En las pasadas elecciones presidenciales, en mayo de 2018, por primera vez desde el año 1999 la participación de los votantes en Colombia superó el abstencionismo habitual en las urnas. Esa vez un 53,36 por ciento de los electores ejerció el derecho al voto, es decir, 19.628.554 ciudadanos. Sin embargo, en otras recientes elecciones como las de Congreso y el plebiscito sobre el Acuerdo de Paz, el ausentismo fue del 53 y 62 por ciento, respectivamente.
Este panorama en términos de ausentismo a la hora de votar, que tradicionalmente en el país supera más de la mitad del censo electoral, es uno de los principales desafíos para la democracia en estas próximas elecciones regionales del 27 de octubre, sobre todo por los efectos en la legitimidad y la gobernanza de los cargos elegidos por regla de la mayoría.
Estas circunstancias, afín a la realidad de muchos países del mundo donde existen elecciones democráticas, suceden en gran parte por razones coyunturales y estructurales del régimen político. Por eso, la necesidad de promover espacios de deliberación de los problemas públicos, para generar así el voto consciente de la ciudadanía, es uno de los asuntos esenciales en el fortalecimiento de la democracia. Según la organización no gubernamental IDEA Internacional, Colombia no supera el índice internacional de participación ciudadana durante unas elecciones, el cual que se encuentra en el 70 por ciento.
“No es muy recomendable construir mayorías por la vía de la obligatoriedad. Pienso desde la perspectiva de un demócrata de construir mayorías a la manera como plantea Adela Cortina, cuando dice que la vía de la democracia argumentativa es la mejor manera de construir mayorías, respecto a otras dos formas como la democracia agregativa, que nos ha conducido a la clientelización, y la democracia emotiva que nos ha conducido avasallar de sentido político el voto”, comenta el profesor Adolfo León Maya Salazar, coordinador de la maestría en Gobierno y Ciencias Políticas de EAFIT.
La educación y la cultura política de las sociedades es uno de los principales determinantes para motivar la participación masiva durante unas elecciones democráticas. Para promover la participación en muchos de los países latinoamericanos se ha implementado, por ejemplo, el voto obligatorio como una manera de impulsar la asistencia de los ciudadanos a las urnas.
Estas medidas, como señalan los analistas, tienen efectos en las democracias modernas tornándose un asunto controversial. Y aunque en América Latina prima la obligatoriedad del voto, no es lo dominante en el mundo. Este mecanismo de coacción tampoco ha sido una salida que hayan acogido los Estados en crisis democráticas, explica el experto Adolfo Maya. En particular, en Colombia, Chile, Cuba, Nicaragua no es obligatorio el voto, mientras que en Argentina, Ecuador, Bolivia, Guatemala, Costa Rica, El Salvador, México, Perú, Panamá, Brasil, Venezuela y Uruguay, sí lo es aunque con distintas grados de sanciones.
“La obligatoriedad sin sanciones no tiene eficacia. Y la obligatoriedad a secas no tiene sentido. Los índices de participación política y electoral no aseguran que brinden una calidad de la democracia. En situaciones de países en donde la obligatoriedad ha tenido lugar, se han advertido una especie de correlación directa entre esta obligatoriedad y la elevación de la cultura política de los ciudadanos. Sin embargo, estas eran unas democracias donde las calidades de vida y los espacios de participación política en los ciudadanos se destacaban. En tal sentido, creo que votar es un compromiso ético, cívico y social”, comenta el profesor.
Desde la creación de la Constitución de 1991, que estableció los mecanismos de la democracia representativa y de manera inédita implementó la elección popular de alcaldes y gobernadores en el país, aumentar la participación ciudadana desde los distintos sectores sociales como una forma de legitimar los procesos democráticos es una de sus banderas. En ese sentido, el fortalecimiento de las instituciones continúa siendo uno de sus propósitos.
“En general, en Colombia el nivel de abstención está alrededor del 60%. Y eso lo que nos muestra es que realmente las instituciones o la política electoral es una política muy desprestigiada. También un gran indicador, en términos de fortalecer la política electoral, tiene que ver con que los partidos son muy débiles. Realmente, lo que tenemos hoy es un montón de candidatos que se presentan con avales teniendo como propuesta única su imagen y no una forma de entender la administración de lo público”, dice la politóloga Laura Gallego, directora del Centro de Análisis Político de EAFIT.
Según las más recientes elecciones en el país, dado la misma desconfianza manifiesta en las instituciones electorales, la población activa que menos parece acudir a las urnas son los jóvenes, como lo identifican los expertos. “El voto obligatorio en varios países se ha intentado plantear como proyecto legislativo y se ha demostrado que no es necesariamente efectivo. Colombia tendría que garantizar las condiciones para esto y eso puede generar también incentivos perversos. Se supone que en Colombia el voto es programático”, complementa Laura Gallego, quien identifica en el panorama electoral, serias dificultades por parte de los ciudadanos para reconocer las propuestas de los candidatos, lo que puede reflejarse en las urnas.
Para esa transformación de la cultura política colombiana, que incentive más la participación ciudadana, es necesario democratizar los partidos políticos evitando que se fortalezcan los personalismos y gamonalismo tradicionales, expresiones de una democracia más emocional que deliberativa.
Jharry Martínez Restrepo, coordinador del programa de Derechos Humanos y Paz de la Corporación Región, quien promueve campañas de pedagogía electoral en los territorios, frente a este panorama resalta la pérdida de identidad en los partidos tradicionales como mediadores de los ciudadanos con el estado. “Además, esta figura de los grupos significativos de ciudadanos, transversalizados a veces con una idea no tan clara de independencia, están creando unas dificultades a la hora de tener claridades para la elección”, sostiene.
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Alejandro Gómez Valencia
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