“Era clarísimo: para ser una universidad, primero, EAFIT tenía que ser universal en el conocimiento. Segundo, había que hacer un campus”, Juan Felipe Gaviria.
Danielle Navarro Bohórquez
Colaboradora
La Biblioteca de EAFIT tiene pieles de ladrillo, aire y luz natural. Si la miras de frente, desde la Plazoleta del Estudiante, adviertes que es como un juego de tres cajas chinas entre las cuales hay un espacio vacío. Te acercas y notas que por ese vacío circula el aire y se cuelan los rayos de luz natural que iluminan el interior del edificio. Algunos rayos de luz tocan el espejo de agua que bordea el bloque y reflejan allí árboles, pájaros, personas... El cielo, el sol, las nubes.
Observas el espejo de agua y descubres que la Biblioteca se levanta sobre una imagen de sí misma, proyectada en un lago que luce hondo. “¡Qué profundidad!”, piensas, y te parece que debajo del agua hay otro mundo con una biblioteca de agua, personas de agua y libros de agua… ¿Cómo sería leer en el agua?
Le das la vuelta al edificio y regresas a la Plazoleta del Estudiante. Te parece que la Biblioteca tiene la majestuosidad de un templo. Una gran escalinata te eleva hasta el hall de la entrada y llegas al piso principal —el piano nobile, diría un arquitecto— ubicado en el segundo piso. Allí encuentras libros de la colección general, bibliografía de música, cubículos de investigación, mesas de colores y muebles de estudio. El edificio tiene cuatro pisos. En el primero están las oficinas, el Centro de Artes, la Sala de Audiovisuales y la Sala de Aprendizaje Activo; en el tercero están las colecciones y en el cuarto la Sala Patrimonial.
Terminas el recorrido interior y te paras de nuevo en la Plazoleta del Estudiante. A tu izquierda está El Ágora, la escultura que Hugo Zapata le dio a la Universidad cuando se construyó la Biblioteca. El artista colombiano hizo su obra en el lugar donde hoy la ves. Tardó un año.
“Una biblioteca es, en esencia, un centro cultural”, manifiesta María Cristina Restrepo. Y la Universidad, que ha abierto sus puertas a la ciudad con programas culturales de gran altura, también lo es.
Adviertes que el Centro Cultural Biblioteca Luis Echavarría Villegas es el centro de gravedad de la Universidad. En 2019 cumplió 20 años.
¿Cómo era EAFIT antes de la Biblioteca? Qué difícil es imaginarlo. Cuando Juan Felipe Gaviria Gutiérrez asumió la Rectoría, en 1996, EAFIT era “un parqueadero con edificios”. “Esto era un caos, era horrible. No había sino carros por dentro y bloques ubicados aleatoriamente”, dice el exrector.
Su proyecto principal era convertir a EAFIT, efectivamente, en una universidad (para entonces solo había dos escuelas: Administración e Ingeniería). Uno de sus sueños era que un músico, un abogado, un administrador y un ingeniero pudieran encontrarse en el campus a conversar. Pero en ese momento no había artistas ni abogados en EAFIT. Y tampoco había un campus.
“Era clarísimo: para ser una universidad, primero, EAFIT tenía que ser universal en el conocimiento. Segundo, había que hacer un campus”, agrega Juan Felipe Gaviria.
Gaviria es un hombre que ha caminado mucho. Fue alcalde de Medellín, ministro de Obras Públicas, presidente de Unibán, gerente de EPM y rector de EAFIT desde 1996 hasta comienzos de 2004. Luce contento al caminar por la Universidad. Porteros, empleados, decanos y profesores lo reconocen y lo saludan. A él lo recuerdan como el Rector que puso en EAFIT la primera piedra del arte y las humanidades: la orquesta, el pregrado en Música, la editorial, el Centro de Artes, la Escuela de Humanidades y la Escuela de Derecho llegaron con él.
