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Agencia de Noticias / Abril 2013 Cultura / Una conversación sobre las enfermedades mentales y la literatura con Piedad Bonnett

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Una conversación sobre las enfermedades mentales y la literatura con Piedad Bonnett

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El libro, que editó Alfaguara, fue lanzado en abril pasado en Bogotá, casi dos años después del suicidio de su hijo, Daniel Segura Bonnett, artista plástico de la Universidad de los Andes, que se encontraba haciendo una maestría en la Universidad de Columbia (Nueva York).

La poeta colombiana presentó el jueves 2 de mayo su último libro, Lo que no tiene nombre, en una conversación con la periodista Ana María Cano, en el Auditorio Fabricato de EAFIT.

El diálogo giró alrededor del proceso de escritura de la novela dedicada a la muerte de su hijo Daniel, y la lucha que dio como madre después de su diagnóstico de esquizofrenia.

La literatura es un remedo de la vida, su mejor síntesis, pero nunca una sustitución. Por eso, para Piedad Bonnett, escribir Lo que no tiene nombre fue un ejercicio de distracción, una falsa esperanza de recuperar a su hijo. Y tal vez lo logró, pero solo de manera aparente, “porque la muerte es lo irremediable, lo que no tiene nombre”.

Esas fueron algunas de las palabras que intercambió la escritora antioqueña con Ana María Cano Posada, durante su participación en el ciclo El autor y su obra, el programa del Centro Cultural Biblioteca Luis Echavarría Villegas de EAFIT, que se realizó el jueves 2 de mayo a las 6:30 de la tarde en el auditorio Fabricato.

Ante un público conmovido y curioso Bonnett compartió con el público eafitense sus consideraciones alrededor de dos de los temas centrales de su libro, y la manera en que los abordó como madre y como escritora: el suicidio y la enfermedad mental.

Este es justo el valor que tiene para Cano Posada este libro, pues es capaz de despertar esos síntomas que todavía no es capaz de nombrar una sociedad como la colombiana, pero con los que convive a diario.

Lo que no tiene nombre surgió después de un episodio de crisis que tuvo su hijo, Daniel Segura Bonnett, quien padecía esquizofrenia desde los 18 años, en Brasil. Él le había dicho a su familia que quería quedarse como indigente para no ser una carga, para hacer más fácil su enfermedad. En ese momento Bonnett pensó por primera vez que lo que le sucedía a su hijo podía ser el tema para una novela.

Sin embargo, fue hasta un tiempo después de que su hijo se suicidó en Nueva York, en mayo de 2011, que decidió refugiarse en las letras para hacer su duelo, pero también para que sus lectores conocieran la batalla de Daniel contra su enfermedad en un mundo que la estigmatiza y que no cuenta con elementos médicos suficientes para tratarla.

“Para que su memoria fuera más respetable era importante que se supiera que había sido un suicidio y que tenía una enfermedad mental con la que vivía a diario. Y como él hay muchas personas tratando de adaptarse en esta sociedad, no todos están en los manicomios, están callados porque tienen miedo de perder lo que tienen”, dijo la escritora durante su intervención. 

La escritura
Fueron jornadas de hasta seis horas diarias en las que la escritura se daba poco a poco en algunas páginas, cada una pensada y llorada, durante un proceso que se convirtió en una manera de afrontar el dolor, aunque fuera de manera ilusoria y temporal, pues la autora asegura que no quería darle fin a esta obra.

“Sabía que terminar era tener que hacer otro duelo. Tal vez yo esperaba que esto me lo devolvería, pero la muerte es algo físico y terriblemente abstracto porque uno no entiende el vacío. No estamos preparados para enfrentar la ausencia, es algo que nunca llegamos a entender”, manifestó Bonnett.

Pero para llegar a esta fase tuvo que consultar y leer por muchas horas, pues tan pronto murió Daniel, empezó a investigar todo lo que encontró y le recomendaron sobre el suicidio, hasta que llegó a reflexiones que luego la llevaron a la literatura.

Desde la estigmatización de la enfermedad mental con culpas y asociaciones al alma, pasando por el precario sistema médico que la trata en el país, hasta determinados fármacos que pueden inducirla, son puntos cruciales a partir de los cuales la escritora se aproxima a la enfermedad y muerte de Daniel.

Fue muy cuidadosa al escribir, mucho más de lo acostumbrado, pues se trataba de lo más preciado para ella, y lo quería retratar para personas que lo quisieron, para personas que no lo conocieron, pero que tal vez viven algo de su vida.

Por eso, no cae en lugares comunes, sensiblerías o adjetivación innecesaria. Optó en cambio por la contención, la sequedad y la verdad, como dice ella misma. Hizo un ejercicio de distanciamiento y para evitar la sensibilidad de un tema tan propio, se aferró a la literatura de otros.

Por último, se dio el permiso de hablarle a Daniel como si lo tuviera en frente, de escribirle sin reprimirse, no sin antes consultar, con sus más confiables consejeros, sobre el final más adecuado para una obra en la que simplemente quería decir que la muerte también es vida.

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Juan Carlos Restrepo Aristizábal
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Última modificación: 08/09/2015 11:05