Hace 10 años, mientras se acercaba la inauguración de la vigésimo novena edición de los Juegos Olímpicos, la cultura y el modo de vida en la ciudad anfitriona, Pekín (China), llenaba de colorido las primeras planas de periódicos y las pantallas de los televisores alrededor del mundo, mientras que el país asiático adquiría relevancia en conversaciones cotidianas. Hoy, Rusia aparece con frecuencia en los medios de comunicación, y es común ver diversas referencias sociales, culturales y políticas sobre esta nación en informativos y comerciales.
Cuando falta poco menos de un mes para iniciar el Mundial de Fútbol en ese país euroasiático, las noticias sobre la preparación de selecciones y la puesta en punto de escenarios deportivos se mezclan con imágenes de desfiles militares, anuncios sobre la creación de un misil indestructible y, sobre todo, discursos tras el inicio del cuarto mandato de Vladimir Putin, recién electo presidente para regir el destino de los rusos por seis años más y completar casi un cuarto de siglo en el poder.
El uso dosificado de estos mensajes, mezclados con la pasión futbolera en ascenso, son aprovechados por países como Rusia, según Luis Fernando Vargas Alzate, docente del Departamento de Negocios Internacionales de EAFIT, para mostrarse al mundo a través de un evento con gran peso en el imaginario colectivo.
"Algunos estados usan eventos de este tipo como herramienta de poder blando que, en términos geopolíticos y geoestratégicos, es el manejo de la imagen, y del impacto cultural y mediático, para llegarle a las personas a través de elementos sin carga violenta, pero con capacidad de transmitir el poderío de una nación, respecto a lo que puede lograr en términos de medios de comunicación, organización y mensajes culturales", especificó el docente.
Luis Fernando resalta que la intención de ese país es mostrar un peso internacional vigente, mientras gran parte de la población del planeta tiene la mirada puesta en esas latitudes. Sin embargo, y aunque reconoce la relevancia del efecto mediático de la mayor fiesta del fútbol mundial sobre las relaciones internacionales rusas, no lo considera como un instrumento con fuerza suficiente para ayudarle a cumplir uno de sus propósitos: pasar del puesto 12 entre las naciones más poderosas del mundo a uno de los primeros cinco lugares.
Herramienta limitada
Entre otros motivos, la caída en el precio del petróleo, las nuevas sanciones económicas impuestas por los Estados Unidos y la devaluación del rublo se cruzan en el camino de Vladimir Putin en su afán por fortalecer la nación en los ámbitos económico y geopolítico. Sus pretensiones pasan por reducir el índice de pobreza y ampliar la cobertura en términos de vivienda, a razón de cinco millones de familias beneficiadas cada año.
Adolfo León Maya Salazar, coordinador de la maestría en Gobierno y Ciencias Políticas de la Universidad, subraya que un mundial de fútbol no tiene la capacidad de modificar las coordenadas de poder en el mundo, menos en un momento de relaciones tirantes con Occidente luego del ataque a Siria por parte de los Estados Unidos, Francia y Reino Unido, lanzado el mes pasado.
“Entre hacer un mundial y cambiar la correlación de fuerzas geopolíticas orbitales hay mucha distancia. Putin tiene unas pretensiones estratégicas importantes que pasan por otros escenarios, entre estas recuperar a Rusia desde el punto de vista del control de territorios. Prueba de esto es su intervención en Siria, en donde el pulso es por configurar un nuevo mapa de posesión de recursos estratégicos en el mundo. Los rusos no están allí por filantropía sino para reafirmar un lugar en el Golfo Pérsico, debido a los ductos de transporte del petróleo", agregó Adolfo.
Otra jugada para mejorar la imagen de Rusia es relacionar la figura de Vladimir Putin a la organización del Mundial de Fútbol Rusia 2018, tras su elección como presidente con el 76 por ciento de los votos en marzo pasado, y luego de ocupar por cinco años consecutivos el primer lugar en la lista de las personas más poderosas del mundo, publicada por la revista Forbes, entre 2013 y 2017 (este año bajó al segundo lugar, superado por el presidente de China, Xi Jinping).
Esa estrategia, de acuerdo con Luis Fernando Vargas, fortalece el nivel de favorabilidad del mandatario frente a centenares de millones de personas en el mundo, cuya pasión por el fútbol se encuentra, por estos días, en su mayor punto de ebullición. Eso, advierte, dependerá también de que todo salga bien alrededor de la organización en el evento, pues los temores y las dudas no se han hecho esperar, no solo por el difícil momento que atraviesan las relaciones internacionales de la nación sino también por varios señalamientos de corrupción e ilegitimidad electoral.
Para Juan David Escobar Valencia, coordinador del Centro de Pensamiento Estratégico de EAFIT, el uso de eventos deportivos de esta naturaleza con fines geopolíticos no es algo nuevo: "Es un instrumento usado particularmente por políticos de corte nacionalista, aunque Vladimir Putin no puede calificarse del todo como tal. Pero su supervivencia política y permanencia en el poder se asocian a la imagen que quiere generar, tanto internacionalmente como en lo interno, de que Rusia no es el país pobre, subdesarrollado y derrotado de la Guerra Fría que es en realidad".
Los docentes están de acuerdo en que el tiempo mostrará el uso que la nación euroasiática haga del Mundial de Fútbol, más allá de los componentes deportivos y de derrama económica para las ciudades que serán sedes.
"Hasta ahora, las naciones que hicieron los mundiales estuvieron, en su momento, en el top de la imagen cultural y social del planeta. Ha sido el caso de Sudáfrica, en 2010, y Brasil, en 2014. Hoy nadie habla de ellos", dijo Luis Fernando Vargas.
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Alejandro Gómez Valencia
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