Era real, aunque muchos no lo creían. Al momento de llamarlos al escenario, a recibir el documento que los acreditaba como nuevos estudiantes de EAFIT, se les notaba esa mezcla extraña entre nerviosismo y felicidad, algo que no podían disimular ni ellos ni sus papás, porque simplemente en ese instante, en ese momento, ahí y a esa hora, las puertas de la educación superior se abrían y, por ende, la vida los ponía en otro rumbo.
Antes, Estefanía Restrepo, estudiante de la Institución Educativa Jesús Rey, y quien hizo parte del programa nivelatorio, lo dijo en su discurso: “No somos personas conformistas, sabemos que desear es la forma más rápida de adquirir, por eso somos unos jóvenes llenos de deseos y con pretensiones más allá de la naturaleza humana. Le damos gracias a Dios porque ustedes le han abierto la puerta a estos 30 sueños y esperamos que sigan formando nuevas generaciones de estudiantes”.
Lo anterior ocurrió el jueves 25 de noviembre en EAFIT, donde 13 jóvenes de bajos recursos de la ciudad recibieron en un acto, cumplido en el Auditorio Fundadores, la beca que los acredita como nuevos estudiantes eafitenses.
De este número, 10 de ellos alcanzaron este beneficio debido a que su desempeño fue el mejor en el programa nivelatorio organizado por la Universidad y al que las instituciones educativas postularon a sus alumnos más destacados.
Esta iniciativa se hace posible gracias al programa de Becas con Aportes de Empleados de EAFIT que -según Carlos Mario Betancur Hurtado, jefe del Departamento de Beneficios y Compensación- desde 2003, cuando comenzó la iniciativa, ha financiado los estudios de aproximadamente 70 jóvenes por un valor de 500 millones de pesos, todos aportados por los empleados de la Institución.
“Un porcentaje alto de la planta contribuye para esta beca, pero la cifra aumenta cada vez más”, afirma Carlos Mario, lo que podría indicar que el número de beneficiados también se incremente en el futuro. Adicionalmente, la Corporación Amigos EAFIT ha hecho presencia al contribuir en los últimos años con una plaza adicional.
Precisamente, en el acto del jueves se beneficiaron con becas, además de los 10 del programa, un estudiante gracias a la Corporación Amigos EAFIT; la alumna más destacada de la Institución Educativa Benedikta Zür Nieden, de la Comuna 13 de Medellín (colegio que apadrina la Universidad en una tríada con el Colegio Montessori y el Grupo Nacional de Chocolates); y una estudiante que se hizo acreedora a la Medalla Cívica maestro Fernando González, en los premios Medellín, la más educada, lo que determinó que se le entregara una beca.
Desde comienzos de 2010
A principio de este año, 30 estudiantes de estratos 1, 2 y 3 del Valle de Aburrá fueron seleccionados para participar en un curso nivelatorio en diferentes competencias académicas. El acto del jueves sirvió, entonces, no solo para resaltar a los 10 mejores con la beca sino para graduar a todos los participantes, incluidos los otros 20, quienes con lo aprendido pueden acceder, de proponérselo, a otras instituciones de educación superior.
“Esta es la posibilidad de continuar con mis estudios y de ser un ingeniero de sistemas, por lo que espero ganarme la beca”, aseguró John Alexander Zapata, minutos antes de que lo llamaran al escenario para que recibiera, tal vez, la carta más importante de su vida, la que le asigna el 100 por ciento del costo de su pregrado. Al final su anhelo se hizo realidad porque estuvo entre la lista de destacados.
Y como este joven, otras promesas pasaron por el frente, pero a Melany Cristina Viana no la llamaron. Se sintió triste por unos momentos, pero después, con la beca entregada por la Corporación Amigos EAFIT, se sumó a los ganadores. Era la becada número 11 del día.
Automáticamente, cuando escuchó su nombre, se paró de su puesto y recorrió el mismo camino que sus predecesores, ya con un semblante diferente y una cálida sonrisa. Ella aún no tiene claro qué carrera va a escoger, pero asegura que espera contribuir al país con empleo y con puestos laborales. Su ideal es montar su propia empresa.
Otra es la historia de Javier Hernández Higuita. A sus 18 años asegura que se va a graduar, en algún momento, como ingeniero físico. A él lo apasionan los megaproyectos y espera contribuirle al país con el desarrollo de tecnología e infraestructura.
“Yo vivo en Santo Domingo Savio (nororiente de Medellín). Allá hay mucha gente buena y quiero ayudar a llevarles tecnología y enseñarles lo que yo vaya aprendiendo”, asegura. Su madre, Araceli Higuita, se declara satisfecha por los logros de su hijo: “Siempre ha sido el mejor en todo lo que se propone y esto se lo ha ganado el solo con el poco apoyo que le hemos podido dar. Estoy orgullosa”.
Y las puertas se abrieron para estos jóvenes, para los que salieron beneficiados y para los que concluyeron el nivelatorio, pues ya sea desde EAFIT o desde otra institución, su vida empezó a ser otra cuando la Universidad les abrió las puertas. Por eso quedó para siempre lo dicho por Estefanía Restrepo: “¡Gracias EAFIT!”.