Mónica María Vásquez ArroyaveColaboradora
Si la vida fuera una obra de arte que pudiera presentarse, de golpe, ante la mirada de un espectador, en un mismo espacio y tiempo, allí estaría Ángela Restrepo, de niña, con su madre y sus hermanas; con su pareja, en la intimidad del hogar; cosiendo o jugando con los perros en su finca, o como una mujer dedicada a su forma de expresión más íntima: el dibujo y el grabado.
Reunir, por primera vez en un solo lugar — el Centro de Artes de EAFIT— toda su obra, plasmada en más de 90 piezas, fue la tarea a la que se dio la Universidad — entre marzo y mayo de 2018— con la exposición Retrospectiva de Dibujos y Grabados de la artista, considerada “una figura clave para entender la historia del grabado, el dibujo y la ilustración en Colombia en los últimos treinta años”, expresa Juan Antonio Agudelo Vásquez, coordinador de Extensión Cultural de EAFIT.
Sus obras confirman que en el arte actual aún hay cabida para las expresiones nacidas desde el interior, frente a formas de creación más mercantiles, al hacer su obra para ella, sin tener como precedente su carácter comercial.
“Lo importante es que yo quede contenta y exprese lo que siento”, señala la artista.
Esos sentimientos estuvieron expuestos a lo largo de la galería universitaria, a manera de un recorrido por varios de los momentos más significativos de su historia. Las épocas de su vida se fueron develando, mediante el arte, como un acto inconsciente, lo que se ve muy marcado en la exposición.
“Uno expone ciertas cosas en una galería, pero nunca había visto toda mi obra junta, entonces para mí fue muy sorprendente”, Ángela María Restrepo.
“Todos son objetos que tengo, que he visto. Los perros son los que me han rodeado, los jardines son los de mi finca. Se ve la época cuando estaba con mi pareja, la silla de ruedas en la que estuvo mi mamá mucho tiempo. Siempre son, como dijo Alberto Sierra, cosas muy íntimas”, menciona Restrepo.
Los momentos que conformaron la exposición, de acuerdo con Julián Posada, su curador, revelan un universo totalmente íntimo, desde el entorno inmediato: Ángela; sus hermanas; su familia; su mamá y la enfermedad que la aquejó; su compañero de vida y la separación de él; el jardín, y sus animales.
“Este es el mundo de Ángela, el que también se describe en el portafolio. Dicho documento es un diálogo entre un texto escrito por Ana Cristina Vélez, y una investigación y selección de obras que hago yo”, refiere Posada.
Su reto fue romper el paradigma del curador que escribe un fragmento, que sirve de mediador entre la obra y el público, al conversar con Restrepo para construir la investigación y hacer la selección de las piezas, basado en el texto de Ana Cristina Vélez Caicedo.
“Lo más bonito de esa exposición fue que logra, de manera muy clara, transmitir el universo de Ángela. Fue una muestra con una poética muy íntima, que se recorría de una forma muy hermosa, totalmente balanceada, y así es ella”, opina el curador.
Uno de los planteamientos que sobre la obra hace Ana Cristina Vélez Caicedo, maestra en Historia del Arte, consiste en que se trata de una artista de la intimidad, cuyo tema es su vida, aunque de una manera bastante silenciosa.
Ella manifiesta que la artista “tiene un perfil muy poco exhibicionista, reservado, a pesar de que ha expuesto en muchas partes y ha hecho intercambios internacionales. Es una verdadera maestra y su obra completa es muy bella”.
“Desde mi obra no miro mucho para afuera sino, desde adentro, lo que me está pasando, lo que estoy viendo, lo que estoy viviendo”, Ángela María Restrepo.
Arte y amistad
Aunque las imágenes hablan por sí solas — incluso la mayoría de estas sin título, porque a Restrepo le parece que a menudo son tautológicos—, y pese a lo puesto en palabras por los conocedores sobre el valor de su obra, para Ángela no fue fácil dimensionarla como algo tan valioso. Fueron sus amigos quienes le ayudaron a creer en esta.
“Ella ha hecho su obra en silencio, durante los últimos 40 años, y quería mostrar en la exposición el trabajo con sus estudiantes para sentirse segura, porque la docencia ha sido muy importante en su vida, pero nunca se imaginó que tenía tantas obras para presentar y llenar toda la sala”, comenta el curador.
Para Restrepo, esta exposición tuvo un significado especial, por haberla realizado con amigos: Julián Posada le ayudó con la selección; Ana Cristina escribió el texto; Carlos Tobón hizo las fotos, y Juan David Díaz, su exalumno de la Colegiatura, diseñó el catálogo.
“Esta exposición fue muy importante para mí porque mi amigo Alberto Sierra —curador y fundador de la galería La Oficina, fallecido el 19 de marzo de 2017— siempre quería que yo expusiera, por lo que está dedicada a él. Así como don Aníbal me enseñó a hacer el grabado, Sierra me enseñó a creer en mí y en mi obra”.
En ese sentido, el papel de Ana Cristina fue ayudarle a verbalizar y ver su obra en conjunto —hasta entonces dispersa, guardada en su finca, almacenada en cajas, con placas sin copias— y a tener una posición distante frente a su propio trabajo.
