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Análisis académico / 14/05/2014

Maestros por convicción: educar dentro y fuera de las aulas

​El miércoles 14 de mayo, a las 5:00 p.m. en el Auditorio Fundadores, la Universidad celebrará esta fecha con una programación variada y reconocimientos para los docentes de la Institución.

• Sonia López y Juan Diego Ramos, dos docentes de EAFIT, hablan sobre un quehacer que combina la labor de enseñar y de aprender de sus alumnos.

• El jueves 15 de mayo se celebra en Colombia el Día del Maestro, la fecha que homenajea a su profesión y la de sus colegas.

​José Vasconcelos, el primer secretario de Educación Pública de México, dijo en alguna oportunidad que “es legítimamente maestro el que trata de aprender y se empeña en mejorarse a sí mismo. Maestros son quienes se apresuran a dar sin reserva el buen consejo, el secreto recóndito, cuya conquista acaso ha costado dolor y esfuerzo. Uno que ya pasó por distintas pruebas y no ha perdido la esperanza de escalar los cielos, ese es un maestro".

Precisamente, este jueves 15 de mayo se celebra en Colombia el Día del Maestro, una fecha para conmemorar la labor de quienes día a día se paran frente a un tablero con el propósito de impartir unos cuantos saberes, pero, sobre todo, de transformar vidas.

Y es que hasta Simón Bolívar, el prócer de la independencia; y Gabriel García Márquez, el único premio Nobel del país, le deben parte de su gloria a un par de maestros. El primero a su homónimo Simón Rodríguez, con el que viajó por Europa antes de iniciar la gesta libertadora y quien lo introdujo en la lectura de los románticos y en el culto al racionalismo. 

Su influencia fue tal que, en 1824, el caraqueño le escribió una carta de agradecimiento que decía: “Usted formó mi corazón para la libertad, para la justicia, para lo grande, para lo hermoso”. 

El escritor colombiano, por su parte, a uno de sus maestros del Liceo Nacional de Zipaquirá, a quien le obsequió una copia de La hojarasca con la siguiente dedicatoria: “A mi profesor Carlos Julio Calderón Hermida, a quien se le metió en la cabeza esa vaina de que yo escribiera”. 

En Vivir para contarla, su relato autobiográfico, Gabo recordaría a su profesor de literatura como un apasionado por las artes y las letras que, por aquellas cosas de la vida, tuvo que interrumpir sus estudios de medicina y cirugía para dedicarse a la enseñanza.

La frustración que, quizás, le produjo al profesor Calderón no haber continuado con sus estudios y lograr el que era su sueño no fue un impedimento para motivar a uno de sus alumnos a alcanzar el propio. Su vocación, entonces, no era la de médico, sino que siempre fue la de maestro y el aún no lo sabía. Pudo haber operado muchas veces y salvar un par de vidas, pero nada se compara con haberle devuelto la fe en las letras a alguien que bien las pudo echar al olvido.

Maestra por imi​tación

Unos descubren su vocación en el camino, otros en cambio parecen haber nacido con la tiza en la mano. Tal es el caso de Sonia López Franco, docente del Departamento de Humanidades de EAFIT, quien desde que estaba en primero de primaria sabía que cuando grande quería ser igual a su profesora de español.

“Si a mí me quitan esto yo no sé qué haría. No sé hacer nada diferente. Lo único que no he sido, y que me encantaría ser, es profesora de primaria, para enseñar a leer y a escribir”, dice Sonia en medio de los libros que a duras penas dejan un espacio libre en su escritorio para el computador.

Pero no solo es amor al oficio, también es compromiso. Por eso sabía que tenía que formarse profesionalmente para luego compartir, con sus futuros alumnos, su gusto por el lenguaje y las letras. Ingresó a la Universidad de Medellín y estudió una licenciatura en Español y Literatura, y luego recibió una beca para hacer su maestría en Lingüística en el Instituto Caro y Cuervo, en Bogotá.

