Este lunes 9 de abril se cumplirán 70 años de uno de los hitos políticos más importantes de la historia de Colombia. En el año 1948, ese mismo día y mes, el asesinato del líder político Jorge Eliécer Gaitán generó un sismo en la vida nacional, con consecuencias que analizan docentes de la Escuela de Humanidades de EAFIT.
El magnicidio y sus consecuencias, que son llamados popularmente
El Bogotazo y son recordados cada año por distintos sectores de la sociedad como una efeméride, se suelen asociar con el inicio del conflicto armado en Colombia. Para académicos y analistas políticos, sin embargo, esto no es preciso, pues
La Violencia, como se conoce el periodo de lucha bipartidista entre liberales y conservadores, ya se vivía antes del asesinato del caudillo liberal.
“Se intenta hacer una conexión entre el 9 de abril y la violencia política reciente, pero es una conexión espuria, que no da lugar, pues es una violencia que tiene otras características, otras motivaciones y protagonistas. Probablemente lo que quede hoy del 9 de abril sea, curiosamente, el fenómeno del populismo. Uno podría armar cierta conexión entre el populismo de Jorge Eliécer Gaitán y el populismo reciente”, afirma el doctor en filosofía Jorge Giraldo Ramírez, decano de la Escuela de Humanidades de EAFIT, quien próximamente publicará el libro
Populistas a la colombiana, de la Editorial Debate.
El populismo como herencia de Gaitán podría ser evidente en las reacciones encontradas que genera su figura pues, siete décadas después de su asesinato, aún genera apasionamientos entre algunos colombianos, y las opiniones de los politólogos frente a él se trazan entre los que consideran su importancia sobrevalorada y los que le otorgan un papel fundamental en la política nacional.
Sobre el líder liberal, Mauricio Uribe López, jefe del Departamento de Gobierno y Ciencias Políticas de EAFIT, explica que, “como señaló Antonio Caballero en su libro
El hombre que inventó un pueblo, Gaitán fue prácticamente la primera voz del pueblo en Colombia desde los tiempos del presidente José María Melo, en 1854. A diferencia de otros líderes populistas latinoamericanos como Perón o Getulio Vargas, Gaitán era un liberal socialdemócrata en la misma línea de Rafael Uribe Uribe”.
Infortunadamente, dice el profesor Mauricio, “su estilo mesiánico y su magnicidio han contribuido a crear en el país una visión fatalista de nuestra historia. Una visión conspirativa de la sociedad y la política que erosiona el potencial de transformación de la realidad”. Tal vez esas mismas condiciones han aportado a crear alrededor del recuerdo de Gaitán una especie de mito o imaginario social ligado a la historia nacional.
Herencia mítica o real, que hoy se siga hablando de sus acciones y su muerte, se debe, en mucho, a la influencia que generó en la manera de hacer política.
Esa huella se vería reflejada en varios líderes políticos posteriores, si se tienen presente las palabras de Jorge Giraldo cuando reitera que “es probable que el tema más interesante, ese que no se ha visto todavía, es la relación de los movimientos populistas, de los cuales Gaitán es probablemente el primero en el país, y los movimientos populistas del siglo XXI”.
Aunque arraigado dentro del imaginario popular, hay estudiosos de la historia política que consideran que para el país el suceso del 9 de abril de 1948 es menos importante que la Constitución de 1991, la conformación del Frente Nacional o el ascenso de la República Liberal en 1930. Para el Decano de la Escuela de Humanidades, incluso, la influencia política de Gaitán podría considerarse menor a la de otros personajes políticos del siglo XX en Colombia como López Pumarejo, Lleras Camargo o la misma figura de Laureano Gómez. “Pero tenemos este tipo de imaginario romántico. Las conclusiones de la academia no siempre coinciden con el imaginario popular”, señala.
Para otros, a pesar del imaginario creado alrededor de la figura del caudillo liberal, el impacto que generó su magnicidio ha influido en cómo se ha ido construyendo el proyecto de Nación en Colombia. El profesor Mauricio Uribe, doctor en Ciencias Políticas de la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales (Flacso), cree, por ejemplo, que ese asesinato abortó un proceso de afirmación nacional que aún está pendiente. “Mientras otros países de América Latina pasaron por experiencias de reconocimiento social de la población, con gobiernos que hicieron esfuerzos deliberados de “construcción del pueblo” -para usar la expresión de Ernesto Laclau-, en Colombia el clientelismo y la ilegalidad continuaron siendo los principales mecanismos de incorporación y movilidad social”, concluye.
Los sucesos del 9 de abril de 1948 han quedado consignados en la memoria histórica de Colombia. La imagen corresponde a la exposición de material relacionado con la fecha que expone el Centro Cultural Biblioteca Luis Echavarría Villegas de EAFIT en sus instalaciones.
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Alejandro Gómez Valencia
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