En el mundo de Nereida Palomino el agua ocupa un lugar primordial: De ella extraen el sustento muchos de sus vecinos; es medio de transporte para personas y mercancías; en ella se divierten locales y turistas, y es su ímpetu el que causa, en época de aguaceros, el empuje del Magdalena sobre el cauce del río Cesar y su desembocadura, la ciénaga de Zapatosa, cuyo desbordamiento afectó, en 2007, a 1.700 de las cerca de 6.180 familias del municipio de Chimichagua, Cesar.
Desde hace 12 años, Nereida trabaja como maestra en el Centro Educativo Nuestra Señora del Carmen, del que se benefician alrededor de 155 niños de Sempegua, corregimiento de ese municipio cesarense, cuya población se acerca a los 1.400 habitantes. Para ella se hicieron comunes las calles y los salones de clase anegados, así como las lecciones dictadas en aulas improvisadas en parques, capillas y patios prestados. Sin embargo, para ella, las cosas se volvieron inmanejables en 2010, cuando gran parte del colegio quedó bajo el agua y las directivas trasladaron algunos de los cursos.
Nereida cuenta que dicta Español en los grados sexto, séptimo, octavo y noveno. "En este último, soy directora de grupo, por lo que a esos estudiantes les doy Religión, Educación artística y Emprendimiento. Y fuimos precisamente nosotros, los de bachillerato, quienes nos debimos mudar porque se hundió el colegio hace seis años".
Su voz es tranquila cuando relata la manera en que se acostumbró a verlo todo inundado y cómo estuvo de acuerdo con sus alumnos cuando estos dudaron del éxito de las tres aulas flotantes, construidas entre 2013 y 2014 por la spin off Utópica y el Grupo de Investigación Mecánica Aplicada, ambos de EAFIT, con las que en 2011 los emprendedores Lina Marcela Cataño Bedoya y Andrés Walker Uribe soñaron con dar solución al problema de las inundaciones en las poblaciones afectadas por desbordamientos.
Las observaciones de Marcela, cofundadora de Utópica, le permitieron concluir que existen dos temporadas de lluvias en esa parte del noreste colombiano: "La primera es entre finales de marzo y mayo, y la segunda va de septiembre a noviembre. Pero a veces hay cuatro meses de inundaciones si se unen ambas temporadas, es decir, cuando comienza una sube el nivel de la ciénaga, y sigue lloviendo con regularidad, lo que genera poca disminución del agua antes de que entre la segunda temporada".
Por eso idearon un modelo de sistemas flotantes para crear tres aulas en materiales livianos, con un área total de 168 metros cuadrados, construidas sobre lozas de cemento aligeradas para que se adapten a los cambios en el nivel del líquido y puedan flotar, sin afectar el desarrollo de las actividades académicas, en crecidas de hasta tres metros.
Lo paradójico es que desde la entrega de las instalaciones a la comunidad de Sempegua, en mayo de 2014, lo único que Nereida lograba ver alrededor de las tres edificaciones de paredes blancas, así como bajo el puente de acceso elevado que conduce a las mismas, era tierra y hierba, pues las sequías ocasionadas por el fenómeno de El Niño disminuyeron no solo la frecuencia sino también la intensidad de las inundaciones, y dejaron a los habitantes del corregimiento con ganas de ver el milagro de los salones de clase entre las olas.
Relata la profesora que "aunque hubo otras inundaciones, el agua nunca había alcanzado la zona en donde están las aulas flotantes, hasta que la semana antepasada -sábado 26 de noviembre- los niños, que son muy inquietos, llegaron diciendo que los salones estaban ya sobre el agua. Nosotros fuimos y vimos que era verdad, por lo que llamé enseguida a Lina y a Andrés".
A Andrés, por su parte, le resulta paradójico que Jesús Aldo Nobles, director del centro educativo, deseara con ansias que llegaran las lluvias para ver la escuela levantarse sobre las aguas, y ver hoy su felicidad, pese a que su casa está inundada. Agrega que le alegra ver la motivación de los niños al arreglarse todos los días para ir a estudiar.
