No es difícil pensar en el deporte desde una concepción machista. Con algunas excepciones, el cubrimiento mediático privilegia, por un amplio margen, las categorías masculinas de las ramas deportivas y son las mujeres, con su propio esfuerzo, quienes le suman peso a su lado de la balanza para elevar su categoría al nivel que le corresponde.
Y vaya si lo han logrado. En Colombia son varios los referentes mundiales en distintas disciplinas. Se han derramado lágrimas al ver a Mariana Pajón y Catherine Ibargüen en lo más alto del podio; hay quienes se sienten pedaleando con María Luisa Calle; muchos hicieron fuerza para que Maria Isabel Urrutia levantara cientos de kilos en Sidney (Australia); y ni hablar de las alegrías compartidas con la Chechi Baena.
Pues en el ultimate las cosas no han sido diferentes. A nivel femenino, Colombia se viene haciendo un renombre por sus triunfos en este deporte. En 2010, la categoría junior se coronó campeona mundial en Alemania; en 2012, se alzó el máximo galardón en el mundial sub-20 en Irlanda; ese mismo año alcanzó la cuarta posición en el mundial de naciones disputado en Japón; y hace unos días, en el mundial de clubes en Italia, se metieron entre los ocho mejores clubes del mundo al ocupar la séptima posición, codeándose con potencias mundiales como Estados Unidos, Canadá y Japón.
Las mujeres vuelan más alto
EAFIT ha sido testigo, a través del torneo Ultimate Oro –que celebra se undécima edición hasta el sábado 30 de agosto–, del talento femenino que enaltece el espíritu de juego propios de esta práctica.
Las guerreras de la selección eafitense no temen volar por los aires cuando de interceptar un disco se trata, ni escatiman en sus gritos de entusiastas cuando el momento lo requiere. Y es por esta vehemencia que son vigentes campeonas de este torneo. Cero envidian a los hombres.
Alejandra Torres es una mujer con carácter, mirada firme, sonrisa grande y ausencia de titubeos. Esta firmeza la ha llevado a formar parte de las delegaciones nacionales que han representado al país en el exterior.
Cuenta que cuando comenzó a practicar ultimate lo hizo como pasatiempo, pero después se “empeliculó” y terminó jugando en Revolution, el mejor club colombiano en la actualidad.
Además, es la entrenadora del equipo femenino de EAFIT y 14 años como jugadora la convierten hoy en referente nacional de este deporte.
“Es más difícil que las mujeres practiquen un deporte por el contacto y por la misma educación, pues mientras las niñas juega con muñecas, los niños están desarrollando otras habilidades. Pese a eso, yo siento que el ultimate leS da una mayor confianza a las mujeres y después de que le cogen el tiro es muy particular. Si te tocó tirarte o rodar o ensuciarte, hay pantano, lluvia. Como toque. Y obvio, hay que gritar”, dice Alejandra.
¿Cuál sexo débil?
Kelly Johana Baca hace parte de la escuadra de la Universidad de Santander. Exjugadora de fútbol, se va por el ultimate: “me parece muy chévere correr y estar ahí como guerreándola siempre. Siento mucha adrenalina, emoción, ganas de correr y de estar más que en el fútbol”.
Opinión similar que comparte su compañera María Alejandra Rojas, quien además resalta el ambiente que genera el deporte y la lealtad de grupo.
“Es muy chévere conocer chicas de menos edad que se apasionan por el deporte también. Lo mejor es tratar de integrarnos y de tener una buena comunicación entre nosotras y los demás equipos. Que haya una buena amistad y respeto”.
Como ellas, hay otras practicantes que prefirieron el disco a los balones. Paula Batista, del equipo eafitense, juega hace cinco años y ha sido deportista toda su vida. “Practiqué patinaje y voleibol, luego, por una compañera que jugaba ultimate, fui a un entrenamiento y me gustó mucho. Salir a otras ciudades a competir es muy bacano”.
Y, al igual que Alejandra, su entrenadora, considera que lo mejor de practicar esta disciplina es el espíritu de juego, que genera empatía y respaldo entre todas.
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