Jonathan Montoya Correa
Periodista del Área de Información y Prensa de EAFIT
Indicadores de organizaciones como el Banco Mundial, el Banco Interamericano de Desarrollo y la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura estiman que, para el año 2050, la población mundial pasará de 7500 millones de personas a 10.000 millones, y que un 80 por ciento de ese incremento sucederá en países asiáticos y africanos como India, China, Indonesia, República Democrática del Congo y la República Centroafricana, entre otros.
Así mismo, durante los últimos años el número de personas afectadas por el hambre y la desnutrición ha aumentado significativamente, alcanzando su máximo nivel en 2017, con 821 millones de personas afectadas, y evidenciando que la humanidad se está alejando, cada vez más, de sus Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS), especialmente con la meta consignada en el segundo numeral y que se refiere a la erradicación completa del hambre para 2030.
Ese incremento, sumado a otros fenómenos globales como el deterioro de los recursos naturales, la escasez de tierra, la erosión, y las problemáticas de suelos y cuerpos hídri - cos pone a los gobiernos, y a los sectores de alimentos y agricultura, frente a un gran interrogante: ¿cómo se asumirá el desafío de alimentar esta población mundial? Y en el caso colombiano: ¿cómo aportar a la construcción de un modelo productivo que garantice un agro sostenible y aporte a los temas de seguridad alimentaria, conservación de suelos y ecosistemas, y al aumento en la rentabilidad?
En Colombia se usan 35 millones de hectáreas para ganadería, y menos de ocho millones para agricultura. Muchos de esos suelos son utilizados equivocadamente.
Estas son algunas de las preguntas a las que quiere responder el recién creado pregrado en Ingeniería Agronómica de EAFIT, que se convierte en el programa número 23 de la Institución, y con el que se busca res - ponder a estos y otros de los retos actuales del país y del mundo.
El programa, aprobado por el Ministerio de Educación Nacional a través de la resolución 2734 del 18 de marzo de 2019 (Snies 107709), se convierte, entonces, en una opción de for - mación presencial para aportar al desarrollo sostenible desde la agricultura predictiva y prescriptiva, y cuenta con un alto contenido práctico, de investigación y de emprendimiento, así como con un sólido relacionamiento con la industria, el campo y los productores.
La decisión de entrar en esta nueva área del conocimiento para la Universidad se tomó cuando en el Consejo Superior se estaba debatiendo el nuevo Plan Estratégico de Desarrollo de la Universidad para los próximos años Itinerario EAFIT 2030, y se lanzó la propuesta de incursión en las ciencias del agro para, como sostiene el rector Juan Luis Mejía Arango “contribuir a la producción de alimentos y al mejoramiento del campo colombiano desde una perspectiva contemporánea, teniendo en cuenta la cuarta revolución industrial y la industria 4.0, y cómo estas se pueden incorporar el agro”.
De esta manera se diseñó el pregrado en Ingeniería Agronómica como un proceso en seis bloques de formación: un núcleo institucional; un área básica de ciencias para responder a la formación ingenieril; un componente de pensamiento computacional que garantizará la formación digital; un área de formación en agronomía; un componente de ingeniería agrícola; y, por último, un complemento de agronegocios.
El egresado del pregrado en Ingeniería Agronómica no será un profesional en ciencias agrarias ni un agrónomo, sino un ingeniero con fundamentación en matemáticas, física, química, biología y bioquímica.
Tal enfoque busca promover el conocimiento, la práctica reflexiva y la adaptación a los cambios en una apuesta por la productividad, la sostenibilidad, la diversificación y el valor agregado en una etapa del país en la que se espera una reactivación en la inversión rural, sumada al acceso a documentos invaluables para el quehacer en el sector agrícola como el censo del Dane, el informe de la Misión para la transformación del campo colombiano, los estudios adelantados por el Banco de la República y los acuerdos de La Habana, entre otros.
Así, el egresado del pregrado en Ingeniería Agronómica no será un profesional en ciencias agrarias ni un agrónomo, sino un ingeniero con fundamentación en matemáticas, física, química, biología y bioquímica. Y en sus procesos de formación se aprovechará de las metodologías del aprender haciendo y del aprendizaje basado en problemas, y contará con el apoyo de convenios con 32 empresas y gremios para sus prácticas académicas.
El potencial de Colombia
Para Diego Miguel Sierra Botero, exsecretario de Agricultura y Desarrollo Rural de Antioquia y jefe del pregrado, los indicadores de Colombia también llaman la atención. Y es que, según el académico, “hay un desprestigio general del agro a pesar de la oportunidad del país, y este no ocupa el lugar que debería”.
Continúa explicando, por ejemplo, que el atraso tecnológico del país, respecto a los cultivos en general, está entre el 40 y el 60 por ciento, una tercera parte por debajo de los demás países de la región, a excepción de los cultivos de café. Y estos últimos se encuentran en un nivel de desarrollo cercano al 75 por ciento del umbral deseable.
Así mismo, señala que en Colombia se usan 35 millones de hectáreas para ganadería, y menos de ocho millones para agricultura. Muchos de esos suelos, en opinión de Diego, son usados equivocadamente, pues se trata de zonas ricas en nutrientes y aptas para la agricultura, o de terrenos de ladera, muy pendientes, en donde no debería haber vacas sino cultivos forestales o permanentes.
