Otro interés del egresado es el cuidado del medio ambiente, por eso trabaja en educación ecológica a través de Makú, una corporación que busca incorporar prácticas amigables con la naturaleza en los habitantes del campo.
• Juan Manuel Jaramillo, politólogo de EAFIT, fue gestor del programa de Convivencia y Paz en el departamento de Chocó y hoy coordina el programa para todo el país.
• El proyecto es operado por el Cuerpo Internacional de Paz, una fundación que busca prevenir la violencia a partir de actividades que fomenten la convivencia pacífica como la práctica de deportes.
Entre balones y uniformes de fútbol, Juan Manuel Jaramillo Muñoz, egresado de Ciencias Políticas de EAFIT, llegó al Chocó hace un año como gestor regional del programa Convivencia y Paz, realizado en seis zonas vulnerables de este departamento.
La excusa era el deporte, pero la intención real era trabajar, identificar y prevenir riesgos, a través de actividades lúdicas y deportivas, en cuatro frentes específicos: ambientales, institucionales, sociales comunitarios y de seguridad.
Su labor consistía en coordinar una serie de labores, que empezaban por la contratación de entrenadores deportivos, y continuaba con jornadas de charlas y juegos pedagógicos, con niños entre los 5 y 17 años en condiciones de pobreza y alta vulnerabilidad de ingresar al conflicto.
“En este contexto no es fácil entrar con estas intenciones. La existencia de todos los grupos que hacen parte del conflicto y la falta de confianza en el Estado se convierten en obstáculos que solo algo como el deporte puede derribar. Es una estrategia para poder llegar a otras cosas”, comenta Juan Manuel.
Desde antes de graduarse de la Universidad este eafitense entró en contacto con el mundo de los derechos humanos y el trabajo con comunidades, pues su vocación es la pedagogía social “para reducir un poco la violencia en un país con realidades tan complejas como la colombiana”, dice el politólogo.
Así lo ratifica Santiago Leyva Botero, jefe del pregrado en Ciencias Políticas. “Desde muy temprano Juan Manuel mostró un interés marcado por el trabajo comunitario, en especial con niños, lo cual contrastaba con el interés de otros alumnos por las instituciones públicas o la gran política”.
Sabe que apenas es un aporte en medio de las grandes soluciones que requiere el país, pero recordar el proceso de cada una de las comunidades y sus niños lo hace pensar que vale la pena la existencia de este tipo de programas.
Y esto es algo que también destaca el profesor Leyva Botero, pues en Colombia, a diferencia de Estados Unidos y algunos países europeos, no existen iniciativas de formación ciudadana desde la niñez. En este sentido, “Juan Manuel ha sido pionero”.
La fundación a la que pertenece es una organización no gubernamental de carácter mundial, que también es liderada por una eafitense Beatriz Mejía Restrepo, administradora de negocios, que busca promover una nueva visión de desarrollo que contribuya desde una perspectiva integral y sostenible a la búsqueda de la paz y la reconciliación.
Juan Manuel empezó como voluntario y hoy es el coordinador general del proyecto en Colombia, que beneficia alrededor de 2.000 niños en 22 departamentos como la Guajira, Amazonas, Cauca y Chocó, además de otros proyecto similares.
Los aprendizajes
Tal vez la travesía más larga que ha hecho en su vida la hizo por una mujer: Daniluz, una niña de Nueva Esperanza, una comunidad denominada zona humanitaria debido a la historia de violencia que vivieron sus habitantes, y que hoy, los hace rechazar la presencia de cualquier actor armado, sea legal o ilegal.
El viaje empezó en bus desde Medellín y con una silla de ruedas. Su siguiente parada fue Chigorodó, Urabá antioqueño, a partir de donde el transporte varió desde moto-taxi y ferris, hasta chalupa, entre carreteras sin hacer y el río Atrato como única vía. Al final, fueron más de 18 horas no continuas, pero la felicidad de la menor con su nueva adquisición se convirtió en uno de los recuerdos más satisfactorios de este gestor social.
Como esta son muchas las historias por contar y muchos más los aprendizajes de la experiencia que se suman en todo el país. Ahora tiene una nueva concepción de pobreza, está seguro de que esta se hace más presente en la ciudad que en el campo y que no tiene que ver con la ausencia de bienes materiales.
Hoy admira mucho más a las comunidades afrocolombianas e indígenas del país, que en medio de la lucha han resistido de manera pacífica, sin dejar a un lado la alegría que las caracteriza.
Al principio fue difícil entrar a comunidades que han sido tan golpeadas por personas externas, por eso tuvo que ser muy hábil para evitar el rechazo. Dice que la escucha fue su principal arma, y que de ser visto con la desconfianza de un foráneo, terminó por ser invitado especial a sus fiestas, una de sus expresiones culturales más ricas.
Esta conexión con la gente le permite llegar a todo el país con el mismo programa, pero también está involucrado en otros proyectos operados por la fundación, como Beisboleritos, mi vida es un diamante, orientada a jóvenes entre los 10 y 17 años en riesgo de entrar en la violencia; y Marca propia, una iniciativa nueva con desmovilizados y ex actores del conflicto, que hoy quieren ser productivos y dar ejemplo en sus comunidades.
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Juan Manuel Jaramillo Muñoz
Egresado de Ciencias Políticas de EAFIT
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