Uber, AirBnb, Cabify, Biko, entre otras, son algunas de las compañías que han surgido por cuenta de la Economía Colaborativa. Gracias a la generación de nuevas prácticas económicas que se basan en redes horizontales y que difuminan los límites entre oferentes y consumidores, se ha facilitado el surgimiento de nuevos modelos de negocio que tienen en su base el consumo colaborativo.
En esta economía, la valoración de la propiedad de los bienes y servicios queda atrás para dar paso a la valoración del uso de estos. Este cambio genera un ecosistema económico que se construye sobre el compartir recursos. Este panorama genera presiones sobre las empresas y organizaciones tradicionales para adaptarse competitivamente, mejorar los esquemas de crecimiento y rentabilidad y aprender a encajar la rentabilidad en la estrategia empresarial.
Estos cambios no solamente exigen una nueva concepción de las empresas; también exigen nuevas formas de liderazgo, mucho más orientado al crecimiento de los equipos de trabajo que al avance personal. Un liderazgo consciente de sus implicaciones en el contexto social que permita la reducción de la desigualdad y la creación de valor para los grupos de interés.
Estos cambios aplican para todos los sectores productivos, pero se materializan especialmente en actividades como el préstamo de bienes o productos, la personalización, los servicios de transporte, el préstamo de vehículos, el hospedaje; los servicios profesionales y personales por demanda; el video y música en línea; y los espacios para oficinas.
¿Cómo adaptarse a los retos que impone esta economía? ¿Cómo mitigar la incertidumbre regulatoria? ¿cómo enfrentar los retos fiscales, laborales y competencia que surgen? ¿cómo proteger al usuario efectivamente? La respuesta está en la confianza que se genera en las redes de usuarios y oferentes y en el aumento del conocimiento de las mismas.
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