“Me dejé llevar por impulsos enfermos y cedí ante la tentación de una propuesta perversa, como aquel que sin brújula moral pierde el horizonte y desprecia la felicidad verdadera por las falsas promesas de felicidad material”. Estas palabras de un exfuncionario implicado en el caso de corrupción de Odebrecht podrían servir de alimento al eco de una de las preguntas más desafiantes que debe permear al sistema educativo colombiano: ¿Cómo se está construyendo la integridad desde la formación?
Casos de corrupción con amplios minutos en los medios de comunicación como el de Odebrecht, la captura por corrupción del director de la Unidad Anticorrupción de la Fiscalía y las manchas que caen sobre el manto de la Corte Suprema de Justicia, pero también las decisiones que se toman ante las señales de tránsito, la afectación al medio ambiente y ante el material que se comparte en redes sociales abren la cuestión sobre qué están haciendo las universidades para ayudar a superar esos dilemas.
En EAFIT las primeras respuestas parten de entender la integridad como la actitud correcta en las decisiones que un ser humano debe tomar en su vida cotidiana, concepto que ocupa un lugar cada vez más relevante en el ámbito académico. Se trata de una proyección hacia la sociedad de este valor moral, asociado a atributos como bondad, corrección, honradez, generosidad y responsabilidad, que también invoca, según explica Gabriel Jaime Arango Velásquez, director de Docencia de EAFIT, un echar mano de los argumentos que cada quien tiene para resolver sus problemas, a partir de razonamientos coherentes y consistentes con sus principios morales.
"La formación para la integridad humana es un mandato que tenemos en el sistema educativo colombiano —aduce el académico—, tanto en los fines de la educación básica primaria media y vocacional como en la universidad. Formar personas íntegras e integralmente desarrolladas es una finalidad del sistema. Aunque esa tarea no le corresponde solo a este sino también a los ámbitos familiares, sean los padres o las personas al cuidado de los niños en sus primeros momentos de vida y durante el tiempo que no están en el colegio".
Dicha responsabilidad compartida entre docentes y familiares debe realizarse durante todas las etapas de la vida, pero su impacto es mayor en los jóvenes recién llegados a programas de pregrado en la Universidad, con una formación inicial, experiencia de vida y posición frente a principios y valores ya empezados a construir en la etapa escolar básica primaria y secundaria.
"Mal haría la Universidad si no trabajara la integridad —advierte Gabriel Jaime—. La edad en la que llegan los alumnos y los años que permanecen cursando sus pregrados son argumentos para hacer de esta un elemento estructurante de la formación integral en términos de personalidad. El proceso debe continuar en los posgrados pues, aunque estos se enfocan en la apropiación de métodos cuantitativos y cualitativos de investigación, no hay que olvidar que el conocimiento no solo se produce y se transfiere, sino que debe estar acompañado de un razonamiento ético".
La idea es que el estudiante debe tener claro cómo, por qué y para qué conoce, antes de usar y aplicar lo aprendido, pues el comprender la fricción del átomo para generar energía atómica puede desembocar en usos como la creación de la bomba atómica o en otros como la desalinización de agua de mar para obtener agua potable.
Por eso, EAFIT se rige por el desarrollo de un conocimiento científico con posibilidad de aplicación acompañada de un razonamiento ético y de actitudes morales. Varias dependencias de la Institución trabajan para que el tema de la integridad no se aborde exclusivamente con los estudiantes sino también con el resto de actores de la comunidad académica, entre estas el Centro de Integridad de la Universidad que se inauguró este año.
"El semestre pasado hicimos una prueba piloto en 10 cursos de la Escuela de Administración. Fueron tres momentos de intervención con alumnos y docentes —recordó Nathalia Franco Pérez, jefa del Centro—. A partir de esa experiencia, Manuel Esteban Acevedo Jaramillo, decano de la Escuela, propuso a los profesores que quienes desearan cambiar el currículo a la luz de la integridad podían hacerlo, siempre acompañados de nosotros y expertos en educación y metodologías de enseñanza".
El proyecto iniciará a mediados de octubre, con la atención siempre puesta en la mejor manera de implementar y medir la aplicación del nuevo currículo, y con el apoyo de Patricia Toro, asesora pedagógica de Proyecto 50, un laboratorio para la innovación y el aprendizaje a través del uso y apropiación de tecnologías de la información y la comunicación (TIC), creado en 2010 en EAFIT.
