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Un chance para prevenir la ludopatía

​​​Una investigación del profesor Yaromir Muñoz Molina, de la Escuela de Administración de EAFIT,

abre el camino para la formulación de una política de salud pública que apoye a los jugadores
patológicos y contrarreste el riesgo de adquirir esta adicción.

 

​Las investigaciones del doctor Yaromir Muñoz apuntan a señalar la dependencia incontrolable del juego como un verdadero problema de salud pública nacional.​

César Pérez Arboleda
Colaborador / Proyectos de investigación 

En los últimos 15 años Colombia ha tenido un crecimiento significativo de jugadores con tendencia a la ludopatía, producto del aumento de casinos, loterías, máquinas tragamonedas y apuestas de todo tipo, incluyendo las electrónicas.

Así lo señala Yaromir Muñoz Molina, psicólogo e investigador de EAFIT, quien en sus estudios del juego como patología en América Latina durante este período advierte del peligro que corren los jugadores o apostadores casuales de convertirse en enfermos, altamente vulnerables a los frecuentes mensajes que los incitan al uso de juegos de suerte y de azar.

A esta situación se suman las políticas gubernamentales que, ante la falta de estudios de prevalencia, aún no declaran este fenómeno como un problema de salud pública nacional ni dedican recursos para investigarlo de manera profunda.

El estudio del doctor Muñoz comenzó en 2006 cuando, en su tesis doctoral, analizó el comportamiento de 450 jugadores de máquinas de monedas (tragamonedas) de la provincia de Quebec (Canadá). Su trabajo se enfocó en los mensajes con carácter disuasivo para impactar el campo cognitivo de los sujetos sometidos a la experimentación.

​Entre sus indagaciones pudo comprobar que la fuente de estos mensajes disuasivos incidía mayoritariamente en las conductas adictivas del juego cuando provenía de una fuente institucional reconocida, como un organismo en salud.

Así mismo, halló que una amenaza media relativa a cosas tangibles en el mensaje puede ser muy efectiva en el apostador, si lo hace pensar que su comportamiento lpuede llevar a consecuencias nefastas.

“La pérdida de un bien material tangible como la casa, por ejemplo, puede ser más efectivo disuasivamente para un jugador, que la pérdida de la salud. La casa en cambio sí se puede perder definitivamente y como amenaza, influye poderosamente en la decisión de dejar el juego”.

Por el contrario, se corroboró que, cuando es muy fuerte (amenaza alta) el mensaje, el sujeto se defiende y dice: “Eso no me va a pasar a mí”, mientras que cuando es muy débil no siente amenaza.

​Esto está evaluado bajo los modelos Teoría de la motivación a la Protección(Protection Motivation Theory y Modelo de probabilidad de elaboración (ELM), que permiten determinar en qué grado una persona se dedica a pensar en los mensajes que ve y recibe, lo llevan a acercarse a sí mismo y plantearse: “Yo estoy en peligro, esto me puede pasar a mí o es algo muy riesgoso, debo tomar una acción correctiva”.

“A eso es a lo que se refiere el campo cognitivo versus campo comportamental”, señala el investigador.

El acompañamiento que se le brinde a los ludópatas una vez reconozcan su problemática y decidan dejar el juego es otra clave que se desprendió de la investigación realizada en Canadá y que prendió las luces para posteriores avances en América Latina.

Es tanto el crecimiento de las apuestas en Colombia que Etesa (actualmente en liquidación), la empresa que agrupa los juegos de suerte y azar en Colombia, aporta 400.000 millones de pesos a la salud.

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Mensajes disuasivos

​Se les llaman disuasivos a aquellos mensajes que anteponen una consecuencia como elemento principal de un acto que es visto como irresponsable o problemático. La idea es que dichos mensajes traten de calar en la mente de los sujetos y les provoque un “insight”, que les permita reconocer que están en peligro y que deben hacer algo por corregirlo.​

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¿Quién es ludópata?

