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Resultados IV Concurso de Microrrelato Universidad EAFIT

Acta del Jurado 

PALABRAS CONTADAS 

IV CONCURSO NACIONAL UNIVERSITARIO DE MICRORRELATO 2019

DIRECCIÓN DE DESARROLLO HUMANO-BIENESTAR UNIVERSITARIO


El lunes 25 de noviembre de 2019 el jurado del IV Concurso Nacional Universitario de Microrrelato, Palabras Contadas, conformado por Jorge Iván Agudelo, William Rouge y Daniel Bravo Andrade, se reunió para elegir los dos microrrelatos ganadores, así como para seleccionar otros microrrelatos más para ser publicados, junto con los ganadores, en formato digital en la página web del Departamento de Desarrollo Artístico, área adscrita a la Dirección de Desarrollo Humano-Bienestar Universitario de la Universidad EAFIT. Para esta versión se recibieron 56 microrrelatos provenientes de 15 Instituciones de Educación Superior de Colombia, representadas por 29 estudiantes, 10 profesores, 5 empleados y 12 egresados.  La decisión del jurado fue la siguiente:

Otorgar ocho menciones a sendos microrrelatos, así: 

  • Carlos Alberto Velásquez Córdoba, egresado de Medicina de la Universidad Pontificia Bolivariana, y su microrrelato “Masacre”

Primero cayeron los reyes y sus reinas, luego siguieron los ministros.  Los caballeros que trataron de defender los reinos, perecieron con sus caballos al ser aplastados por la caída de las torres. Los siervos lucharon con denuedo hasta ser vencidos. Ninguno sobrevivió. 
Bajo la consigna de "viva la igualdad" y "abajo las clases sociales" una multitud de “iguales entre sí” acabó con todos ellos en pocos minutos. 
Y todo ocurrió porque alguien desprevenidamente mezcló en el mismo cajón las figuras del ajedrez, las fichas del juego de damas y un solo tablero.

  • Juan Carlos Palacios Molina, estudiante de la Especialización en gerencia del desarrollo humano de la Universidad EAFIT, y su microrrelato “Entre frutillas y salchichas”.

Mis memorias de Rusia nacieron a 30 Km de Moscú, a las afueras de Zvenigorod, una pequeña ciudad que no conocí. Eran días largos, con un sol despierto a media noche. La locación de mi aventura era una analogía del lugar al que Elizabeth James y Nickolas Parker enviaron de veraneo a sus gemelas. Un modesto conjunto de edificios rodeado de pinos, con un clásico lobby en el que el recepcionista veía en un gigantesco televisor negro de culo ancho la versión rusa de ¿Quién quiere ser millonario? 
En la segunda planta del lobby, estaba el estridente salón que servía de restaurante, en el que se instalaba desde temprano un exótico buffet que desde primera hora se armaba con bananos verdi-amarillos, huevos enteros, frutillas frescas, panes almendrados y salchichas alemanas. Me emocionaba entrar a aquel salón, no por la comida, que generalmente me producía tristeza en virtud de su extravagancia; me emocionaban mis encuentros con aquellos ojos. 
El destino conspiró para que aquella iraní de ojos desconcertantes, fugazmente coincidiera conmigo, con frutillas y salchichas de testigos. El destino nos hizo protagonistas de una historia inconclusa.
  • Delaney Shannen Webster Hooker, estudiante de Negocios Internacionales de la Universidad EAFIT, y su microrrelato “La espera infinita”.

Mamá y Carla discutían, no sabía por qué, estaba entretenida con mi muñeca. Ya no estaríamos en la casa vieja del hombre feo, iríamos con papá, lo conocería; estaba emocionada. 
Un mes con papá, mamá no había regresado. Papá también era malo, aunque traía regalos y siempre había comida.
Le había preguntado a mi hermana por mamá, pero ella no contestó. ¿Cuánto tiempo debía pasar para que regresara? Papá daba miedo, mucho más que el hombre feo, cuando llevaba a Carla al sótano gritando. 
Carla veía las noticias, era aburrido. Una imagen de mamá apareció, y ella subió el volumen. Le pregunté qué ocurría, pero me calló y empezó a llorar, no entendía nada. ¿Mamá ya estaba en camino?
Hoy tenía un vestido negro, mi muñeca también, y no me gustaba. Llovía mucho pero aun así estábamos allí, enfrente de ese montón de tierra.
- ¿Dónde está mama? - le pregunté, tirando de su mano.
- Está en el cielo, Juli.
- ¿Podemos ir al cielo para estar con ella?
Me sonrió con tristeza y empezó a llorar, la abracé. No quería que llorara. Dejé mi muñeca allí, para ver si mamá bajaba del cielo y volvía. La extrañaba mucho.


  • Virginia Helena Duque Tirado, estudiante de Psicología de la Universidad EAFIT, y su microrrelato “El arte de procrastinar”.

Quién podría imaginar que al deber le queda tan bien un poco de color, se pregunta Margarita luego de planear por horas otra de las tantas semanas de su vida. Es martes, mediodía. Margarita da una mirada rápida a su calendario y se siente orgullosa. Ha creado una obra de arte compuesta por un montón de tareas enmarcadas en tonos pastel, que se superponen entre sí, desde la parte superior hasta el margen inferior de la página. El texto "4 horas" está escrito con una mezcla de tinta y mirella, después viene "planeación de metas y actividades" en letras rojas. No hay tiempo para perder, se repite sin convicción, hay tiempo que puede faltar… Con el sentimiento de satisfacción que deja el logro cumplido, empuja los cojines de la cama en dirección al suelo y se acuesta. Facebook le sugiere una súper oferta de marcadores Prismacolor, lee un artículo sobre bisutería y otros tantos más que no recuerda. Los ojos se sienten pesados, descansa. Mira la ventana, luego el reloj, once de la noche.
  • Andrés Miguel Vásquez Ochoa, profesor del Departamento de Psicología de la Universidad EAFIT, y su microrrelato “Clasificados varios”.

