Si se tomara un libro de aproximadamente 500 páginas y se metiera en este la historia de humanidad, el lector encontraría que las primeras 400 se referirían, únicamente, a la parte de la prehistoria, y solo hasta la última de las hojas se encontraría la historia moderna, desde la Revolución Industrial hasta la más reciente presentación de un nuevo smartphone.
Y si a esto se le suma que, según la Curva de Stanford, en el año 2020 el conocimiento se renovará cada 23 horas, se hace evidente que el mundo está cambiando a una velocidad cada vez más acelerada, y las organizaciones –y sus grupos humanos– también deben adaptarse a esta transformación digital.
Así lo considera Ana Vásquez Maya, administradora de negocios de EAFIT, experta en learnability y economía conductual en la era digital, y actual vicepresidenta de recursos humanos de la Hitachi Vantara, quien agrega que frente a estos cambios uno de las principales aclaraciones es a que pesar de que la tecnología es uno los principales elementos, las transacciones digitales siguen siendo realizadas por las personas.
En ese orden de ideas, la ejecutiva explica que, en la actualidad, las grandes organizaciones están pasando de pensamientos donde primaba la innovación a modelos donde la prioridad es la disrupción, es decir, a hacer un cambio completo en sus modelos de negocio. “Y eso no significa tecnología, sino un cambio de mentalidad en las personas que hacen partes de estas. La tecnología es solo una facilitadora”.
Y ese cambio de mentalidad, señala, será fundamental para entender que el mundo está pasando de una estructura jerárquica a una en red; de la propiedad al pago por uso (nuevos modelos de consumo); del hazlo perfecto al hazlo bien; de la privacidad a la exposición; de tener la información a compartirla; de saber la respuesta a saber formular la pregunta; de la formalidad a lo casual; y de los modelos centrados en el producto a aquellos que ponen primero al cliente.
“En el caso del ‘hazlo bien’, por ejemplo, las empresas ahora le dan una mayor relevancia a los errores. La gente ya no oculta cuando se equivocó, sino que lo expone para que los demás sepan que aunque lo intentó, por ahí no es el camino. Y eso me lleva a otro aspecto: que la información por sí sola no significa nada si no se comparte, porque ahora todos crecemos y mejoramos en conjunto”.
Para la académica, otro aspecto clave de la transformación digital es el paso de la intuición a los datos. Según Ana Vásquez una empresa u organización ya no puede tomar decisiones basadas en lo “que cree o intuye”, sino en aspectos como el
big data y la inteligencia artificial, que le permita entender los patrones de consumo y conducta de sus usuarios, y mejorar su modelo de negocio.
“La reflexión final es que si bien estamos viviendo en una sociedad mediada, cada vez más, por las tecnologías y las aplicaciones del celular, el pensamiento humano seguirá siendo la mejor de las
apps”, concluye.
Las universidades también están llamadas a hacer parte de la era digital
Durante muchos años las instituciones de educación superior ayudaron a las compañías a hacer esta transición, pero recientemente las universidades también se han visto más involucradas en estos procesos. Por ese motivo, como parte del Itinerario EAFIT 2030, la Institución creó dos grandes macroproyectos que agrupan los cuatro itinerarios y las 23 estrategias de esta carta de navegación: el de Transformación del Modelo Educativo y el de Transformación Digital. Este último con el objetivo poder cumplir de manera sostenible con el Propósito Superior y la Visión consignados en el plan de ruta de la Universidad para los próximos años
Y para este fin, este macroproyecto pondrá a las personas en el centro de la estrategia y se apoyará en cambios culturales, en los modelos de negocio, en las experiencias y en las metodologías académicas, en los procesos, y en la tecnología. Así lo explica Carlos Andrés Jaramillo Lasso, líder de Transformación Digital de la Institución.
"Para la transformación digital debemos involucranos todos. Hacerlo parte de nuestro día a día. Es una dinámica de cambio que, en las organizaciones, debe ser cada vez más natural y orgánica. Por ende, el reto, especialmente en el sector educativo, es una participación activa y rápida. Debemos tener la capacidad de revisarnos y reinverntarnos para lograr los cambios requeridos con oportunidad y de manera constante", asegura Carlos Andrés al considerar que el sector educativo no es ajeno a estas transformaciones que ya se experimentan en otros campos.