“Si Colombia recompone el agro, en un proceso de estímulo a la inversión, tiene una oportunidad productiva de mercado local y de cultivo hacia afuera. Venimos creciendo, por ejemplo, en aguacate, pero el tema es si vamos a crecer solamente 3000 hectáreas por año o seremos capaces de hacerlo a razón de 10.000 anuales”, manifiesta, y agrega que Colombia lo tiene todo para convertirse en una potencia agrícola continental, como tierra, climas, biodiversidad y agua, en conjunto con su capital humano y su diversidad cultural.
Por estos y otros motivos, Diego Miguel señala que una de las ventajas del nuevo pregrado eafitense es que abordará la denominada agricultura 4.0, es decir, la cuarta ola tecnológica de la agricultura moderna, así como todas las posibilidades que se abren en el ámbito agroindustrial con el uso de avances como la inteligencia artificial, la robótica, el big data y los entornos digitales.
Agricultura 4.0
Posibilidades como el sembrado y la cosecha a través de máquinas programadas por computador facilitan enormemente procesos que van desde la preparación de la tierra hasta el almacenaje de los alimentos. De igual manera, hoy en día, se pueden hacer invernaderos automatizados desde el punto de vista de climatización, iluminación, control de humedad relativa, espaciamiento, diseño de camas, estructuras de riego, y secado de flores y hortalizas. Y esos son solo algunos ejemplos.
“Estas tecnologías son disruptivas y se pueden masificar porque el costo de implementarlas es relativamente bajo. En ese sentido, el uso de sistemas digitales hace que la agricultura se vuelva más precisa, con menos posibilidades de fallos. Además, disminuye un factor que ha sido el dolor de cabeza de los agricultores en general: la incertidumbre”, explica, por su parte, Enrique Copete, asesor, del pregrado en Ingeniería Agronómica.
Según Enrique, con estas nuevas habilidades un agricultor también podrá gestionar riesgos, predecir crecidas, anticiparse a las plagas y pronosticar lluvias, entre otras ventajas.
El experto explica que la primera ola tecnológica fue la mecanización, el uso de maquinaria agrícola para cargar materiales y hacer labores en la tierra para sembrar grandes extensiones; la segunda fue la agricultura química, el uso de fertilizantes y nutrientes para controlar plagas y enfermedades; y la tercera fue la revolución genética, el mejoramiento de las plantas mediante una selección y modificación de su desempeño.
Hay varios países líderes en agricultura digital. Holanda, Israel y Estados Unidos se encuentran muy avanzados, y en Brasil y Argentina ya hay desarrollos.
“Luego de la biotecnología se incrementaron los rendimientos en un 25 por ciento respecto a la ola anterior. Ahora, con el uso de las tecnologías digitales, se establece que se puede mejorar entre un 15 y un 20 por ciento más. No obstante, se debe tener en cuenta que al aumento en los rendimientos se suma a una racionalización de los costos, por la mitigación de los riesgos, ya que se evitan pérdidas sustanciales por medio de estos sistemas”, asegura el asesor.
De acuerdo con él, esta es la posibilidad de que los países en desarrollo cierren brechas, en términos agroindustriales, que antes parecían insalvables, una apreciación con la que coincide Diego Miguel Sierra, para quien los Países Bajos, con sus cultivos de fresas, tomates y lechugas, es el referente en agricultura 4.0.
“Hay varios países líderes en de agricultura digital. Holanda, Israel y Estados Unidos se encuentran muy avanzados, y en Brasil y Argentina ya hay desarrollos, y un buen trabajo de mecanización en cultivos de soya y maíz, con elementos de agricultura digital”, dice Sierra.
Por su parte, el rector Juan Luis Mejía comenta que uno de los grandes retos que tienen la agricultura en este momento, sobre todo en un país como Colombia, es el equilibrio entre sostenibilidad y producción agrícola. “Estamos convencidos de que mientras podamos inyectarle ciencia y tecnología a la producción de alimentos, podemos conservar mucho más la naturaleza. En la medida en que nosotros seamos más eficientes podemos conservar mucho más nuestra biodiversidad”, concluye.
Referentes en Costa Rica y Honduras
Para definir el enfoque adecuado del nuevo programa, docentes y asesores de EAFIT exploraron experiencias de la Escuela de Agricultura de la Región Tropical Húmeda (Earth), en Costa Rica, y de la Escuela Agrícola Panamericana (Universidad Zamorano), en Honduras. Además, se cuenta con la experiencia y el apoyo de la Universidad de Purdue, en Estados Unidos. El nuevo pregrado, que inició clases en el segundo semestre de 2019, es una opción de aprendizaje presencial con una duración de 10 semestres (176 créditos), y tiene énfasis en los temas de agricultura predictiva y prescriptiva, investigación y emprendimiento, y experiencias del sector real.
Infraestructura para el pregrado
Según Ricardo Taborda Ríos, decano de la Escuela de Ingeniería, la Universidad viene preparándose desde hace muchos años para ofrecer a sus alumnos los mejores recursos en infraestructura para sus programas, no solo en lo relacionado con la docencia, sino también para la investigación. “En la Escuela de Ingeniería existen laboratorios dotados de gran capacidad que estarán a la altura del perfil que tiene el programa de Ingeniería Agronómica, en el que se podrán trabajar componentes en el área tecnológica como es la sensórica, la robótica, el monitoreo y el análisis de datos, entre otros”.