David Arenas Vanegas, estudiante del pregrado en Administración de Negocios de EAFIT, cayó bajo el influjo del ajedrez cuando tenía siete años: en casa de su abuela, vio a sus tíos y primos librar batallas en las que, sin mediar palabra, la voluntad y la inteligencia se trasladaban a un tablero de 64 casillas, disputadas por pequeñas figuras en busca de acorralar al rey rival.
Esa pasión infantil, por la que llegó a veces tarde al colegio y rechazó algunas salidas a jugar con sus amigos, lo llevó a conseguir, el sábado 4 de junio, la mayor distinción posible para un ajedrecista: la de Gran Maestro Internacional. Tal hazaña la obtuvo, con tan solo 24 años de edad, luego de enfrentarse al cubano Lázaro Bruzón, un Gran Maestro contra quien jugó en el Campeonato Continental de Ajedrez de El Salvador.
“Es increíble cuando consigues algo que te propusiste alcanzar desde niño, y para lo que te preparaste, entregaste y sacrificaste durante toda la vida. Se siente como que todo valió la pena y se ven los frutos de todo el esfuerzo”, cuenta David, quien agrega que había jugado varias partidas contra Bruzón, pero nunca le había ganado.
David cuenta que, mientras jugaba, trataba de no pensar mucho en que si ganaba lograría el título de Gran Maestro, porque se desconcentraba. “Sabía que era duro jugar con las negras, pues, a este nivel, quien lleva las piezas blancas parte con iniciativa, pero solo quería jugar bien la partida, aunque con muchas ganas de ganarla”.
Para este eafitense el ajedrez es un deporte mental que requiere estar en óptimas condiciones físicas, pues, al estar en forma, el oxígeno circula más rápido hacia el cerebro, lo que ayuda a reducir el cansancio y a pensar mejor.
Por eso, David práctica el ajedrez 20 horas a la semana, más cuatro horas de ejercicio físico. Para un campeonato su preparación consiste en revisar las aperturas, que es la primera de las tres fases del ajedrez -apertura, medio juego y final-. La apertura marca el inicio del juego, el desarrollo de las piezas y la estrategia que se tendrá. Él analiza un poco a los rivales y se visualiza en las partidas para trabajar el aspecto psicológico.
“Antes de una partida, miro qué juega el rival para plantear la estrategia a seguir. Durante la misma, se trata de un juego psicológico, en el que uno aprende a conocerlo: cuándo se siente incómodo o pasó por alto una jugada”, relata.
A David, el ajedrez le ha abierto puertas en muchos campos. Le dio la posibilidad de estudiar en EAFIT gracias a una beca completa obtenida en 2009, una oportunidad que decidió aprovechar. Pero no fue una decisión fácil, pues combinar el ajedrez con el estudio, en sus palabras, es complicado, debido a los tiempos de entrenamiento y a los viajes que, en ocasiones, duran hasta tres meses.
“En EAFIT hay muchos profesores a los que les gusta el ajedrez y el deporte en general. Por esto, he encontrado mucho apoyo de su parte a la hora de aplazar trabajos parciales o explicarme conceptos por fuera de los horarios de clase. Sin ese apoyo, no habría podido salir adelante en mi carrera de Administración de Negocios”, expresa