Mónica María Vásquez Arroyave
Colaboradora
Si se mira desde el cielo o a través de una imagen satelital, el barrio La Aguacatala, en el sur de Medellín, aparece ante los ojos con el verdor y la arquitectura de un parque de cerca de 130.000 metros cuadrados que se halla escondido entre las avenidas Las Vegas y Regional, como un refugio –contrastante con el asfalto y el esmog de ese pedazo de la ciudad– para oxigenar el aire, la mente y los sentidos. “Concluimos que EAFIT no pretendía ser una ciudad universitaria, y fuimos llegando al concepto de Universidad Parque”, Juan Luis Mejía Arango, rector de la Institución.
“Concluimos que EAFIT no pretendía ser una ciudad universitaria, y fuimos llegando al concepto de Universidad Parque”, Juan Luis Mejía Arango, rector de la Institución.
Si se mira desde el nivel del suelo, y se ingresa a pie por la portería más cercana a la estación del Metro, es posible emprender un recorrido por un pequeño sendero –con escaleras y rampa– rodeado de vegetación, de la que emerge el olor a tierra, hojas y flores, y donde el viento se empieza a sentir más fresco.
Ese lugar es EAFIT, la Institución que, desde 2004, empezó a concebirse como una Universidad Parque y que por esa época –que coincide con la llegada de Juan Luis Mejía a la Rectoría– comenzó a tomar forma, como el Rector lo menciona, con los ritmos lentos de la naturaleza. Eso significa que fue un sueño iniciado con la paciencia de quien siembra y espera hasta ver crecer los árboles, reventar las flores y escuchar a nuevos migrantes como aves y animales de diferentes especies.
Quince años atrás –y así lo recuerda Jorge Alberto Mesa Mesa, gerente de Mesa y Uribe Paisajistas– el Patio de los Pimientos no era más que un parqueadero, desnudo, con un viejo árbol, y hoy es un emblema “porque fue ahí donde se inició todo el proceso de urbanismo y de mobiliario para que la gente se pudiera quedar en EAFIT”, cuenta el ingeniero forestal, jardinero y paisajista.
“La Universidad se recorre, pero también se presta para estar en muchos sitios diferentes”, Jorge Mesa Mesa, gerente de Mesa y Uribe Paisajistas.
Entonces, a su oficina, conformada también por Carlos “Cachi” Uribe (fallecido), le fue encomendada la misión de empezar esa metamorfosis, que se fue replicando según cada uno de los lugares y acomodándose a las distintas circunstancias, e involucró toda la planta física y los espacios duros hasta volverlos verdes.
Ya desde 1999 se había erigido un “altar al conocimiento”: el edificio del Centro Cultural Biblioteca Luis Echavarría Villegas (y con este la Plazoleta del Estudiante), cuya construcción –con la iniciativa del entonces rector Juan Felipe Gaviria Gutiérrez, y creada por los arquitectos Carlos Julio Calle (fallecido) y Juan Fernando Forero– anticipó, en palabras de Ana Cristina Abad Restrepo, jefa de Comunicación de EAFIT en aquel momento, esa transformación de la Universidad.
“Cuando la Biblioteca se volvió la centralidad y el corazón de EAFIT –incluso como un acto simbólico, al ser el repositorio de las investigaciones y donde se puede encontrar la sabiduría–, la Universidad empezó a entender que, además de esta, las áreas verdes y los espacios públicos también eran importantes para la comunidad universitaria”, afirma Ana.
No obstante, ella sostiene que ha sido siempre un campus muy generoso, que se ha embellecido con esa propuesta, al dar paso a sitios no solo para visitar o estudiar sino también para la relajación y la convivencia con otras personas, además de ser, en el contexto ambiental, un regalo para la ciudad.
“Juan Felipe convocó a Carlos Julio y a Juan Fernando, y les entregó la gran responsabilidad de construir una biblioteca, pero ellos, más que eso, le dieron una centralidad al campus y lograron convertir un parqueadero en una Universidad”, resalta Juan Luis Mejía.
Y es que, como lo ha planteado Juan Fernando Forero, empezaron a idear un plan maestro para definir las formas y los tipos de espacios de los que dispondrían: “los bordes del campus nos daban las primeras líneas y, a partir de la centralidad de la Biblioteca, comenzamos a configurar el espacio”.
Fue así como, refiere Forero, se construyó cada patio en medio de dos edificios, en los que se destinaron sillas, zonas verdes, se agregaron árboles entre cada línea de los parqueaderos para dar sombra, y se hicieron jardines para que los recorridos entre los pasillos siempre estuvieran inspirados en la naturaleza.
