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La Universidad de los Niños está grande

​​​​​​​​​​​​El brillo en los ojos de los niños y jóvenes cuando aprenden algo nuevo ilumina la celebración de los primeros 10 años de vida que festeja este 2015 la Universidad de los Niños de EAFIT.​​​


​El modelo de Universidad de los Niños nació en Alemania y se extendió por Europa. La que se creó en EAFIT, que hace parte de la red europea que agrupa estas iniciativas, es pionera en Latinoamérica.
Alejandro Gómez
Periodista Área de Información y Prensa / Universidad de los niños

​Todo lo que le pasa es una pregunta, una inquietud, una posibilidad de aprender. Así percibe la vida Santiago Ospina desde muy niño, como cuando tenía siete años y desde el Colegio San José de Las Vegas lo recomendaron para ser uno de los primeros alumnos de la Universidad de los Niños, ese programa de EAFIT que este año cumple una década enseñando a disfrutar del conocimiento.

“La Universidad de los Niños me enseñó a investigar. Me enamoré del conocimiento”: Santiago Ospina Patiño, de 16 años.​​

Santiago aprendió muy bien la tarea de que preguntar es aprender y disfruta que los interrogantes broten incesantemente en su cabeza. “Yo era, y soy
todavía, muy preguntón. Ya mi papá tal vez no me puede responder lo que me cuestiono, pero cuando era más niño siempre preguntaba todo y cuando
aprendí a leer empecé a interrogarme las cosas por qué se llamaban como se llamaban. Creo que, aunque era algo innato, ​la Universidad de los Niños me lo potenció. Todo lo que te rodea es una pregunta nueva”.

De las cuestiones sobre temas cotidianos y a la mano, como las que se hacía cuando estaba en la primera etapa del programa, Santiago -ahora en décimo grado del colegio- pasó a preguntarse por microorganismos y ahora busca la manera de extraer biopolímero de una levadura que se fermenta a partir del mucilago de café.

Todas esas inquietudes aún puede resolverlas en la Universidad de los Niños, gracias a una metodología que el programa ha logrado madurar para poder encontrar el verdadero valor científico de la curiosidad de sus participantes, con talleres fundamentados en preguntas, experimentación y juego. 

Con esa intención de incentivar la inquietud científica nació en 2005 este programa de educación no formal para curiosos entre 8 y 17 años, de diversos orígenes sociales, estudiantes de colegios públicos y privados. La idea surgió cuando Juan Luis Mejía Arango, actual rector de EAFIT, propuso que se creara una metodología para responder a esas inquietudes que tienen los niños y que no siempre reciben respuesta. 

Desde entonces han disfrutado de la iniciativa 2.237 participantes de 263 instituciones educativas de Medellín, el área metropolitana y municipios cercanos, apoyados por 128 investigadores eafitenses y 247 maestros escolares.

“Te enseñan a preguntar y a no quedarte con dudas. Yo llego al colegio y sé cosas que mis compañeros no saben”: Simón Saldarriaga, participante en el programa.

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“Gracias a todos los que han hecho parte de este programa hemos logrado grandes cosas, como romper con un esquema tradicional donde hay un único portador del saber, y abrir espacios donde los niños y los jóvenes pueden ser activos y creativos en la construcción de conocimiento, interesarse por nuevos temas, relacionar el saber con la vida cotidiana y divertirse mientras aprenden”, explica Ana Cristina Abad Restrepo, directora de la Universidad de los Niños.




Participación en las tres etapas de la Universidad de los Niños (2005-2015)​

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Kínder del profesional​

​Otra de las tareas que se ha cumplido es la de mostrarles a los niños las posibilidades de la ciencia y, por eso, varios han  encontrado su vocación jugando. Ese es el caso de Pamela Williamson Palacio, una de las primeras integrantes del programa, muy interesada siempre por la física y, ahora, estudiante de esa ciencia pura en la Universidad de los Andes.

