Un proyecto de emociones
Hasta el momento, ¿cuál ha sido el
legado que Uniños ha construido
para EAFIT, la ciudad y el país?
Ana María Londoño: Posicionar a los
niños como interlocutores, como actores, como productores de conocimiento. Esa ha sido una batalla que hemos
dado defendiendo su presencia en los
espacios de discusión académica y
de participación ciudadana. Y eso ha
cambiado la opinión y percepción de
estudiantes, investigadores, empleados y muchos actores sociales.
Ana Cristina Abad: Para responder,
quiero recordar a Jorge Wagensberg.
Él fue uno de los grandes teóricos que
usamos para construir la metodología.
En una ocasión nos visitó y nos entregó su libro El gozo intelectual con esta
frase escrita: “Que siempre la incertidumbre te sea favorable”. Uno de los
legados que tiene este programa es
ese; aunque tiene una ruta, un norte, mantiene cierto matiz de incertidumbre
que le permite explorar. Eso es un legado interesantísimo: no estar lleno de
certezas, tener algo de incertidumbre.
Ana María Londoño: Otro legado es
su metodología que se ha construido
a pulso con las personas, la práctica,
las lecciones aprendidas, las conversaciones. Se basa en cuatro pilares: la
pregunta, el juego, la conversación y la
experimentación. En la práctica, esos
cuatro elementos se ponen en funcionamiento para crear experiencias
y contenidos. Veo en esa metodología
una buena brújula.
Con la pandemia nos tuvimos que
reconstruir, pero con la ayuda de esa
brújula ganamos sentido de orientación, principios y arraigo. Implicó
movenos entre la tradición y la novedad, eso nos permitió hacer giros
interesantes.
Ana Cristina Abad: En una conversación hermosa que tuvimos en
la Universidad con Beatriz Restrepo,
esa gran filósofa de esta ciudad que
fue tan valiosa para la educación, se
planteaba lo importante de poner en
el seno de la conversación al niño y al
joven, como decíamos ahora, como
un ser autónomo y legítimo. Ese es un
legado del programa porque es precisamente lo que hace Uniños.
¿Qué objeto o recuerdo representa mejor su experiencia
con Uniños? ¿Cuál es la historia detrás de ese recuerdo?
Ana María Londoño:
El mío es una colección de lápices que
elaboramos y que representan la oportunidad de escribir “a
lápiz”. Eso es algo que valoro mucho de Uniños: he podido
escribir, borrar, volver a esquematizar, dibujar encima y pasarles
resaltador a las ideas porque Uniños permite la experimentación. De
todos los lápices escogí el que sacamos
con motivo de los 45 años de la Universidad EAFIT. Si hay
una ocasión especial, elaboramos un lápiz especial. Para mí
es un ritual y un objeto poderoso.
Ana Cristina Abad: Si pienso en Uniños, recuerdo personas. Para mí, el programa es una conjunción de voces
disímiles, contrastantes, una sinfonía de chispazos emocionales e intelectuales, un grupo de trabajo increíble que al
principio estaba en el Departamento de Comunicación y
Cultura, y que recibió todo el apoyo de los directivos de
ese momento, principalmente del rector, Juan Luis Mejía
Arango.
También tengo recuerdos hermosos de los primeros investigadores que trabajaron con nosotros, como Juan
Diego Jaramillo, Daniel Velásquez y Juan Darío Restrepo,
quienes nos creyeron con una fe mística porque no había
nada, solo un experimento física e intelectualmente nuevo
para la Universidad.
La lista es gigante, todos se acercaron como orbitando a
este planeta y siempre le encontraron sentido.
El científico y
divulgador español Jorge Wagensberg fue una gran inspiración y apoyo.
También debo reconocer el apoyo de la Universidad de Viena y ese equipo
maravilloso que formó Eucunet.
Todos los que hemos hecho parte de Uniños le hemos
encontrado esa mística que produce trabajar con investigadores, maestros
escolares, talleristas y niños y jóvenes.
Ese es mi gran recuerdo, la trayectoria de personas que
han hecho posible que esto tenga 15 años. ¡Lo digo con
mucha satisfacción!
¿Qué debería pasar en los próximos 15 años en Universidad
de los Niños?
Ana María Londoño: Nos hemos
interesado profundamente
por la incidencia en el sistema educativo y científico. Realmente tocar
el aula de clase es una meta. Dinamizar la relación de la Universidad
con el entorno familiar, llegar a la
sala, a la conversación cotidiana es una meta insesante del
programa.
Articular más actores diversos sobre la necesidad
de que nuestra sociedad tenga como base el conocimiento,
y que esta visión articule a las universidades aún más con
sus contextos y actores. A través de los proyectos que hemos realizado con aliados vamos cumpliendo algunos de
esos sueños y abrimos camino para más oportunidades:
alianzas interinstitucionales, encuentros de diversas generaciones, municipios de Antioquia, entre otros.
Ana Cristina Abad: Compartimos sueños y visiones, hemos hablado de llegar a la ruralidad y tener más acciones
en la política pública de educación. También hay un reto
frente a la capacidad del programa: si uno de los límites
que tenemos es la cantidad de participantes que podemos
recibir, qué bueno que otras universidades pudieran tener
este mismo programa para que más niños y jóvenes puedan
participar en proyectos de comunicación de la ciencia.
También hay un reto frente a la juventud. Es difícil ese período de no ser ni niño ni adulto. ¿Qué le pasa a la juventud
de este país? ¿Dónde está? ¿Por qué los jóvenes deciden
hacer lo que hacen? Cuando entran a una universidad, ¿qué
se están imaginando? Y eso que imaginan, esos sueños, ¿se
cumplen cuando terminan su formación?
Ana María Londoño: También hemos tenido un sueño
loco: ir a las cárceles, los hospitales…
Ana Cristina Abad: Ese ha sido un sueño desde el principio, tenemos una deuda social inmensa con la gente que ha
tenido mayores límites y dificultades para sobrevivir. ¿Cómo
insertar la metodología y el programa en espacios y contextos que habitan las personas menos favorecidas? ¿Y las
cárceles, los hospitales, las instituciones para el cuidado de
la salud mental?
Ana María Londoño: Esos son sueños que hemos tenido
por mucho tiempo y que son alicientes para seguir trabajando en los próximos 15 años.