La demolición del Edificio Mónaco, que fuese propiedad del capo del narcotráfico Pablo Escobar Gaviria, puede ser un paso para comenzar a transformar el relato y el imaginario colectivo de la ciudad. Este tema fue analizado por expertos académicos, representantes del gobierno municipal y periodistas, en un diálogo abierto en el que reflexionaron sobre cómo generar una narrativa distinta frente al narcotráfico.
El encuentro fue posible en el encuentro ¿Cómo narrar la historia del narcotráfico en Medellín?, que se realizó el miércoles 20 de febrero en EAFIT gracias a la iniciativa del Centro de Análisis Político (CAP), el Centro de Estudios Urbanos y Ambientales (Urbam) y el Departamento de Comunicación Social de la Universidad.
En el encuentro participaron el periodista y profesor Alfonso Buitrago Londoño, los académicos Alejandro Echeverri Restrepo, jefe de Urbam; Gustavo Duncan Cruz, investigador del CAP; Ana María Jaramillo, investigadora de Corporación Región; Martha Ortiz Gómez, directora del periódico El Colombiano; y Manuel Villa Mejía, secretario privado de la Alcaldía de Medellín.
Aunque proyectos como la demolición del Mónaco suscitan debates en el campo de la memoria histórica de los países, para la administración municipal del alcalde Federico Gutiérrez Zuluaga (Medellín) el hecho es visto como una oportunidad para resarcir el legado y los valores negativos que ha transmitido la cultura del narcotráfico. Este fenómeno ahora reforzado por el consumo masivo de entretenimiento y literatura alrededor de la figura del capo.
Gustavo Duncan Cruz, doctor en ciencias políticas y experto en temas de mafias y construcción de Estado, considera que en la ciudad aún no se ha hecho una pregunta clave: ¿Por qué Pablo Escobar es tan famoso?, y expuso en el encuentro que “narcos ha habido en muchos lugares, incluso en Colombia. Pero el personaje mediático ha dado otra dimensión a la realidad y ha representado, además, otras cosas para diferentes públicos. Si los extranjeros vienen a Colombia a visitar el Edificio Mónaco es porque esto les simboliza a Pablo Escobar y Pablo Escobar les simboliza algo muy distinto a lo que vivió Colombia. Es un personaje casi que de ficción y fue uno de los bandidos sociales más importante que ha tenido la historia”.
Y aunque —advirtió Alejandro Echeverri— la imagen de la ciudad, recreada por la mirada ficcional de las series de televisión, se ha visto afectada, hay otros factores relacionados a la actualidad del fenómeno del narcotráfico que influye particularmente en la población joven y adolescente de Medellín, lo que se convierten en un verdadero desafío para la transformación de la narrativa.
Martha Ortiz apuntó que la demolición del Mónaco da la posibilidad de comenzar ese camino. “El Mónaco solo es uno de esos símbolos, es un punto de partida para comenzar a convertir estos símbolos en otras alternativas narrativas, de otras formas de vida para la juventud. Apoyo esta decisión porque lo veo necesario. A mí me preocupa, para llegar a las juventudes, es los por qué”, sostuvo.
Este tipo de acciones para crear narrativas alternativas en torno a la memoria histórica ya se han presentado en otras sociedades que han ido generado un cambio, como el caso de Alemania donde es prohibido glorificar los símbolos de la época Nazi. O, incluso, en España donde se decidió exhumar los restos del dictador Francisco Franco de la basílica del Valle de los Caídos (Madrid).
En estos procesos, coinciden los panelistas, instituciones como el Museo Casa de la Memoria cumplen un papel fundamental por la naturaleza por la que fueron creados estos espacios; para el homenaje y la reparación simbólica de las víctimas de la guerra y la violencia. Para el Jefe de Urbam, más allá de las motivaciones del gobierno local por demoler el Mónaco, debe generarse un diálogo abierto entorno a este lugar.
“Me parece que el gobierno tiene la oportunidad de redefinir y hay que hacerlo a través de un proceso que es mucho más profundo, que requiere activar un diálogo dinámico y vivo. Ese lugar es urbanamente muy pobre, poco accesible, pensando en ese lugar en 10 años. No es relevante Pablo Escobar ni el espacio público que va existir, es relevante lo que se pueda construir a partir de esa conversación. Para que se dé eso tiene que ser un lugar que produzca contenidos, es decir, que se pueda habitar. Y se puedan generar diferentes tipos de encuentros, diálogos, acciones”, dijo Alejandro.
La importancia de la construcción de memoria colectiva también fue resaltada por los analistas, que señalaron como parte del trabajo crear otros relatos de los distintos procesos de la memoria histórica que se dan en los territorios de la ciudad afectados por la violencia.
“El asunto no debe anclarse en Pablo Escobar, es un asunto que hay que deconstruirlo y esto demanda procesos mucho más complejos porque hay que asumirlo con pensamiento crítico para generar un saber social. Son iniciativas que no logran tener la debida continuidad y respaldo”, concluyó Ana María Jaramillo, investigadora de la Corporación Región.
Por su parte, Manuel Villa, secretario privado de la Alcaldía de Medellín, defendió el proyecto como símbolo de un nuevo relato en torno al narcotráfico y subrayó la oportunidad que se crea para transformar el imaginario de la ciudad. “¿Somos una ciudad mafiosa o una ciudad víctima de la mafia?”, se preguntó. “Esa cultura de la legalidad permeó todos los estamentos. La academia ha hecho la tarea, pero la reflexión es si hemos sido tan contundentes como la ficción”, expresó el Secretario.
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Alejandro Gómez Valencia
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