En una de las mesas de la Sala de Aprendizaje Activo, el ingeniero Gaviria Gutiérrez se sorprende al observar que, aun con tantas transformaciones, la Biblioteca sigue siendo el corazón y el cerebro de la Universidad. “La Biblioteca era el símbolo de la universidad que queríamos construir. Y el símbolo es indestructible. La evidencia de eso es que hoy estamos aquí sentados”.
El primer albergue de libros que tuvo la Universidad fue un pequeño salón en el Auditorio Galán, ubicado donde hoy es el bloque 18. Después, en 1975, esa primera biblioteca rudimentaria armada a punta de donaciones y pequeñas compras pasó a un edificio de dos pisos en el bloque 29.
En 1999, la inauguración del edificio de la Biblioteca Luis Echavarría Villegas llegó a fundar una nueva Universidad que empezaba a abrazar todos los campos del conocimiento. Como dijo el exrector tras la inauguración: “el espacio cultural que abrimos significa la apertura de nuestras mentes para darles espacio al conocimiento, a la reflexión, a la diversidad”.
El gran acierto de los arquitectos Carlos Julio Calle y Juan Forero —dice el rector Juan Luis Mejía Arango— fue “darle una centralidad a EAFIT, que había crecido escoliada, tirada hacia el río”. Además, ellos no propusieron la construcción de una biblioteca, sino el diseño del campus universitario que hoy conocemos (la Universidad Parque).
Desde el principio, el edificio de la Biblioteca se pensó como algo más que un albergue de libros: tenía que ser un escenario para la vida universitaria y cotidiana, para encontrarse con los amigos y con el conocimiento; un lugar abierto a las expresiones del arte y la cultura, no solo de EAFIT, sino también de la ciudad.
Su nombre actual, Centro Cultural Biblioteca Luis Echavarría Villegas, llegó en 2002 cuando la escritora María Cristina Restrepo asumió la jefatura.
“Una biblioteca es, en esencia, un centro cultural”, manifiesta María Cristina. Y la Universidad, que ha abierto sus puertas a la ciudad con programas culturales de gran altura, también lo es.
Con María Cristina, en 2002, la Sala Patrimonial se creó como una casa para alojar la memoria impresa: aquellos documentos, libros y revistas que, por su antigüedad, rareza o importancia para la investigación, debían ser guardados en un lugar especial para su preservación.
Poco a poco fueron llegando colecciones significativas como la Librería El Carnero (15.000 documentos), la Fundación Antioqueña para los Estudios Sociales –Faes– (más de 35.000 documentos) y bibliotecas personales valiosas como la de Pilar Moreno de Ángel y León de Greiff. En 2015, la Sala Patrimonial adquirió una edición de El arte de amar y Remedios para el amor, de Ovidio, impresa en 1494 en Venecia. Es una incunable, es decir: fue fabricada entre los siglos XV y XVI, en la cuna de la invención de la imprenta.
Hoy, el Centro Cultural Biblioteca Luis Echavarría Villegas dispone de más de 406.348 títulos de material impreso y más de 566.000 en formato digital y en línea, entre artículos, libros, revistas, casos, conciertos, simulaciones, patentes, normas, datos estadísticos, videos y partituras.
La historia de la Biblioteca
Al indagar en la historia de EAFIT te das cuenta de que sus primeros libros llegaron en los años 60, cuando la Universidad apenas nacía. Al principio, la biblioteca era pequeña: unos cuantos ejemplares donados por empresas. La contribución inicial la hizo Bavaria.
El primer albergue de libros que tuvo la Universidad fue un pequeño salón en el Auditorio Galán, ubicado donde hoy es el bloque 18. Después, en 1975, esa primera biblioteca rudimentaria armada a punta de donaciones y pequeñas compras pasó a un edificio de dos pisos en el bloque 29.
Patricia Ospina Ospina, jefa del Centro Cultural Biblioteca Luis Echavarría Villegas, venía a la Biblioteca de EAFIT en los años 90 cuando era estudiante de Ingeniería de Sistemas en la Universidad Católica de Oriente. Recuerda las mesas cuadradas de madera, el torniquete de la entrada y la fila que había que hacer para reclamar el bolso a la salida, pues no se podía ingresar con este a la biblioteca.
