César Pérez Arboleda
Colaborador / Perfiles
“Allí había un prejuicio porque la mayor cantidad de científicos estaban en Europa o Norteamérica y, por esa razón, investigaban lo que tenían a la vista. Y tan espectacular es nuestra región que los cambios climáticos a gran escala, como eras glaciares e interglaciares, están estrechamente relacionadas con lo que pasa en el istmo de Panamá, por ejemplo”, señala Martínez Rodríguez.
”Cuando estudiamos el clima
en el pasado, lo que hacemos es
una contribución al conocimiento en conjunto
con oceanógrafos y modeladores del clima”
Gracias a este aporte fue invitado, por
Smithsonian Tropical Research Institute, para participar en el estudio de la formación del istmo de Panamá y reconstruir la historia de los océanos Pacífico y Atlántico, debido a que poseen evidencias que sugieren que esta porción de tierra se formó antes de lo que se pensaba.
En un congreso en Oregón, denominado
Pages Open Sciencie Meeting, al que asistió el año pasado, el paleocenógrafo Cristiano Chiesi, de la Universidad de Sao Paulo, dijo que en su país solo reconocían en Suramérica las investigaciones de Colombia en esta materia, a pesar de no contar con los equipos sofisticados para la investigación que sí tienen otras naciones del mundo más desarrolladas.
“No soy un descubridor. Antes, los científicos aisladamente podían hacer grandes hallazgos, hoy por hoy, cuando estudiamos el clima en el pasado, lo que hacemos es una contribución al conocimiento en conjunto con oceanógrafos y modeladores del clima, estudiantes y el complejo equipo interdisciplinario conformado a lo largo de estos años”, dice el eafitense
En red mundial
La estrategia de Martínez Rodríguez fue despertar el interés
de colaboradores con prestigio internacional, como
el también paleocenógrafo Lloyd Keigwin, de
Woods Hole
Oceanographic Institution, y que ahora es socio en su investigación
y a quien le pidió colaboración en un proyecto
que tenía con Colciencias para estudiar el material del
fondo marino del Pacífico, que ya estaba recolectado en
muestras, pero del que no poseía la tecnología para hacer
los análisis de los isótopos.
Al paleocenógrafo Yasuke Yokohama, de la Universidad
de Tokio, y que conoció en Australia, lo vinculó al proyecto
mediante el estudio de las muestras a través del Carbono 14.
Al investigador norteamericano Keigwin “le tocó la
fibra” con la propuesta porque su primera investigación fue
en el istmo de Panamá y, luego de las primeras publicaciones
internacionales de Martínez, vio el futuro de este estudio
y solicitó recursos por 250.000 dólares con
National
Foundation Society, para completar sus estudios y cruceros
exploratorios en el Pacífico.
Por el “oro” en investigación
José Ignacio Martínez asocia los recientes Juegos Olímpicos
de Londres, que tuvieron lugar en agosto de 2012, con una
realidad mundial que, a su sentir, es aplicable al campo de
la ciencia: China, Brasil, e incluso Colombia disputan las
nuevas medallas de oro de la competencia científica.
“Es cuestión de voluntad y de estado mental. Por
ejemplo, en el valle inferior del Magdalena se podría pensar
que los holandeses y sus avanzadas técnicas de diques
pudieran ser la solución para nuestros terrenos inundables,
pero Holanda vive unas condiciones muy diferentes al río
Magdalena que es altamente dinámico. En cambio, soluciones
como ‘la casa flotante’ de EAFIT, que se trabaja en la
spin off Utópica y que se encarga de soluciones de vivienda
para inundaciones fluviales, nos dicen que nosotros sí podemos
solucionar nuestros propios problemas”.
Y eso, insiste, es lo que se ve en el desarrollo de otras
naciones: la voluntad de creer en sí mismas y crecer.
“Una vez la máquina empieza a trabajar, la rentabilidad
llega. Los beneficios no se pueden esperar inmediatamente.
El riesgo en el país y Colciencias es que se
le pone mucho peso a la pertinencia, por supuesto que
tenemos cosas urgentes que resolver, pero eso no debe
excluir la investigación en ciencia básica, que es lo que
nos va a dejar en ventaja competitiva con el resto del
mundo globalizado”, apunta.
Con estas convicciones y su visión de investigador,
el aporte a la ciencia de Martínez consistió en aumentar el
tiempo de observación humana del clima que, hasta hace
poco, había sido sobre los últimos 100 años, lo que limitaba
el estudio del sistema complejo de variaciones súbitas y
procesos que en un momento pueden conducir a una condición
cálida o glacial.
“Llegar a la academia es una experiencia muy bonita
para mí, pues el objetivo de dedicarme a la ciencia
radica en trascender en la curiosidad y ver qué escenarios
pasados puedo reconstruir del clima en favor de la interpretación
del fenómeno del Niño y sus implicaciones
futuras en el mundo global, tanto en el océano, como en
la atmósfera y la biósfera”.
Pero no solo descubre un mundo oculto hasta la fecha,
sino que abre las puertas para comprender mejor y predecir,
incluso, el comportamiento de fenómenos naturales como el
Niño al amparo de los ojos de la ciencia colombiana.
Estos aportes a la reconstrucción histórica del clima,
además de su trayectoria, fueron razones para que fuera nombrado,
en 2008, como miembro correspondiente de la Academia
Colombiana de Ciencias Exactas, Físicas y Naturales.