Vendo cobija partida.
  • Daisy Rubio Zapata, estudiante de Tecnología en Gestión del Diseño Gráfico de la Institución Educativa Pascual Bravo, y su microrrelato “La última decisión de Gabriela”.

Entre la mugre de la calle y los oscuros charcos que vuelan por las paredes, se mezcla una leve sensación de abandono y nostalgia. Con 61 años encima Gabriela camina sin rumbo por los alrededores fuera de su casa, sus cordones reflejan la desdicha con la que fueron amarrados a sus apretados y cansados zapatos. ¡Tantos años con los mismos zapatos! Hoy más que nunca anhela tener un par de zapatos nuevos, caminar tantos años con los mismos zapatos le habían removido las entrañas y el pellejo de sus talones cada vez más tieso y agrietado.
Mientras caminaba, recordaba la frase que siempre temió escuchar: —¡Te queda sólo un día!, saliendo como un susurro de la boca de su doctor mientras miraba sus ojos azules, como si le estuviera dando ánimo y no la noticia de su muerte. Gabriela caminó un poco más acercándose a la tienda de zapatos que nunca visitó, observando encantada por las vitrinas, toma la última decisión de su vida… 
La campanita suena y Gabriela sale lentamente de la tienda esbozando una ingenua sonrisa, paso a paso, cómoda y satisfecha, el sol de la tarde parece combinar con el color rosa de sus nuevas pantuflas.
  • Maria Fernanda Estacio Noguera, estudiante de Comunicación Social de la Universidad EAFIT, y su microrrelato “Probabilidades”.

Lanzaron las cenizas al viento, pero en lugar de esparcirse, se unieron
  • Boris Santiago Álvarez Alzate, egresado de Ciencias Políticas de la Universidad Pontificia Bolivariana, y su microrrelato “Diario de un impuntual”.

1) Sé más realista con el tiempo: 20 minutos no alcanzan para bañarte, vestirte según la época, comer, escuchar canciones que te hacen recordarla, lamentarte por los momentos felices que vivieron juntos, ignorar tus impulsos suicidas y subir al tren.
2) Deja de pensar que el destino va a favorecerte: ten presente que cuando quieres algo realmente todo el universo conspirará para que llegues tarde. Al conductor del bus no le importa tu puntualidad, no irá más rápido. Los semáforos no se pondrán en verde cuando pases. Ninguna entidad metafísica se preocupa por tu tiempo, no te engañes pensando que si llegaste muy tarde o muy temprano a su vida fue porque así lo quiso Dios o porque era lo mejor para los dos.
3) Aprende a esperar: eres impuntual porque eres impaciente. Crees que esperar es tiempo perdido, por eso siempre intentas, en vano, llegar a la hora y a la fecha exacta. Busca algo para sacarle gusto a la espera. Por ejemplo, escribe divagaciones que puedas leer con ella cuando vuelvan a encontrarse, si acaso dos impuntuales pueden encontrarse en el mismo tiempo.

Otorgar el Segundo Lugar a:

Marta María Peláez Gaviria, egresada de Derecho de la Universidad EAFIT con el microrrelato “Pelhambre”. Su microrrelato es una reelaboración en clave irónica de la vida conyugal; acude a un lenguaje preciso, descarnado y metafórico, que llega a ser fuerte sin ser propiamente efectista.


El marido está absorto, en su sillón favorito, lamiéndose su carne herida. En tanto, su mujer piensa cómo usar la piel que acaba de pelar para darle textura al plato. 

Otorgar el Primer Lugar a:

Joan Sebastián Córdoba Hernández, egresado de Ingeniería de Sistemas de la Universidad de Antioquia, con el microrrelato “Despedida inconclusa”. Las imágenes poéticas y la narración conviven sin estorbarse, dándole al texto una estructura sólida y verosímil. Construye una atmósfera tangible, resolviendo de forma creativa una situación a todas luces inusual. 


La tarde en que el viento nos abandonó nadie más quiso navegar. El tiempo, el movimiento y las voces se detuvieron al unísono como si la isla se acogiera sumisa al destino que algún dios le impuso por error. Nuestros pescadores desplegaron sus atarrayas sobre la hierba para que el sol les tostara las fibras. Nuestros marineros se acostaron en la arena para simular viajes entre nubes y constelaciones. Nuestras bailarinas olvidaron cómo imitar el vaivén de las palmeras con las que antes jugueteaba el viento. ¡Lo extrañábamos tanto! Los susurros que transportaba, su obsesión por despeinarnos, esa insistencia en cambiar las cosas de lugar.
Nos abandonó para siempre. Por eso sólo nos quedó imitarlo: musitábamos cosas en nuestros oídos, hundíamos los dedos en los cabellos del vecino, arrastrábamos con nuestros pies las ramas que caían al suelo. 
Después de que el viento nos abandonó, dejamos de decirnos hola y dejamos de decirnos adiós. En su lugar, nos lanzábamos brevísimos soplidos que con el paso de los siglos configuraron una nueva palabra, onomatopéyica y nostálgica; una nueva palabra que, repetida dos veces, corresponde a “inquieto aire” y que repetida tres significa “¿Aún lo recuerdas hermano mío?”.

Dado en Medellín a los veinticinco días del mes de noviembre de 2019


Departamento de Desarrollo Artístico

Desarrollo Humano-Bienestar Universitario