Juan Carlos Luján Sáenz
Periodista Área de Información y Prensa EAFIT / Entrevistas
La entrevista terminó y los agradecimientos llegaron de
un lado y de otro, tanto en inglés como en español. Pero
al científico Douglas Dean Osheroff, profesor de la Universidad
de Stanford, aún sentado y con las manos entrecruzadas
encima de la mesa de reuniones, se le veía algo
sorprendido y se preguntó por qué nadie en las entrevistas
que ha concedido en Colombia le ha preguntado quién fue
la persona que más lo influyó en la física.
El reclamo llegaba de quien ganó en 1996, junto con
David Morris Lee y Robert C. Richardson, el Premio Nobel de
Física gracias al descubrimiento de la superfluidez del helio
3. ¿Se refería Osheroff a un científico como él, a alguien
con más de dos o tres doctorados, o a un catedrático que
invitan a foros o a seminarios por todas partes del mundo?
Esa persona fue su profesor de química de secundaria,
quien le mostró un experimento y le dijo: “Lo más importante
es encontrar la naturaleza del ensayo”, explicó este
norteamericano nacido en agosto de 1945 en Aberdeen, un
pequeño pueblo ubicado en el estado de Washington, en
el noroccidente del país, cerca de la frontera con Canadá.
Sí, el asunto fue por ahí, por su docente de química,
el mismo que supo mantener la fascinación que Douglas
sentía por la experimentación y que había comenzado,
años atrás, en la familia que conformaban un médico,
una enfermera y cinco hijos.
A ese jovencito le gustaba la electricidad, los voltajes,
el movimiento, tanto que reconoce que sus padres solían
decir que, afortunadamente, había sobrevivido a su niñez.
Y la razón sí que está del lado de los papás del hoy acadé-
mico, quien en una ocasión voló de un lado a otro en su
habitación por la descarga de 600 voltios en su humanidad.
Y a esto se refiere el premio Nobel, quien en septiembre
de 2012 estuvo en EAFIT en el Tercer Congreso Nacional
de Ingeniería Física, donde se encargó de explicar cuáles
fueron las causas de la tragedia del transbordador espacial
Columbia en 2003, al que ha dedicado varios años de investigación.
De ciencia, de investigación y de tecnología respondió
este eterno sorprendido, quien confirma que cuando
experimenta se siente como un niño en una dulcería.
Ciencia desde la escuela
y el hogar
Se habla de que la ciencia debe ser como las artes, es
decir, que desde muy niño se debe motivar a la persona
para que se inicie en esta experiencia. ¿Fue el caso suyo?
Desde los seis años me interesé mucho por la ciencia, especialmente
por la física, en específico por los fenómenos
de la electricidad y el magnetismo. Mis padres, inclusive,
me llevaban a un campamento en las tardes en los que se
trataban todos los problemas asociados con esto, por ejemplo,
los motores y demás. Mis papás se sentían muy felices
porque veían mi fascinación y mi pasión. Afortunadamente
sobreviví a mi niñez, decían ellos.
¿Cómo fueron esos primeros años de experimentación?
Una vez, muy apasionado por la electricidad y el magnetismo,
hice un experimento con unos elementos de voltaje
que mi padre me compró. Yo los cambiaba, manipulaba y
podía medirlos en los terminales. Así cambié uno de los
puntos del voltaje, los empecé a conectar con un montón
de transformadores y de baterías, y cuando lo hice comenzó
a pasar un voltaje increíble. De un momento a otro me
puse a manipular un cable muy grande, lo encendí y me
cogieron 600 voltios, lo que me hizo volar al otro lado de
la habitación, inclusive todos los músculos se me contrajeron.
Nunca se los conté a mis papás. Sería muy frustrante
para ellos saber que tuve casi 600 voltios en mi cuerpo.
Entonces comparte eso de que a los niños hay que inmiscuirlos
en la ciencia desde muy pequeños…
Puede ser. En mi caso sí me sentía muy apasionado, fue
algo muy natural, pues todo fue fluyendo. De hecho, desde
los seis años ya me quería quedar en la electricidad y en el
magnetismo. No obstante, los niños de hoy conocen más,
seguro saben utilizar mucho más los computadores que yo,
lo que hace que sean curiosos y se interesen más por los
sistemas, que por hacer experimentos como yo.
Me acuerdo, por ejemplo, de un experimento que realicé
solo. Me fui 100 millas, cerca de Seattle. Mi madre me
había prestado el auto. Estaba en la secundaria y compré
de pueblo en pueblo, lugar por lugar, elementos para hacer
un experimento hasta que completé lo que necesitaba.
Pero el experimentar y conocer es algo muy de los niños,
aunque hoy muchos no lo quieran. Pero sí, desde mi niñez
me sentía muy apasionado.
¿Cómo fueron esas primeras aproximaciones al helio, lo
que determinó que en 1996 le otorgaran, junto a otros
dos científicos, el premio Nobel de Física?
Ingresé a la Universidad de Cornell (Estados Unidos) a estudiar
una maestría en física. Allí había dos áreas: un departamento
de física y otro muy especializado en física de
estado sólido. En esa universidad, el estudiante de un tutor
ruso muy famoso empezó a explicarme y logró llegar a bajas
temperaturas con helio, pero solamente a los 10.000
grados bajo cero.