 ​​Según el doctor Yaromir, es alguien que ha perdido el control sobre su intención y deseo de apostar. Se torna compulsivo, irrefrenable en su deseo, persiguiendo reponer las pérdidas que ha acumulado en un cierto tiempo. Pierde la noción del tiempo, de la responsabilidad, se aleja de su empleo, de su oficina o familia.

Está atravesado por una serie de creencias 
irracionales que le hacen creer que puede controlar el azar. Es una persona que se engaña a sí misma en cuanto a sus posibilidades, aprende a mentirle a los otros, niega que es un ludópata o un jugador compulsivo.

“No todo juego es considerado una ludopatía. 
Por ejemplo, a diferencia de las máquinas tragamonedas, cuando una persona juega mil pesos diarios en un chance no experimenta pérdida de control, porque con 30.000 pesos mensuales que invierta en esto no va a quedar en la ruina. En este caso hay una planeación del gasto. Las máquinas tragamonedas, en cambio, tienen una dosificación constante del gasto y muchas veces el sujeto se ve preso de un impulso incontrolable por redoblar sus apuestas tratando de recuperar lo perdido o ganar más, aumentando el riesgo”.

Hacer visible lo​ invisible

Sin embargo, a pesar del aumento considerable en las ganancias que arrojan estos juegos, no hay datos precisos acerca de la población ludópata en el país y pocas investigaciones como las del doctor Yaromir, docente de la Escuela de Administración de EAFIT, apuntan a señalar la dependencia incontrolable del juego como un verdadero problema de salud pública nacional.

“Los apostadores se encuentran a merced de muchos y atractivos mensajes que se ofrecen en el mercado, como mágicas soluciones económicas para sus vidas: viajar, derrochar, comprar casa y carro, o no tener que trabajar más. Pero esas opciones de juego legal, y sobre las que no existen ​muchos temores ni conocimiento en la población, pueden convertirse en obsesiones incurables fácilmente si no se toman las medidas preventivas y correctivas a tiempo, y mucho menos, si todavía no se considera la ludopatía como un problema de salud pública”, afirma el investigador.​

En los casinos no hay avisos que prevengan la apuesta desmedida, los relojes no existen para que el apostador no tenga la noción del tiempo y tam​​​​poco hay ventanas donde ​se pueda ver si es de día o de noche.​​

Y describe que, por ejemplo, en los casinos no hay avisos que prevengan la apuesta desmedida, los relojes no existen para que el apostador no tenga la noción del tiempo y tampoco hay ventanas donde se pueda ver si es de día o de noche.

Algunas veces, incluso, ofrecen atenciones gratuitas de alcohol para estimular su euforia y, por lo general, cerca de estos establecimientos hay prenderías abiertas 24 horas que sirven de dispensarios de efectivo rápido para los apostadores.

Las investigaciones que iniciaron con su tesis doctoral en Canadá, en 2007, le sirven en la actualidad al profesor Yaromir para el análisis de los contenidos de publicidad de los juegos de azar en Colombia, que están asociados a la superstición: “Creencias como ‘el número soñado es un soplo divino’, los programas radiales que anuncian los números de la suerte, el amuleto, el rezo, el lavado, la figura divina o el agua bendita alimentan la potencialidad de los jugadores y el azar se presta a la superstición”.

Al referirse al eje temático de su investigación, Muñoz Molina indica que evolucionó hasta la ludopatía porque los adictos al juego patológico son sujetos que, vistos en una economía de mercado, buscaron en primer lugar la diversión, pero es una diversión que se desfasa muy fácil por la pérdida del control y “por el incentivo que tienen a alimentar creencias irracionales sobre los aparatos de juego, el control de la suerte, la recuperación de dinero perdido, los amuletos, las supersticiones y un montón de cosas que hacen que los seres humanos vivamos en un mundo irreal, de negación de la realidad”.

En su opinión, desde 2009, época en la que culminó su doctorado en Administración e investigación preliminar, hasta la fecha, el panorama de la ludopatía sigue siendo similar. Aunque, reitera, no hay datos precisos de jugadores compulsivos con esta patología y en Latinoamérica no se ha declarado como un problema de salud pública, desconociéndose muchos datos y estadísticas precisas que revelen la magnitud de esta realidad.

