En un solo kilómetro cuadrado de Medellín se concentran 1500 personas. Administrar esa densidad, una de las más altas del mundo, es uno de los elementos que contiene la receta del Banco Mundial para tener ciudades más competitivas, en la que también se incluye que las urbes se conciban como parte de una red dinámica, cuyas interacciones permiten impulsar el desarrollo del país, hacerlo más competitivo y mejorar la calidad de vida para su población urbana creciente.
Buscar esa fórmula estuvo a cargo de María Marta Ferreyra, economista senior de la Oficina del Banco Mundial para América Latina y el Caribe quien, junto a sus compañeros Mark Roberts, Grace Cineas, Harris Selod, Nancy Lozano Gracia, Paula Restrepo Cadavid y Souleymane Soumahoro. El grupo se dio a la tarea de estudiar la contribución de las ciudades a la productividad, tras analizar patrones generales de urbanización, niveles productivos, redes de transporte y habilidades del capital humano, entre otros factores.
Los hallazgos fueron documentados en el estudio Subamos el estándar para ciudades productivas en América Latina y el Caribe, que se presentó el jueves 14 de junio en la Universidad, y cuyos aportes conceptuales van en la línea de hallar alternativas a los retos de una Medellín con metas de planeación en el ámbito urbano, en un mundo en donde, de acuerdo con Juan Luis Mejía Arango, rector de la Institución, la productividad está adquiriendo mayor relevancia que la competitividad a la hora de pensar en dinamizar las economías locales.
Según el directivo, Medellín tenía 300.000 habitantes en 1950, y proyectó una planeación para albergar a 700.000 en los siguientes 25 años. Pero, pasado ese tiempo, había 1,5 millones de habitantes, por lo que "a partir de los años 60, la ciudad se empezó a desarrollar de manera informal. Hasta entonces, fue bien planeada, y aún se percibe su trazado, pero más tarde se desordenó, y el Estado empezó a llegar a los barrios a resolver problemas, no a preverlos".
Dicha situación, sumada a la transformación económica de la ciudad durante las últimas dos décadas, en la que dejó atrás su vocación industrial inicial, a la migración creciente de personas desde las áreas rurales, y a la falta de voluntad de los municipios para pensar la región en términos metropolitanos fue presentada por el Rector como parte de la radiografía de una ciudad que quiere ser del mundo, pero aún no tiene claro cómo.
La propuesta del Banco Mundial para mitigar los efectos negativos de la creciente concentración de las poblaciones en las urbes, y los obstáculos para fortalecer una red de ciudades, con el objetivo de cerrar las brechas que impiden mejorar la productividad, se enfoca en propiciar un entorno de infraestructuras adecuadas, hacer una concienzuda planificación urbana, prestar servicios públicos de calidad y planear estrategias de gobierno metropolitano.
María Marta Ferreyra sostuvo que "las ciudades crean proximidad entre empresas y trabajadores, y fomentan la producción, el comercio y la innovación. Eso da lugar a cosas buenas, conocidas como efectos de aglomeración, entre las que contamos el intercambio de ideas y conocimiento, y la existencia de mercados más grandes, en donde las empresas explotan economías de escala con mayor variedad de productos y servicios. Se facilita también hacer grandes inversiones en infraestructura y transporte, porque es posible repartir su costo entre más personas".
Por el contrario, y de acuerdo con la representante del Banco Mundial, la proximidad puede crear también efectos negativos asociados a la congestión: atascos vehiculares, crimen y contaminación ambiental, entre otros. La productividad de una ciudad depende del resultado neto entre los efectos positivos de aglomeración y los negativos de congestión, por lo que es necesario facilitar los primeros y reducir los segundos.
El informe señala que la densidad poblacional de Bogotá y Medellín es de 13.500 y 15.000 personas por kilómetro cuadrado de suelo, respectivamente, en comparación con ciudades como Lima (Perú) con casi 9.000. Esta densidad es mayor en las ciudades de América del Sur y, luego, en las de América Central y el Caribe. Lo cierto es que el 80 por ciento de las urbes de la región tienen una densidad poblacional superior a la mediana mundial, y muy por encima de la constatada en Europa y Asia central.
En el mundo, en palabras de Ferreyra, "hay 1.500 personas por kilómetro cuadrado en las ciudades, pero en nuestra región hay 2.400 y, en Colombia, hay 3.400. Esto no se debe a que tengan altas poblaciones sino a que están concentradas en áreas geográficas relativamente pequeñas. Además, estas altas densidades no son, necesariamente, un problema, pues facilitan la interacción entre las personas al disminuir la distancia de desplazamiento necesaria para que esta se dé".
Transporte y educación
Manejar la alta densidad es solo uno de los retos. Para el Banco Mundial, es necesario que las ciudades sean seguras para atraer y propiciar la formación de capital humano calificado y, por ende, ser más productivas. Esto debe ir de la mano de una buena gestión municipal y de la oferta de servicios públicos planeados, luego de monitorear la manera cómo están creciendo los barrios y las periferias de las ciudades: constatar cómo se están trazando las calles, cómo llegan hasta allá los servicios básicos y qué tan seguros son, entre otros elementos.
Pero también es necesario dar forma a una economía que facilite el flujo de personas, bienes y servicios entre las ciudades, es decir, mejorar la conectividad en una región del mundo con algunas de los núcleos urbanos más congestionados en el ámbito vehicular: estrategias como el pago de peajes para garantizar el uso racional de las autopistas, con incremento de tarifas en las horas pico, pueden sumarse al mejoramiento de los accesos a las ciudades para dinamizar las redes metropolitanas.
En palabras de Gustavo García Cruz, docente del Departamento de Economía de EAFIT, es crucial "centrarse en estrategias de regulación del suelo y mejoramiento del transporte para mitigar la baja accesibilidad intraurbana. Un trabajador invierte, en promedio, 41 minutos para desplazarse a su puesto de trabajo en las ciudades de América Latina. Cifras de 2012 muestran que un solo trayecto en Medellín se toma 38 minutos y, en Bogotá, 48 minutos. En el caso de la capital, si se pasa del transporte particular al público, ese tiempo se puede incrementar hasta 80 minutos".
En ese sentido, y pasando a la conectividad intraurbana, los datos del Banco Mundial señalan que Colombia está por encima del promedio regional, al invertir el 2,6 por ciento del producto interno bruto para mejorarla, pero los costos del transporte por carretera siguen siendo muy altos, en comparación con los estándares internacionales, y desincentivan el comercio.
Otro gran reto asociado al crecimiento de los conglomerados multiurbanos se refiere a una mayor población de trabajadores poco calificados que llegan a ocupar trabajos informales y poco productivos. Ello exige la formulación de políticas para crear trabajos en donde los efectos positivos de aglomeración sean más poderosos.
Los fundamental, en opinión de Leonardo Bonilla, investigador del Banco de la República, es invertir en educación. "En las ciudades hay ineficiencias que reflejan falta de políticas públicas. Las ciudades grandes tienen sistemas educativos mucho mejores que los de las pequeñas. Si las condiciones en estas últimas no son aptas, la gente migra. La inversión en educación debe partir del Gobierno nacional, pues los municipios no tienen recursos, y es necesario que estos puedan mejorar la formación de su capital humano, y también conservarlo", concluyó.
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Alejandro Gómez Valencia
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