El emprendedor no olvida las caras de los pequeños "cuando entró en funcionamiento esta parte de la escuela, pues sintieron que los dignificaron y les dieron algo más chévere. Verlos felices y contentos, organizando los libros y cuadernos para ir a estudiar a las instalaciones nuevas es un impacto muy grande".
De vacaciones
Nereida Palomino afirma que cuando vio el tamaño de las aulas, al terminar el proyecto, no pudo imaginarlas elevándose ni un centímetro del suelo, sin importar la cantidad de agua proveniente de la ciénaga, pero aceptó que, como muchos de sus alumnos, esperaba la inundación para comprobarlo.
Hoy no encuentra calificativos para lo que ve: Magnífico, impactante, grandioso, exitoso, son solo algunos de los que llegan a su mente al recordar que la escuela en la que ejerce su labor resultó favorecida por esta iniciativa, construida con mano de obra local y gracias al apoyo del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (Pnud), la Unidad Nacional para la Gestión del Riesgo de Desastres (Ungrd) y la Unión Europea (UE).
Sus días pasan ahora más rápido: Ayuda a sus hijos a organizarse para asistir a clases, en la misma institución en la que trabaja -uno cursa octavo y los otros dos quinto-, y va con ellos a las instalaciones, a pesar de que las vacaciones ya empezaron. Según ella "los niños están muy entusiasmados. En las aulas flotantes trabajan los de primaria, los que dictan clase son los grados tercero y quinto, y ellos quieren estar allí metidos todo el día, aunque ya concluyeron las clases. Les da pesar tener que salir a vacaciones".
La profesora resalta el que haya venido mucha gente del corregimiento y de municipios como Chimichagua, Candelaria y Valledupar a montarse en las aulas, ver cómo se mueven, tomar fotos, grabar videos y hasta lanzarse al agua desde los salones, lo cual, asegura entre risas, no agrada mucho al director.
En su opinión, Sempegua empezó a formar parte del mapa gracias a este proyecto: "La gente ya se ubica. Los que no sabían dónde era el corregimiento ya tienen la referencia de las aulas flotantes, además de nuestras hermosas playas".
Pero para Lina Marcela Cataño, la relevancia de esta parte del país ha trascendido las fronteras como referente nacional y mundial de adaptación y mitigación al cambio climático. Señala como prueba el reconocimiento de esta solución por parte de la Agencia de Cooperación Internacional de la Presidencia de la Republica y de Procasur como una buena práctica en el ámbito nacional, la cual fue visitada recientemente por una delegación de seis países del sudeste asiático, en donde hay comunidades con problemas de inundaciones.
Lo cierto es que ya las cosas inexplicables empiezan a hacer carrera por cuenta de las aulas: "Algo que pude notar yo, es que en el pueblo es normal que caigan mosquitos, que caiga plaga, pero allá en las aulas ni se sienten. Allá no cae plaga", concluye Nereida.
Prioridad mundial
Sobre el futuro del proyecto, Marcela Cataño Bedoya, cofundadora de Utópica, afirma que el escalamiento industrial del proyecto de aulas flotantes está prácticamente finalizado y con procesos de construcción muy versátiles, lo que les permitirá construir cualquier tipo de unidad habitacional flotante. "El escalamiento industrial de nuestra tecnología permite pensar en la disminución de los costos de construcción de los diferentes sistemas, lo cual es clave para que los tomadores de decisión puedan acceder a nuestras soluciones flotantes y hacer que sus comunidades vulnerables a inundaciones mitiguen los efectos adversos que estas generan. Vale la pena recordar que nuestros desarrollos son soluciones permanentes que, a diferencia de otros que se hacen alrededor del mundo, van dirigidos a comunidades de bajos recursos que corren el riesgo de ser incluso más pobres como consecuencia del cambio climático. Ayudarles a adaptarse a este debe ser una prioridad para cualquier gobierno", puntualiza Marcela.
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Alejandro Gómez Valencia
Periodista Área de Información y Prensa EAFIT
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