En 2003 empezó a trabajar en el Centro Cultural como coordinadora tecnológica y en 2017 asumió su jefatura.
Pero, ¿qué hacía una ingeniera en una Biblioteca? El sueño de Patricia era llevar la Biblioteca de EAFIT al mundo y traer el mundo a la Biblioteca de EAFIT, y que todos sus servicios y recursos pudieran ser consultados desde cualquier lugar del planeta, las 24 horas del día, siete días a la semana, con tan solo acceder al sitio web o a través de los grandes motores de búsqueda como Google.
“Cuando llegué, uno de mis retos era la implementación de la Biblioteca Digital. Hoy puedo decir que ella, digitalmente, es una hija mía”. Patricia recuerda que hace 20 años los estudiantes, profesores e investigadores podían consultar catálogos de libros y tablas de contenidos de revistas especializadas, pero la consulta se limitaba únicamente a la referencia y solo podía realizarse dentro del edificio.
“El investigador buscaba el título del artículo en la base de datos Dialog y luego gestionábamos la compra a The British Library”, expresa Patricia. Imagínese: ¡a veces había que pedir los documentos a Inglaterra! Los artículos llegaban por correo envueltos en un paquete y podían tardar hasta meses.
Se busca que las bibliotecas sean lugares de encuentro para la vida académica, cultural y creativa, más que depósitos. Como diría el rector Juan Luis Mejía: “las bibliotecas son, cada vez más, lugares para la gente”.
La transformación digital de la Biblioteca ha permitido, por ejemplo, que los usuarios puedan descargar miles de documentos, acceder a las 81 bases de datos desde afuera del campus, prestar libros electrónicos, consultar el catálogo Sinbad y reservar libros a cualquier hora y desde cualquier lugar.
“La ubicuidad es una característica de las bibliotecas modernas”, enfatiza la jefa Patricia Ospina. Hoy, el Centro Cultural Biblioteca Luis Echavarría Villegas dispone de más de 406.348 títulos de material impreso y más de 566.000 en formato digital y en línea, entre artículos, libros, revistas, casos, conciertos, simulaciones, patentes, normas, datos estadísticos, videos y partituras.
La producción académica de la Universidad es visible en Google: 10.886 documentos han sido indexados por los diferentes miembros de la comunidad eafitense como resultado de las actividades de aprendizaje, descubrimiento y creación.
Al preguntarle por la biblioteca del futuro, Patricia Ospina empieza a soñar. “La biblioteca el futuro ya existe en otras partes”, anota. Aquí todavía nos falta un poco, pero vamos para allá. Tenemos varios retos e ideas:
Primero: la gestión de datos científicos. “Cada día se producen volúmenes altísimos de información. El conocimiento aumentará al doble cada 73 días para 2020 y se produce en todo tipo de formatos”, explica Patricia.
Segundo: servicios cada vez más autónomos, mediados por la inteligencia artificial y la georreferenciación. Sistemas de autopréstamo y autodevolución. “Tenemos que aprovechar los datos de los usuarios para brindarles información especializada según sus gustos y necesidades”.
Tercero: formación de usuarios en las competencias del siglo XXI: informacionales digitales y trabajo colaborativo. “Las bibliotecas tenemos una gran responsabilidad en esa formación”.
Y cuarto: transformación de espacios. Al principio las bibliotecas estaban destinadas al albergue de los libros, pero ahora queremos que sean lugares de encuentro para la vida académica, cultural y creativa, más que depósitos. Como diría el rector Juan Luis Mejía: “las bibliotecas son, cada vez más, lugares para la gente”.
“La construcción del Centro Cultural Biblioteca Luis Echavarría Villegas marcó el comienzo de la transformación de EAFIT”, dice el Rector.
¿Sigue siendo el símbolo de la Universidad que queremos? “Por supuesto: la Biblioteca es y debe seguir siendo el epicentro de la vida intelectual y cultural de la Universidad”.