Entonces seguí con el experimento yo solo porque las
otras personas se encontraban con actividades que no se
relacionaban con ese ámbito. Así llegué a los 15.000 grados
bajo cero. Ese fue un momento determinante porque me
di cuenta de que podía seguir. Y posteriormente llegué a
100.000 grados bajo cero.
La carrera espacial
¿Lo que usted expone acerca de que el accidente del
Columbia en 2003 ocurrió por falta de precauciones es
ya concluyente o todavía hay cabos sueltos?
Todo lo que estudiamos fue suficiente. Más que eso, lo que
le dijimos a la Nasa era que tenía que cambiar su sistema
organizativo, es decir, que no podían estar enviando transbordadores
sin un análisis previo y eso fue lo que hizo que
esta organización tuviera que detener las misiones espaciales
mientras reestructuraban todo su sistema. Así llegamos
a la conclusión de que lo que ocurrió fue un problema más
administrativo.
¿Está de acuerdo con que se haya cancelado la carrera
espacial y si es así cuál es el paso que debe seguirse?
No soy muy fanático de los viajes tripulados. Actualmente
tenemos la estación espacial internacional orbitando y hay
gente que está allá, que hace caminatas espaciales y eso
es muy valioso. Y bueno, en caso tal de reactivar los viajes
espaciales ¿hacia dónde iríamos?, ¿o qué haríamos?
¿Qué opina acerca de los experimentos o misiones como
la del Curiosity en Marte?
Soy fanático de las misiones robóticas que envía la Nasa. Es
una excelente opción y una manera muy bonita de conocer
lo que existe en otros lugares. Es una prueba de tecnología
muy importante y nos amplía el conocimiento de manera
increíble. En la actualidad, la Nasa tiene la posibilidad de
enviar una sonda o una misión robótica cada dos años,
entonces creo que está muy bien por la valiosa información
que se recoge.
El quehacer del investigador…
Un investigador necesita paciencia porque los resultados
no se dan de la noche a la mañana y después de
ganar un Premio Nobel se diría que se alcanzó la gloria
y listo, pero usted ha seguido investigando. ¿Qué lo
motiva a continuar?
No soportaría no estar haciendo experimentos y por eso
nunca he sido impaciente con estos temas. Cada que lo
hago me siento como un niño en una dulcería. Además,
después de que gané el Premio Nobel quise seguir investigando,
pero eso también depende de qué tipo de investigación
es. Por ejemplo, quienes se centran en partículas
gastan demasiado dinero en construir aceleradores de última
generación, eso hace que pierdan sus ganancias rápidamente
y no tengan muchos recursos.
Pero en mi caso, los trabajos siempre fueron muy económicos,
así mismo fui apoyado por la Academia Nacional de
Ciencias. Lo otro que me interesó, apenas gané, fue compartir
con la gente de la ciencia para saber qué están investigando.
Y claro, motivando a la gente joven a que investigue.
Es la segunda vez que usted viene a Colombia. Con
respecto a los Estados Unidos, existe una gran diferencia
entre ambos países en el tema científico porque
mientras allá en el norte buena parte del PIB se va
para investigación y tecnología, en Colombia solo se
destina cerca del 0.03 por ciento. ¿Cree usted que un
país que no le apuesta a la investigación tiene opción
de salir del subdesarrollo?
No creo que un país como Colombia pueda hacer parte del
primer mundo con esos índices de investigación, pero definitivamente
lo que sí podemos hacer es apoyar a los estudiantes
y a los jóvenes para que viajen a países como Estados
Unidos o Inglaterra, o a otras naciones, para que hagan
sus maestrías, doctorados, posdoctorados y poner reglas
estrictas para que regresen. La idea es que si les damos una
beca para que se vayan es obligación volver al país.
¿Desde la ciencia qué le augura a la humanidad?, ¿nos
va a ayudar a resolver tantos conflictos?
Sí, la ciencia puede ayudar. El hecho de que ahora los científicos
se reúnan y hablen de sus resultados muestra mucha
más unidad. Y si posteriormente se aplica, pues mucho mejor.
Usted en la Universidad de Stanford es uno de los profesores
más apetecidos porque cautiva mucho a los estudiantes.
¿Cuál es el secreto?
Actualmente estoy dictando unos cursos de física aplicada
para estudiantes de ingeniería. Eso sí, no es fácil apasionar
a alguien por la física porque son cursos donde van
3.000 personas, entonces no hay mucho contacto personal
ni nada. Hay unos estudiantes que son muy proactivos y
van a los horarios de atención para pedir ayuda con una
idea, con un problema o con un proyecto. Obviamente, el
ser premio Nobel influye en la asistencia.
¿Por qué tanta pasión por la fotografía?
Entré a la fotografía a los seis años. Mi padre era un médico
y vivía ocupado, pero le encantaba este tema, entonces
nos inculcó que fuéramos muy amantes de esta actividad.
Hoy dicto un curso que se llama aspectos técnicos de la
fotografía, donde le puedo mostrar a los estudiantes una
de mis grandes pasiones.