Reconoce que es una privilegiada al haber podido dedicarse a lo que siempre quiso ser, pero también destaca la labor de muchos de sus colegas que, aunque se formaron en otras disciplinas y no llegaron a la docencia por la vía de la licenciatura, lo hicieron de la manera más recta y respetuosa con el oficio. “Tenían en el fondo el destino de la docencia”.

Para Sonia lo más satisfactorio de su profesión es ver los cambios de las personas que pasan por su vida. Son transformaciones radicales, incluso, en los estudiantes de maestría, y explica que se dan tanto en el proceso cognitivo, como en el ámbito personal. “Cuando siento que nada ha cambiado en mis alumnos es porque no hice un buen trabajo”.

Lo más difícil, añade, es no lograr que los estudiantes se enganchen con el conocimiento, pero para lograrlo no es suficiente estudiar y mantenerse actualizado, aunque eso sea indispensable. 

“Por eso es tan importante el tema pedagógico que, paradójicamente, es cada vez menos profundizado. En la educación se cree que es un tema menor, que importan más las nuevas tecnologías, pero en la pedagogía está el componente humano, es un tema del ser”.

El reto del docente, concluye Sonia, está en combinar el saber teórico con la instrucción pedagógica, pues de nada sirve mucho conocer, sino se sabe transmitir, “pero sobre todo hay que mantenerse convencido de su labor y esa es una prueba diaria”.

Formación 360

Los primeros alumnos de Juan Diego Ramos Betancur fueron sus compañeros de Diseño Industrial en la Universidad Pontificia Bolivariana, donde empezó impartiendo una clase de diseño y anatomía, y luego le dieron la oportunidad de cursar ese pregrado. Juan Diego ya había pasado por las aulas de Filosofía y Letras de la Universidad de Antioquia y por las de Publicidad del Instituto de Artes. Además, ha sido, según cuenta, músico, poeta y escultor.

Y es que para él el conocimiento no se reduce a un campo específico del saber, al contrario, tal como lo pensaba Da Vinci, una persona integral debe poseer muchos gustos y saberes, pues así tendrá una mejor comprensión del mundo.

Con ese principio dicta sus clases en EAFIT desde 1995, donde ha sido jefe del pregrado de Ingeniería de Diseño de Producto y también jefe de ese departamento. Hace algunos años renunció a los cargos administrativos para dedicarse de tiempo completo a la enseñanza y a llenar los vacíos de los estudiantes primaros que llegan a proyecto 1.

En su concepto el bachillerato tiene dos grandes problemas, uno teórico y uno práctico. El primero es que “se enfatiza demasiado lo cognitivo y se homogeneiza el conocimiento, de manera que todos los muchachos, al saber lo mismo, tienden a ser iguales y luego no respetan las diferencias”, explica el profesor. 

En cuanto a lo práctico, añade Ramos, los cursos conocidos como artística se limitan a la parte manual, pero no les enseñan sobre cómo se relacionan el arte y la técnica, que es el propósito del diseño. “Lo que ha producido el arte, desde el punto de vista de la creación y la innovación, no tiene comparación con lo que ha producido la tecnología”.

“Yo trato de enseñarles cosas no solo para que sean ingenieros de Diseño de Producto, sino para la vida, conocimientos prácticos que les sirvan sin importar si se dedican a esta profesión”, apunta el profesor.

Las dificultades de la docencia, según Juan Diego, tienen que ver con la necesidad que tienen los profesores de transformarse para poder entrar en sintonía con las necesidades del entorno y con las formas de pensar de los jóvenes. “Si ellos no son los mismos cada semestre, tampoco podemos serlo nosotros. Tenemos que evolucionar constantemente”.

También cuestiona la rigidez de las estructuras académicas que se promueven desde el Estado y que van en contra de la integralidad que se debe encontrar en la universidad. “Lo que queremos es personas que le entreguen lo mejor que tienen a la sociedad, sin importar la profesión que indique su título. Hay que sacar lo mejor que tienen los estudiantes, pero siempre invitándolos a ser ellos mismos”.​

Mayores informes para periodistas
Marcela Olarte Melguizo
Área de Información y Prensa EAFIT
Última modificación: 27/11/2014 9:58

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