Nathalia, no obstante, advierte que la tarea de hacer de la integridad un asunto transversal a la vida universitaria, sin que el tema se diluya o pierda relevancia, es un trabajo en construcción con un largo camino por recorrer.
Estrategias
Teniendo en cuenta los dos núcleos fundamentales de toda cultura —el sistema de ideas y pensamientos estructurales, y los principios morales—, desde la Dirección de Docencia de la Universidad, también se apela a diferentes mecanismos y herramientas para la formación de seres humanos íntegros.
"Recurrimos a los fundamentos de la cultura, en los que aparece el sentido del deber ser y la estimulación o sanción social; a la educación, entendida como un proceso de formación humana donde cada quien se da forma, adopta y selecciona modelos de pensamiento y comportamiento; y al relacionamiento humano, en constante deliberación ante los hechos y circunstancias de la vida", enumera Gabriel Jaime Arango.
Para el director de Docencia de la Institución, este proceso se basa en tres pilares: la declaración de valores de la Universidad, donde se habla de integridad, responsabilidad, tolerancia, entre otros, para dar forma a un perfil moral y actitudinal del eafitense; el diseño curricular, desde el cual se plantean experiencias de aprendizaje cognitivo, moral y ético del uso del conocimiento, y la reflexión crítica sobre los actos del estudiante.
"Yo no debo entrar a sancionar, en principio, un acto humano, sino convocar a la persona a reflexionar sobre el mismo —indica el directivo—, para que entienda que el hecho no es aceptable y pueda modificar su conducta, porque los seres humanos no somos perfectos, pero sí perfectibles. Si nuestro papel se limitara a aplicar el reglamento, sancionar, suspender o echar, estaríamos haciendo solo un ejercicio legal del reglamento, pero nuestra obligación es educar y no podemos perder ninguna oportunidad de hacerlo".
Al respecto, Nathalia Franco señala que la reflexión permanente sobre la integridad debe incluirse desde el mismo diseño de los cursos, pues la reflexión ética no debe ser un asunto aislado sino un tema que permee la planeación, el desarrollo y la evaluación de un programa académico.
"No obstante —advierte la formadora—, considero que la mejor herramienta es el ejemplo: los docentes se convierten en referentes de sus estudiantes, sea de manera positiva o negativa. Cuando un profesor crea un vínculo con ellos puede generar transformaciones significativas en sus vidas. Eso, por supuesto, requiere un deseo genuino de que los estudiantes aprendan, así como la voluntad para acompañarlos en procesos diferentes para cada uno. También ayuda muchísimo la deliberación y el conversar con los estudiantes sobre el sentido de obrar con integridad".
La importancia de que las universidades fortalezcan este tema es resaltado por Mauricio García Villegas, columnista de El Espectador y profesor de la Universidad Nacional, quien asegura que trabajos como el de EAFIT tiene alcances mucho más allá del ámbito universitario.
"El comportamiento ético se aprende de muchas maneras, pero lo fundamental es el buen ejemplo. Nada es tan importante como eso para los niños, los jóvenes e, incluso, los adultos. Las personas se comportan como ven que los demás, y sobre todo los líderes de su entorno, se comportan. Por eso es que los profesores deshonestos tienen un impacto nefasto en toda la sociedad", opina Mauricio García, quien presentó el 4 de octubre en EAFIT el libro Academia y Ciudadanía: profesores universitarios cumpliendo y violando normas.
En ese sentido, Gabriel Jaime Arango se cuestiona acerca del daño que no solo profesores sino también figuras de autoridad como mandatarios, jueces, senadores, entre otros, generan en el proceso de formación de los jóvenes, para quienes aparecen como modelos y referentes, y propone soluciones desde el papel formador de la Universidad.
"Debemos introducir en el currículo estrategias de experiencia vivencial para ayudar a los estudiantes a formar sus capacidades de deliberación y decisión crítica. Eso se puede hacer con cualquier currículo de cualquier materia, pues la educación debe ser ilustradora y sustentadora de las elecciones morales del ser humano, y lo tiene que hacer de una manera explícita e intencionada", concluye el director de Docencia de EAFIT.
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