Jonathan Montoya Correa
Periodista Área de Información y Prensa de EAFIT / Egresados en la ciencia
Las condiciones extremas a las que se enfrenta un astronauta en el espacio exterior puso a los científicos de la Nasa a pensar en cómo los habitantes de la Estación Espacial Internacional podían reciclar el agua con la que contaban. Para esto, crearon un purificador que permitiera la reutilización y consumo de este mineral.
Más tarde, esta tecnología se trajo a la Tierra y, gracias al interés de diferentes empresas del sector privado en los Estados Unidos, se comenzaron a desarrollar purificadores a muy bajo costo para el beneficio de poblaciones con escasez de agua.
La purificación del agua es solo un ejemplo de los muchos desarrollos tecnológicos derivados de la exploración espacial que pueden ser comercializados y convertidos en oportunidades de negocio. Estos proyectos se lideran desde el Centro de Investigación Ames de la Nasa, ubicado en el Silicon Valley, en California.
Antes de concretarse, dichas iniciativas deben pasar por el área de Comercialización y Nuevos Planes de Negocio de este Centro, y específicamente por la oficina Ames Space Portal, encargada de promover y desarrollar los mecanismos necesarios para estos procesos de transferencia de tecnología; y de tender el puente entre la Nasa y los emprendedores privados, proveedores y clientes externos.
Durante los meses de mayo, junio, julio y agosto de 2012, el administrador de negocios eafitense, Diego Mauricio Jiménez Suárez, fue el encargado de esta labor mientras realizaba su pasantía en esta entidad, adscrita a la Agencia Gubernamental de Programas Espaciales de los Estados Unidos, y como parte de sus estudios de maestría en Administración del Espacio en la International Space University (Estrasburgo, Francia).
En este lugar tuvo la oportunidad de conocer de cerca la relación de esta institución con diferentes empresas del sector privado donde, desde su cargo, contribuyó al análisis de factibilidad de los nuevos negocios que realizó la Nasa con otras compañías, así como sus futuras estrategias de comercialización.
Por ejemplo, un proyecto con la empresa Organically Derived Colloidals, que a partir de un spray probado en la Estación Espacial MIR, protege y provee de nutrientes a las plantas, reduciendo las necesidades de agua y espacio para el crecimiento de cultivos hidropónicos. O con DHA Supplement, que utiliza un suplemento extraído de las algas como fuente alimenticia y que también fue testeado con éxito entre los astronautas de la Agencia.
“Lo que se hace en esta área es transferir el conocimiento que se ha desarrollado por medio de la exploración espacial para que pueda ser comercializado por empresas y así crear nuevos productos y servicios. Se trata, básicamente, de una alianza público-privada en la que pude participar”, explica el egresado.
En su rol como investigador académico, Diego Mauricio, tuvo la posibilidad de establecer contactos con compañías dedicadas a la creación de software, biotecnología, ingeniería mecánica, nanotecnología, aeronáutica, propulsión, ingeniería de materiales, ente otras, así como trabajar de la mano con reconocidos científicos de la Nasa que, más allá de ser compañeros de trabajo, se convirtieron en sus mentores.
Una de estas investigadoras es Lynn Harper, líder e impulsora de la creación de un centro de investigaciones en la Luna previsto para la década de 2020 y ganadora de la Nasa’s oustanding Leadership Medal, una de las máximas distinciones que entrega la institución norteamericana. También Alexander McDonald, doctor en Economía de la Universidad Oxford (Inglaterra), y participante en diferentes proyectos espaciales que incluyen la creación de pequeños satélites para el mapeado topológico de las reservas corales en el mundo, el pronóstico de desastres naturales, las comunicaciones y la detección de asteroides.
Gracias a estas relaciones, y a su trabajo en el Centro Ames, el egresado adelanta actualmente su tesis de maestría, centrada en los principales retos de la transferencia de tecnología, su cuantificación y la creación de fondos para apoyar a los emprendedores que deseen incursionar en este campo.
De la exploración espacial a la aplicación cotidiana
Utilizando gas y aire, un polvo similar a la arena que se almacena en pequeñas cajas conocidas como Solid Oxide Fuel Cells, y procesos electroquímicos que generan agua como residuo, la empresa estadounidense Bloom Energy logró avances en la generación de energía limpia.
Sin embargo, su método no era nuevo, era el mismo proceso que había planteado la Nasa para facilitar, en caso de que sucediera un viaje interplanetario, el retorno de sus astronautas desde Marte a la Tierra, solo que aplicado a la inversa y puesto al servicio de un contexto real.
Por este proceso de transferencia de tecnología esta compañía ha recibido hasta 800 millones de dólares en inversiones, su valoración actual en el mercado ronda los 2.7 billones, y ya cuenta con clientes como Apple, Google, Microsoft, entre otros.
“Este es otro de los casos que pude estudiar y que comprueban la importancia de la tecnología espacial y cómo sus desarrollos científicos y de ingeniería pueden derivar en otros productos y, posteriormente, en su explotación comercial”, señala Jiménez, quien se enfrentó a este y otros casos durante su estadía en el Centro Ames.
Según los cálculos econométricos de algunas universidades estadounidenses, por cada dólar invertido en la exploración espacial, se obtienen ganancias de entre 7 y 9 dólares, y tasas anuales de retorno de 33 a 40 por ciento, lo que ratifica que esta gestión no solo es motivo de orgullo nacional, sino que sirve como punto de partida para empresas que incrementan la riqueza de los Estados Unidos y generan un amplio número de empleos.
