García, quien estuvo 31 años en el cargo de decano de la Escuela de Ingeniería, unidad académica que hoy cuenta con seis pregrados, 20 especializaciones, una maestría y un doctorado, además de los grupos de investigación y los semilleros. Para el directivo entrante existe un entorno que cambia cada vez más rápido.
El reto de cualquier universidad en el mundo es poderse adaptar de manera rápida a las demandas de formación, del medio y de los estudiantes. Al mismo tiempo, se debe saber navegar firmemente en lo que exige el entorno socioeconómico y sociopolítico
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Alejandro Gómez Valencia
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