Aprender valores como honestidad y responsabilidad hace parte del proceso formativo de un estudiante, pero, ¿qué sucede cuando la falta de ética viene por parte del formador? Preguntas como esta motivaron el estudio publicado hace poco por el Centro de Estudios de Derecho, Justicia y Sociedad (Dejusticia), que fue presentado el miércoles 4 de octubre en EAFIT.
Con el nombre Academia y ciudadanía: profesores cumpliendo y violando normas, esta iniciativa contó con la participaron de 605 profesores de la Universidad Nacional sede Medellín, Universidad de Medellín, Universidad Católica de Oriente, Universidad Cooperativa de Colombia, Institución Universitaria de Envigado, Colegio Mayor de Antioquia, Ceipa, Corporación Universitaria Lasallista y EAFIT.
La publicación busca, entre otras cosas, "mostrar la fuerte correlación entre incumplir normas de cultura ciudadana e incumplir normas de integridad académica —explica Mauricio García Villegas, columnista de El Espectador y profesor de la Universidad Nacional, encargado de liderar el proyecto—. Esto es importante porque indica que el sentido ético y el comportamiento cívico van de la mano. También demuestra la importancia de la Universidad para la formación de ciudadanos".
La intención de poner la integridad académica como tema de discusión ciudadana surge de este esfuerzo académico, en el que también participaron los investigadores Nicolás Torres Echeverry, Andrea Ramírez Pisco y Juan Camilo Cárdenas Campo. El concepto es aquí entendido como una forma de actuar con base en honestidad, transparencia, responsabilidad, excelencia y coraje, incluso en momentos de adversidad, de acuerdo con Nathalia Franco Pérez, jefa del Centro de Integridad de EAFIT.
Y es que cuando las circunstancias son fáciles, seguras y predecibles "es sencillo hacer las cosas bien —señala Nathalia–, pero es en momentos de adversidad cuando se mide realmente la integridad y la probidad (rectitud) en lo relacionado con lo académico, tanto en docentes como en estudiantes. Por eso, es importante hablar del tema, porque vivimos un momento de mucha indignación y desesperanza en Colombia. La corrupción alcanzó a las altas cortes de la justicia y al sector privado, con casos como Odebrecht, Interbolsa, el carrusel de la contratación, los sobornos, etc.".
Nathalia considera que esta situación genera una profunda desconfianza entre los ciudadanos y confiere a la ética un carácter urgente como tópico de discusión en las aulas de clase, escenarios en donde la premisa no debe ser únicamente la formación académica y técnica sino también la preocupación por educar individuos capaces de tomar buenas decisiones morales.
Rol del maestro
Según Mauricio García, el plagio e incluir como coautoras en una publicación académica a personas que no aportaron al documento son muy frecuentes en nuestro medio académico y científico a pesar de su gravedad, y están asociadas a la presión para publicar que pesa sobre los docentes.
En ese sentido, Maria Alejandra Gonzalez-Perez, coordinadora del Grupo de Estudios Internacionales de EAFIT, advierte que la integridad y el compromiso son valores sumamente importantes y, cuando alguien decide ser científico o participar en procesos investigativos, adquiere una responsabilidad muy grande en la que se pone en juego el respeto por los procesos científicos, los datos y las fuentes.
"La investigación debe estar al servicio de la sociedad, pero, sobre todo, seguir procesos y criterios científicos; pasos replicables para ser corroborados en el futuro y medir su validez. Cuando se manipulan los resultados, el procedimiento y los datos, se crea una distorsión en la ciencia, se impide su avance y se crean barreras para el nuevo conocimiento. De otro lado, cuando uno está en el aula y tiene a cargo estudiantes, tiene un compromiso muy grande con el ser ejemplo", argumenta María Alejandra.
Con esa idea está acuerdo Isadora González Rojas, docente de habilidades comunicativas y redacción en Yuruparí, para quien la integridad del docente parte de su ética como ser humano, por lo que una escala de valores subjetiva por parte del formador tendrá como resultado un ejercicio académico con un impacto negativo en sus estudiantes.
El profesor aparece entonces como una figura de referencia para los alumnos, y sus competencias técnicas y valores se suman para dar forma a una relación que trascienda la entrega de conocimiento y alcance el nivel de maestro y discípulo, con efectos positivos en los estudiantes, quienes ven incrementada la seguridad en sí mismos.
"Cuando uno está en el aula sabe que los estudiantes miran todo: si el profesor empieza cumplido, si prepara clase, si le duelen sus estudiantes, si establece un vínculo más allá de la transferencia de conocimiento —afirma Nathalia Franco—. En EAFIT aplicamos una encuesta a los alumnos para determinar los factores que disparan el fraude. Ellos dicen que muchas veces está motivado porque el curso no tiene que ver con su carrera, o el maestro no enseña bien, solo mide la memoria o da prioridad a la nota por encima de otros elementos del proceso".
La jefa del Centro de Integridad de EAFIT agrega que con la instrumentalización de la educación en las últimas décadas muchos estudiantes buscan un diploma para cumplir sus objetivos personales sin hacerse preguntas por los demás, y piensan que a través de la carrera alcanzarán una serie de metas cuya naturaleza roza a veces con lo ilegal y lo poco edificante, tanto en el aspecto científico como en el moral.
Por su parte, Daniela Navarro Bohórquez, comunicadora social de EAFIT y estudiante de maestría en la Institución, dice que la integridad académica se fundamenta en la honestidad del conocimiento que se está transmitiendo: "A veces uno nota profesores muy mediocres en sus clases, que no leen bien los trabajos de los estudiantes ni tienen mucho criterio. Esa mediocridad afecta a los alumnos en tanto que estos pueden perder la capacidad de valorar la importancia de la honestidad y la responsabilidad en la producción del conocimiento".
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Alejandro Gómez Valencia
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