El estado actual de la libertad de prensa en Colombia, los actos de censura, la legislación de los medios de comunicación y la libre expresión en entornos de convergencia, fue el tema de la primera edición de la cátedra Antonio Nariño realizada este martes 23 de agosto en EAFIT.
Este conversatorio académico, en homenaje a uno de los próceres y mayores defensores de la libertad de prensa en el país, organizado por EAFIT, Universidad de los Andes, Icesi y Universidad del Norte, contó con la participación de académicos, organizaciones defensores de la libertad de expresión, periodistas y estudiantes.
“Hacer visible el poder ha significado para las democracias modernas generar un mercado de ideas, de pensamientos, de opiniones. Esto ha contribuido, además, a generar un tipo de conversación que en el ámbito teórico se llama la opinión pública. En la época inicial de la libertad de prensa se generaron dos grandes valores fundacionales en el periodismo. Uno es el de ser foro de debate público, que permite a una sociedad mirarse así misma. El otro ha sido la de ser perro guardián de la democracia”, señaló Jorge Iván Bonilla Vélez, profesor de la Escuela de Humanidades de EAFIT.
La libertad de expresión, según algunos analistas, nace de la escasez y la necesidad de información de la sociedad para tomar mejores decisiones en la democracia. Este derecho fundamental está consignado en el Artículo 19 de la Declaración Universal de los Derechos Humanos, que señala que nadie puede ser molestado a causa de sus opiniones, por investigar, recibir o difundir información por cualquier medio de expresión.
“Para hablar de libertad de prensa hay que hablar de censura, que es una golosina de todos los sectores del poder. La libertad de prensa ha sido violentada tanto por gobernantes como por agentes de violencia. En épocas electorales, por ejemplo, hay mucho contenido pero poca información. La libertad de prensa hay que mirarla por regiones pues en estos lugares se ejerce de forma distinta”, afirmó Pedro Vaca Villareal, director ejecutivo de la Fundación para la Libertad de Prensa -FLIP-.
Actualmente, gracias a la cantidad de medios informativos que han surgido por las nuevas tecnologías y medios como las redes sociales, las posibilidades de ejercer la libertad de prensa ha ido creciendo. Sin embargo, este ejercicio también se ha ido adaptando a las nuevas realidades y dinámicas del mercado, contribuyendo con nuevas formas de limitar la libertad de prensa.
La violencia bipartidista de principios de siglo 20, el auge de fenómenos como el narcotráfico, la cooptación de organizaciones armadas y del mismo poder político, así mismo como las presiones económicas de los medios de comunicación, han aumentado las prácticas de censura en Colombia. La pauta publicitaria, en muchos casos, va en contravía con los intereses informativos.
“Con la creatividad de medios y periodistas, con responsabilidad y un pluralismo que incentive la información no tanto la propaganda, con reconocimiento al periodista como auténtico agente al servicio del interés público, con descentralización y la libertad de prensa como un modelo otra vez deseable, con la promoción de la libertad como un principio fundacional de la sociedad que estamos construyendo, probablemente le saldremos el paso a las amenazas que hay sobre la libertad de prensa en Colombia”, señaló Alberto Martínez Monterrosa, director del programa de Comunicación Social y Periodismo de la Universidad del Norte.
De la censura a la autocensura
Una de las principales consecuencias de las presiones políticas y la coacción de grupos armados en el ejercicio de la libertad de expresión en Colombia, ha sido la autocensura que se impone en los periodistas y medios de comunicación. Esta autocensura mirada como la manera en que los profesionales privatizan la información y, según sus intereses personales, deciden de qué hablar.
Carlos Mario Correa, coordinador del área de Periodismo del pregrado de Comunicación social de EAFIT, quien además fue reportero del diario El Espectador durante una de las épocas más difíciles para el ejercicio del periodismo en Colombia, contó las peripecias de los periodistas para garantizar su seguridad en medio de un país en conflicto y cómo la autocensura, además, comenzó a ser parte del oficio.
“En ese tiempo el censurador tenía nombre propio: Pablo Escobar Gaviria. En ese entonces no contábamos con seguridad, todo se hacía de manera totalmente instintiva y con autoprotección. Teníamos que trabajar en condiciones de clandestinidad, no firmar los textos con nombre propio, tampoco asistir a eventos sociales como ruedas de prensa. Éramos muy vulnerables en esa época”, recordó el periodista.
Por su parte, Mari Luz Avendaño, docente del Departamento de Comunicación Social de EAFIT, y quien recibió amenazas por su labor profesional, explicó sobre el miedo de los periodistas para informar, sobre todo en las regiones más apartadas del país donde no existen las condiciones adecuadas para la investigación, ya sea por la presencia de grupos armados o las presiones gubernamentales.
“Cubrir temas como el conflicto armado, las bandas criminales y el narcotráfico por supuesto te ponen en el ojo de todo aquel actor que se va sentir incómodo con lo que publicas. Por el cubrimiento de estos temas han sido muchos los capítulos que he tenido que soportar no solo por parte de actores ilegales sino también por agentes del poder”, señaló la periodista.
Las consecuencias y riesgos para el ejercicio del periodismo, como manifiestan los mismos reporteros, son más fuertes en las regiones por fuera de las grandes ciudades, donde los periodistas se encuentran más desprotegidos para su ejercicio de informar.
Según la Fundación para la Libertad de Prensa -FLIP- en Colombia la libertad de expresión en los últimos años ha ido en retroceso. Durante 2016 se han presentado 128 violaciones a la libertad de expresión y 157 víctimas de actos de censura, siendo la amenaza la agresión más frecuente contra periodistas.
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Alejandro Gómez Valencia
Periodista Área de Información y Prensa EAFIT
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