Hace 15 años
Lo primero que tuvo que hacer Mesa y Uribe Paisajistas fue una lectura de lo que quería la Rectoría en torno a su idea y, a partir de ahí, aportar todos los conocimientos para sacarle el mejor provecho a los espacios factibles de intervención porque tenían claro, eso sí, que “una cosa es una universidad con una arborización espectacular y otra que invite a la gente a quedarse para poder disfrutar esos sitios”, relata Mesa.
De hecho, reconoce que el punto de partida y la inspiración de la arquitectura y el paisaje que hoy tiene EAFIT fue de Juan Luis Mejía, quien, de una forma muy visionaria planteó ese concepto de parque que obedece a las necesidades inmediatas sociales, ambientales y ecológicas.
“El parque es el lugar de encuentro para el disfrute y el descanso, que prepara los sentidos para lo mejor, bien sea para el aprendizaje, la lúdica o la interacción con el otro, y lo que el Rector hizo con la Universidad es lo que cada uno de los espacios de ciudad, privados y públicos, deberían ser: los colegios parques, las fábricas parques, las universidades parques, las instituciones parques, los conjuntos residenciales parques”, enfatiza Mesa.
Ana Cristina recuerda cómo en ese momento se pensó en tres puntos esenciales: el espacio público para que no solo fuera una Universidad de paso, sino que se pudiera habitar, donde se quisiera estar y pasar el tiempo; en la que el verde también cobrara relevancia, tuviera protagonismo y generara amabilidad con el entorno; y en lograr una reorganización arquitectónica o urbanística de la Institución.
“La Universidad estaba creciendo sin pensarse como un proyecto urbanístico, y lo que se hizo después de la creación de la Biblioteca fue reorientar la construcción para poderla entender como un campus en su totalidad”, asegura Abad.
Para Juan Luis Mejía, se trata de una metáfora cargada de belleza que quieren replicar en toda la ciudad: “cómo convertir los espacios urbanos realmente en un parque, en un lugar en donde podamos convivir de manera armónica con la naturaleza”, manifiesta.
"El parque es el lugar de encuentro para el disfrute y el descanso, que prepara los sentidos para lo mejor, bien sea para el aprendizaje, la lúdica o la interacción con el otro", Jorge Mesa.
Referentes y emblemas
Al estar en EAFIT o simplemente cruzar sus espacios, como un transeúnte desprevenido, es imposible que pase inadvertida la música clásica en los parqueaderos; el canto de las aves; el sonido del roce de las hojas de algún árbol, empujadas por el viento, o el de las notas de algún instrumento musical; el arte emergente en paneles y en obras escultóricas; el olor a flores y a hierba, o el deleite con el juego entre la arquitectura, el urbanismo y el paisajismo.
Por eso, si lo que quiere es sentir de cerca esa experiencia puede, por qué no, pasar por el Patio de los Pimientos, uno de los primeros referentes de la Universidad Parque –construido desde 2006– que comunica el Centro Cultural Biblioteca Luis Echavarría Villegas con El Ágora, el Departamento de Música y el bloque 29; donde afloran pimientos, anturios, orquídeas y heliconias; y se produce una conjunción entre el arte, la naturaleza y la academia.
En medio de ese trayecto, entre el bloque 38 y el Centro Cultural Biblioteca Luis Echavarría Villegas, se puede visitar un lugar conocido como el Jardín de Cachi –en memoria del paisajista Carlos Uribe “Cachi”, como lo llamaban sus amigos–. Cachi, de la mano de Jorge Mesa, diseñó esta intervención, cuyo fin fue lograr que ambas infraestructuras dialogaran sin competir. Allí es posible sentarse en una de las bancas donadas por la Sociedad de Mejoras Públicas de Medellín, situadas en medio de pequeñas plantas y árboles.
Justo allí se puede apreciar la obra Propileos, creada entre 2005 y 2006, por el escultor Ronny Vayda (fallecido): un pórtico que alude a las antiguas entradas a los principales grupos de edificios citadinos, propios de la arquitectura griega y egipcia.
Otra de las obras de arte que se constituye en un emblema de EAFIT es El Ágora, la que forjó con su talento el escultor Hugo Zapata Hurtado, luego del encargo que le hizo el exrector Juan Felipe Gaviria, y como respuesta al interrogante que le surgió sobre qué le hacía falta a la Universidad.