“Presumimos que hay un problema. ¿Qué significa presumir? Que hay personas que han pedido ayuda al sistema de salud, han llamado a líneas de atención y de servicios a la comunidad pidiendo ayuda. Suponemos, entonces, que Colombia y Latinoamérica tienen este problema.

 
​Lo que no sabemos es cuántos son los sujetos que están posiblemente afectados”, manifiesta el investigador.

Así mismo, menciona que aunque no todo el que juega es ludópata ni todo juego es causante de dependencia, los apostadores no conocen el riesgo que representa convertirse en un jugador patológico, y son persuadidos con mensajes y entornos engañosos que les prometen la solución económica a todos sus problemas.

Y añade: “Me propongo hacer visible lo invisible y que la investigación se convierta en una especie de denuncia pública de lo que está pasando. Así, posiblemente, se movilicen acciones que protejan al individuo expuesto a unas leyes de mercado donde el individuo es altamente vulnerable. El juego patológico es una dependencia de altísimo grado de recurrencia. Es muy difícil que una persona salga de ella una vez la adquiera”.​​

No hay datos precisos de jugadores compulsivos con esta patología y en Latinoamérica no se ha declarado como un problema de salud pública.​​

​Las investigaciones del doctor Yaromir Muñoz han tenido eco en el Concejo de Medellín dando lugar a varios debates, con el fin de evidenciar la situación de los juegos de azar en la ciudad. En este espacio se propusieron soluciones como las de eliminar los cajeros electrónicos a la redonda de cualquier casino, alejar a los menores de edad de estos establecimientos e implementar mensajes de prevención contra el juego patológico.


Apuestas en cifras

El periódico El Pulso, en una edición de diciembre de 2010, cita un estudio de la revista de la Asociación Colombiana de Psiquiatría en la que el doctor Mauricio Bahamón revela que en 2006, el 61 por ciento de la población colombiana gastaba parte de sus ingresos mensuales en un juego de suerte y azar.

Así mismo, según cifras de la Fundación Colombiana de Juego Patológico, el juego es un problema obsesivo-compulsivo de más de 500.000 colombianos que apuestan cerca de 750 millones en chance, 550 millones en loterías, 104 millones en el resto de juegos legales y unos 652 millones en juegos ilegales.

Según la Empresa Territorial para la Salud (Etesa), solo el 18 por ciento de los establecimientos de juegos de suerte y azar son ilegales. Se estima, además, que en el país hay unas 70.000 máquinas tragamonedas legales y unas 14.000 ilegales, según datos de 2009. Estos datos también son citadas por el periódico El Pulso.


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Yaromir Muñoz Molina

Psic​ólogo de la Universidad de Antioquia, especialista en Mercadeo de EAFIT, magíster del Instituto de Empresa de Madrid en Dirección Comercial y Marketing, y doctor en Administración del HEC Montreal de Canadá. En la actualidad hace parte del grupo de profesores del pregrado en Mercadeo de EAFIT. 


Entre sus premios y distinciones, obtuvo una beca de excelencia académica en el doctorado HEC Montreal y un tercer puesto en el premio Mercure por la mejor tesis doctoral en la misma institución. 

Entre sus investigaciones y publicaciones se destacan: Graphic Gambling Warnings: How they affect Emotions, Cognitive Responses and Attitude Change, publicado en el prestigioso Journal of Gambling Studies; Using Fear Appeals in Warning Labels to Promote Responsible Gambling among VLT Players: the key Role of Depth of Information Processing, publicado también en el Journal of Gambling Studies; Análisis de la prevalencia del juego patológico en diversos países (1997 y 2007), Evaluación cognitiva y Reacción emocional frente a las advertencias para prevenir el juego patológico (enero 2007) e Impacto del uso de advertencias contra productos adictivos (2005)

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Más información sobre el investigador

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Última modificación: 06/03/2017 15:11