Precisamente, el trabajo del eafitense consistió en desarrollar estrategias para que la Nasa pudiera cuantificar y hacer un seguimiento a sus spin off (ideas de negocio que surgen a partir de resultados de investigación), identificar caminos para promover el emprendimiento y la creación de nuevos negocios relacionados con este sector y, de esta manera, brindar un mayor soporte al programa espacial de la institución.
“Estudié los roles de las empresas de riesgo capital, y
trabajé en la propuesta de un fondo de capital para apoyar
ideas de este tipo, evitando problemas del pasado, como el
fondo Red Capital Planet de 2006, que tuvo que cerrarse
por razones políticas”.
Esto le implicó, por ejemplo, visitar el Ames Research
Park de la Nasa que, a diferencia del Centro, es un lugar en
el que se encuentran ubicadas diferentes empresas privadas
que trabajan en conjunto con la agencia gubernamental, favoreciendo
así el vínculo de la entidad con el sector privado.
“Una idea más o menos similar sería la de Ruta N, en
Medellín, en el que universidad, empresa y Estado se unen
en un mismo sitio, se complementan y sacan ventaja de las
sinergias que producen juntos”, ejemplifica Jiménez.
Su experiencia en esta pasantía se enriqueció al vivir
de cerca los diversos proyectos liderados por su oficina. Si
llegan a concretarse, asegura, podrían cambiar el rumbo de
la humanidad en los próximos años, como la construcción
de una base lunar, conocida como la International Lunar
Research Park, para el desarrollo de experimentos de alto
nivel; o la comercialización de vuelos suborbitales con fines
científicos y de turismo espacial.
Ya existen varios emprendedores billonarios interesados
en invertir en esta idea, como Virgin Galactic, Xcor y
Spacex, y el propósito es que en los próximos dos años estén
listas las pruebas de vuelo y se logren costos más bajos.
“Para que esto sea posible es necesario desarrollar planes
de negocios y proyecciones financieras. Tuve acceso a esa información
y la oportunidad de simular. El objetivo sigue siendo
reducir el costo actual de cerca de 200.000 dólares a un precio
asequible para muchas personas”, explica el investigador.
Un aprendizaje que quiere
aplicar en Colombia
Al buscar un punto común que le permitiera unir sus pasiones
por el espacio, la astronomía y la tecnología, con sus conocimientos
en el área administrativa y financiera, Jiménez encontró
la International Space University. Y aplicó a una beca.
Desde su vida universitaria manifestó interés por las
áreas de física e ingenierías, incluso se desempeñó como
director del grupo de astronomía Quásar de EAFIT, por lo
que comenzar sus estudios en la maestría en Administración
del Espacio en esa universidad francesa significó darle
continuidad a ese proceso.
Y así, a la misma institución en la que el astronauta
nacional Diego Urbina, uno de los astronautas más destacados
del país e integrante de la misión de simulación Marte500,
cursó sus estudios, llegó Jiménez para cumplir sus
sueños, y convertirse en uno de los pocos colombianos en
esta universidad de prestigio mundial que solo abre 40 cupos
anuales para sus dos únicos programas de maestría: en
Estudios del Espacio y en Administración del Espacio. ”Ser
uno de los pocos latinos en Francia es una gran responsabilidad,
ya que en nuestra región la tecnología espacial
apenas está siendo tomada en cuenta, y son precisamente
los desarrollos en el espacio los que tienen a las grandes
potencias en sus posiciones de privilegio. Por ese motivo
me siento con el compromiso de reunir los conocimientos
necesarios, y sembrar una semilla en Colombia y en la
región para que fije sus ojos en este tipo de tecnología”,
comenta el eafitense.
Este propósito lo comenzó a cumplir desde su ingreso,
al aprovechar todas las oportunidades y vincularse a proyectos
de investigación innovadores, en competencias de
creación de robots y cohetes, y en un simposio de sostenibilidad
del espacio con agencias espaciales internacionales
como Nasa, Jaxa y ESA.
Ese espíritu investigativo le permitió ser pasante en
la Nasa, participando de un trabajo interdisciplinario en el
que se inscriben físicos, ingenieros aeroespaciales, abogados
y administradores, y donde pudo reunir la experiencia
y los conocimientos necesarios para aplicarlos en el contexto
colombiano.
“Las spin off derivadas de la tecnología espacial tendrían
múltiples aplicaciones para Colombia y otros países
en vía de desarrollo, entre las que se cuentan el análisis
de información proveniente de satélites, el monitoreo y
remediación de desastres naturales, el seguimiento de
plantaciones o animales de producción de carne y en temas
de seguridad”, explica.
Según Diego Mauricio, esto sería de mucho interés para
clientes potenciales como el Gobierno Nacional, los gremios
de agricultores y ganaderos, las fuerzas militares y cualquier
empresa que necesite del análisis de fotos satelitales.
Por eso, se ha trazado como uno de sus mayores anhelos
vincularse con el sistema de emprendimiento e innovación
del país y, en especial, encontrar la manera de
trabajar estos temas con EAFIT.
“Estoy al tanto de las actividades que se desarrollan
en Colombia, y concretamente en Medellín, de la labor que
realizan entidades como Ruta N y de las iniciativas empresariales
que usan tecnología para generar impacto en la
sociedad. Creo que el país está pasando por un momento
histórico y económico único, en el que existe una gran
motivación por hacer mejor las cosas, y me encantaría ser
parte de esa transformación”.