“Yo me di cuenta de que la gente busca muchos sitios de encuentro, entonces se me ocurrió la idea de hacer El Ágora, que es un lugar de reunión –una especie de aula pero al aire libre, donde hoy hay danzas, música y se ofrecen clases– con la esperanza de que allí iba a crecer un bosque que le diera un sombrío”, expresa el artista sobre este espacio que ha existido en varias culturas, como la griega.
Desde su forma y su estética, él la considera como un elemento muy generoso, que inspira alegría, donde se puede conversar, bien sea desde el suelo o en alguno de los diferentes niveles que tiene la obra, y hacer distintas manifestaciones del arte. Allí es factible la espontaneidad creativa.
“Cuando yo iba a hacer la obra, el Rector me dijo que escogiera el espacio que quisiera y yo elegí ese. Él me dijo que el único problema era que este estaba asignado para hacer una capilla, pero que realizara la obra ahí”, comenta entre risas.
“El Ágora es un símbolo de esa nueva Institución que Juan Felipe y todos sus colaboradores, en su momento, transformaron con un gran sentido humanístico, no solamente por lo que representa una obra tan significativa como esa, que como la Biblioteca es cada vez mejor, sino porque Los Pimientos la han ido arropando, se ha ido llenando de tiempo y cada vez es más bella y más vigente”, apunta Juan Luis.
Entre El Ágora y la Plazoleta del Estudiante no hay una frontera sino más bien una continuidad donde, desde lo íntimo de esa obra (la Plazoleta), se despliega un espacio al aire libre de 65 metros de largo por 14 metros de ancho: un lugar que desde 1999 no solo ha visto transitar a miles de personas, sino que ha adoptado la forma de escenario para actividades artísticas y de bienestar, con la sombra de los árboles como techo.
La naturaleza, y su presencia vital y enajenadora, se puede percibir, así mismo, en el Patio de La Ceiba –el que por cerca de tres décadas fue el corazón de la Institución, con arbustos y árboles que se imponían entre los bloques de edificios y los autos de la época–, y que hoy está conformado por una gran ceiba, un sendero peatonal y un mobiliario para el descanso.
“La sensación de estar en EAFIT es que ando con hijo, que estoy recorriendo un hijo predilecto”, Jorge Mesa Mesa, gerente de Mesa y Uribe Paisajistas.
También es posible contemplarla en las más de 12 mil orquídeas (como Catleyas, Catleyas Híbridas, Catleyas Mendelii y Catleya Trianae variedad Sangre de Toro), que, como bailarinas o campanas, por su color y forma, atraen la atención y adornan desde hace cerca de una década los aproximadamente 22 mil metros cuadrados de áreas verdes de EAFIT.
En la fachada verde del Edificio de Ingenierías, de 15 metros de alto y 115 de largo, la vegetación ayuda a regular el clima y evita que los rayos del sol impacten la estructura desde el occidente, y se expanda al sur la Universidad Parque, junto a jardines, un espejo de agua y árboles de diferentes tamaños.
El verdor llega al Parque Los Guayabos donde, en 2012, hubo hallazgos arqueológicos que dan cuenta de la ocupación de este terreno en otros periodos históricos, y donde hoy se ubica el Edificio de Idiomas EAFIT, en cuya parte baja, cerca de la avenida Las Vegas, sobresalen especies de plantas nativas alrededor de un lago y un coliseo cubierto.
Como si fuera poco, a este espectáculo sensorial para hacer una pausa en medio de la urbe, se suman acacias, almendros, búcaros, cámbulos, ceibas, guayacanes, hobos, mandarinos, samanes, urapanes, entre otros árboles.
Algunos son jóvenes y otros ancestrales, pero, con sus formas y tamaños, develan el avance histórico de EAFIT, como testigos de su evolución y desarrollo. Una Universidad donde discurre, en armonía, la vida de seres humanos; ardillas; insectos; peces, en el lago del Parque Los Guayabos, y diversas especies de aves, como loros, colibríes, gavilanes y currucutúes.
Premio Lápiz de Acero
El Premio Lápiz de Acero –el máximo galardón al diseño en el país– le fue otorgado a EAFIT en mayo de 2008, en la categoría de espacios públicos como un reconocimiento a la iniciativa institucional denominada Universidad Parque. Fue recibido por los paisajistas Carlos Uribe y Jorge Mesa, sus artífices. En dicha concepción –que incluyó la apertura de senderos peatonales, el levantamiento de esculturas, la reubicación de árboles y la transformación física del campus– también participaron los arquitectos Carlos Julio Calle y Juan Fernando Forero, creadores del edificio del Centro Cultural Biblioteca Luis Echavarría Villegas.