Maritza Palacio recuerda que a su hija Pamela la nominaron a la Universidad de los Niños desde el Colegio La Enseñanza cuando tenía unos 11 años porque le notaron esa capacidad investigativa. Y fue una recomendación muy acertada porque ahora la madre
–con cierta nostalgia anticipada– sabe que después de Bogotá su hija puede dar el salto a estudiar o trabajar en cualquier parte del mundo.

“La Universidad le abrió el mundo de una manera impresionante. ¿Por qué? Porque los temas que veía una niña en quinto  elemental versus lo que veía en EAFIT, que eran temas científicos con una metodología lúdica, era fascinante. Ella llegaba a la casa y decía ‘¿cuándo será viernes para yo volver a EAFIT?’”, recuerda Maritza.

Pero también era un disfrute para la mamá que la niña estuviera en el proyecto, no solamente por sabía que la dejaba en muy buenas manos, sino porque su hija también la sorprendía con lo que cuando llegaba a la casa y le explicaba cosas como, por ejemplo, por qué el cielo es azul o qué un agujero negro.

“Es un espacio excelente porque a medida que van sumando años de participación se puede con diferentes temas y ramas de la
ciencia, y así podemos saber qué nos gusta y qué hace felices, lo que nos sirve para momentos en la vida como escoger la carrera que se estudiar”, dice Michel Castañeda Szklarska, de la iniciativa.

Felicidad del saber​

Felicidad es una materia clave en esta Universidad, es una palabra que se repite mucho y Daniel Gómez Moreno sabe explicar por qué. Él hizo parte del programa ​como niño curioso y ahora es uno de los talleristas.

Daniel tenía nueve años cuando le nació ese amor que tiene por el programa. Ahora que cursa tercer semestre de Derecho en EAFIT, dedica varias horas de la semana para preparar el material con el que comparte herramientas de investigación a los integrantes más jóvenes.

“A medida que la gente crece se va aletargando. Por eso entre lo que más me gusta de trabajar con los niños está la energía que tienen y la sonrisa; hay pocas cosas como el brillo en los ojos de un niño cuando aprende algo nuevo”, expresa Daniel.

Sonrisas como esas le brotaron a Susana Roldán cuando llegó hace seis años a la Universidad y pudo encontrar la respuesta a por qué hay olas en el mar, que fue uno de los interrogantes que ese año se hicieron en la primera etapa del programa, que se llama
Encuentros con la Pregunta.

Jugando con barquitos de papel y agua, Susana salió de esa duda de una manera muy divertida y por eso, dice, no ha faltado ni un año a la convocatoria y siempre está pendiente de cuando abren las inscripciones. Pero a ella no solo la anima el juego de
aprender, a Susana, de 13 años, la motiva también poder encontrarse con una diversidad de integrantes que piensan diferente a ella y le comparten ideas. 

Esa diversidad puede ser mayor porque la directora Ana Cristina Abad cuenta que, ahora cuando celebran la primera década de vida, uno de los retos es ampliar la cobertura con proyectos externos para que más niños y jóvenes tengan la posibilidad de
aprender jugando y se enamoren de la investigación y la ciencia.

Pensando en esa meta, también es posible que se ofrezcan talleres de formación en la metodología para que se pueda difundir y aplicar en instituciones similares, donde maestros y facilitadores tengan las herramientas para lograr que aprender sea
un juego de niños.

2.237 niños y jóvenes se han beneficiado​

La Universidad de los Niños está conformada por tres etapas. La inicial se llama Encuentros con la pregunta y es para niños entre 8 y 12 años. En este espacio los que proponen las inquietudes son los mismos niños y las responden acompañados de investigadores.

Al finalizar esa etapa, al año siguiente, pasan a Expediciones al conocimiento, donde se proponen una serie de interrogantes y los integrantes pueden elegir entre varias líneas del conocimiento.

​La tercera etapa es Proyectos de ciencia, donde se conforman semilleros de investigación. Aquí los niños eligen y proponen un tema de investigación que desarrollan durante todo el año para luego socializar los resultados y llevarlos a ferias de ciencia. 


Última modificación: 06/03/2017 14:45