“Ella siempre se había interesado en la obra de los demás, pero no había prestado suficiente atención sobre la suya, hasta que EAFIT abrió la exposición. Verla sacar una obra tan hermosa, y que yo no conocía a pesar de que llevamos tantos años de amistad, fue una sorpresa muy grata”, indica Ana Cristina.
“Ángela Restrepo ha hecho una labor inmensa. Su obra personal ha sido muy silenciosa, pero su obra didáctica ha sido enorme”, Ana Cristina Vélez.
Ante todo, maestra
La importancia que tiene Ángela Restrepo dentro de la historia del grabado y el dibujo en Colombia también se relaciona con su faceta como docente: es profesora de grabado en la Facultad de Artes de la Universidad de Antioquia, y dirige el taller La Estampa.
“Para mí es muy importante dar clases porque el aprendizaje es recíproco, y los estudiantes me dejan muchas enseñanzas. Y es muy significativo que, en EAFIT, donde no hay programas en artes gráficas, me hayan dado la oportunidad de que la gente joven sepa lo que es la gráfica a través de mi exposición que, sin proponérmelo, resultó ser muy didáctica”, enuncia.
“Me une a Ángela una amistad entrañable.Es un ser humano que admiro, y creo que la exposición de EAFIT la puso en un lugar que se merece”, Julián Posada.
El calificativo de maestra también se lo ha ganado a fuerza de ser, como afirma Ana Cristina, una docente a prueba de todo, cargada de generosidad con los alumnos. “Ha dedicado su vida a enseñar y, de manera paralela, ha hecho su trabajo de forma silenciosa y reservada, pero con el perfeccionismo que se necesita para llegar a hacer una obra de arte”.
La Estampa es el lugar que, también sin mucho ruido, pervive entre la ebullición del Parque Lleras (El Poblado, Medellín). Es el espacio que desde hace 20 años se convirtió en su taller (se llamaba Taller de Grabado y fue fundado por Luis Fernando Mejía y Ricardo Peláez), y donde promueve el aprendizaje del grabado en Medellín, al dar forma a nuevos artistas, con la premisa de trasmitirle a los estudiantes el amor por la técnica que le enseñó su maestro.
Amor por el grabado
La fascinación de Restrepo por el grabado se debe, en su concepto, a que es una técnica muy antigua que, aunque suele considerarse como un arte menor, permite diseñar originales múltiples, haciendo que sea más asequible, al contrario de la pintura o la escultura.
“El grabado es muy emocionante porque tiene muchos estados, y cada estado es una sensación distinta. Para mí, tiene más valor porque persiste, y se pueden hacer segundas ediciones. Por ejemplo, las láminas de Rembrandt o las de Goya todavía existen”, anota.
En términos de expresividad reconoce que prefiere el aguafuerte y, aunque considera que el aguatinta es una técnica más difícil, también la disfruta. No obstante, en los últimos tiempos se inclinó por la punta seca, por ser más inmediata.
Restrepo está de acuerdo con la apreciación de que en su obra la luz es difusa y difícil de detectar, debido a que, en ocasiones, le importa más el resultado que las luces, sin que sea algo intencional. “Muchas veces no me doy cuenta. Simplemente se da”, resalta.
En sus dibujos se puede ver también a Restrepo desde una perspectiva subjetiva, porque, como dice, siempre son sus ojos los que están mirando los perros, sus piernas, las parejas. “Siempre veo las cosas que hago con mis propios ojos,”, explica.
Si bien desde sus enfermedades no ha sido capaz de concebirse, en la exposición se puede detectar la enfermedad de su mamá en la silla de ruedas, y esa presencia materna también se denota en la pared de pañuelos que está dedicada a ella, quien cosía con frecuencia.
La costura es, así mismo, otra de las formas como la artista encuentra posibilidades estéticas y expresivas, y a través de la que puede darle más significado a los grabados: “Hay una ovejita amarrada a un banco, y ambos elementos, por sí solos, sin la costura, no tendrían sentido, lo mismo que unos perros que no son dibujados, sino que tienen unas bastas”, alude Restrepo.
“Esta muestra fue un viaje en el tiempo que recreó distintas etapas de un trabajo silencioso y disciplinado, inspirador y generoso, pues es una constante en la artista la necesidad de promover a los nuevos talentos en dibujo y en grabado, técnicas tan íntimas y subvaloradas en una escena del arte que se mueve sin riesgos en el esnobismo, el ruido y los trucos”, concluye Juan Antonio.
Biografía
Ángela María Restrepo estudió en el Instituto de Artes Plásticas de la Universidad de Antioquia (U. de A.) y se formó con el maestro Aníbal Gil, quien le inspiró el amor por el grabado. Fue profesora de técnicas gráficas en la Facultad de Diseño de la Universidad Pontificia Bolivariana y en la Colegiatura Colombiana y, más tarde, se vinculó a la U. de A., donde ocupó el puesto cedido por Luis Fernando Mejía, uno de sus compañeros del taller, quien falleció y le dejó la que ha sido su mejor herencia.
Ha participado en diferentes exposiciones individuales y colectivas, a escala local, nacional e internacional, de las que recuerda la presentada en Nueva Deli (India), por la posibilidad de hacer una demostración sobre la técnica del grabado en Colombia, y ver cómo se trabajaba en la Universidad Jamia Millia Islamia, de ese país, cuyo taller era muy similar al suyo en la U. de A.