Juan David Correa L.
Colaborador
El hecho de que en la ciudad la tasa de asesinatos disminuyera considerablemente entre 2002 y 2015, al pasar de 150 homicidios por cada cien mil habitantes a una cifra estimada en menos de 20, llevó al Centro de Análisis Político (CAP) de la Universidad EAFIT y la Open Society Foundations a indagar el porqué de esta caída en las cifras de asesinatos en un contexto urbano complejo como Medellín.
Adolfo Eslava Gómez, profesor del Departamento de Gobierno y Ciencias Políticas de EAFIT, explica que dicho estudio académico partió de la pregunta “¿por qué nos matamos en Medellín?”, con la cual se formuló el trabajo de campo que luego develó el papel fundamental de las comunidades en la reducción de asesinatos.
En las zonas donde el homicidio se ha concentrado, los investigadores encontraron una tendencia de la comunidad hacia procesos sociales de resistencia a través del arte, la cultura y las organizaciones sociales, afirma Eslava.
Microfocalizar el fenómeno
El Estudio sobre la heterogeneidad del homicidio en contextos urbanos complejos. El caso de Medellín, Colombia 2003-2013 partió del análisis cuantitativo del periodo investigado en el que se presentaron 14.629 asesinatos.
Los datos fueron aportados por el Sistema de Información para la Seguridad y la Convivencia (SISC) de la Alcaldía. También por otras fuentes como: estudios previos del CAP, Corpovisionarios y el programa Medellín Cómo Vamos.
Con base en esta información, los investigadores identificaron 11 nodos de violencia o polígonos que no se establecieron bajo el amplio parámetro de comuna o barrio tradicional ni bajo el reducido segmento de vía, señala el profesor Eslava, quien es miembro del CAP (ver recuadro: ‘Nodos de violencia identificados’).
En estos 11 polígonos se concentraron 4.743 homicidios de los 14.629 que se presentaron en el periodo estudiado. Las zonas identificadas se ubican en 14 de las 16 comunas de Medellín, con excepción de El Poblado y Laureles. Además, agrupan 53 de los 249 barrios de la ciudad.
Mientras en 2002 hubo 150 homicidios por cada 100 mil habitantes en Medellín, en 2015 se estima que la cifra se redujo en menos de 20.
La identicación de estos 11 nodos de violencia homicida permitió demostrar que hoy la forma de enfrentar a los actores ilegales en los territorios debe estar enfocada en las comunidades, si se tiene en cuenta que “las fuentes de inseguridad en Medellín ya no son las grandes organizaciones criminales”, explica Jorge Giraldo Ramírez, decano de la Escuela de Humanidades de EAFIT, director del estudio.
De esta manera, la investigación señaló que los referentes sociales de grandes ‘capos’ ya no tienen el peso ni la referencia suficiente. Hoy, los referentes son bandas criminales dedicadas al microtráfico (venta de droga al menudeo o en pequeñas cantidades), a la extorsión y al sicariato. Actividades que requieren control territorial a través de la intimidación o la imposición de reglas informales.
Nodos de violencia identificados
Los 11 polígonos identificados representan el 3 por ciento del total del área del municipio y el 11 por ciento del área urbana. Dichos sectores fueron agrupados en cuatro categorías definidas en el estudio según el tipo de formación urbana de los barrios.
Asentamientos legales:
Barrios donde las viviendas fueron construidas de manera planificada. Sitios donde existen propietarios legales con títulos sobre el territorio. Polí- gonos 1 (Belén y corregimiento Altavista), 9 (Aranjuez) y 11 (Doce de Octubre y Castilla).
Polígonos ubicados en zonas de invasión:
Donde no hay títulos de propiedad o esta es informal. Barrios construidos de manera gradual e informal donde confluyen iniciativas de grupos de ciudadanos por encontrar un lugar donde urbanizar e iniciativas desde la criminalidad en el loteo de terrenos sin urbanizar. Polígonos 3 (Buenos Aires y el corregimiento Santa Elena), 7 (Manrique), 8 (Popular) y 10 (Santa Cruz).
Mixto:
Barrios que abarcan las características de los anteriores polígonos, pues son una mezcla de asentamientos formales planificados, invasiones y loteo pirata. Polígonos 4 (San Javier-La América) y 6 (San Javier-Comuna 13).
Centro de la ciudad:
El polígono 5 es un espacio de tránsito y concentración de actividades económicas legales e ilegales con una disputa de bandas criminales por el control territorial.
Reglas simultáneas
El estudio incluyó, además, un acercamiento experimental a los territorios identificados. A través de juegos económicos y encuestas se caracterizaron los rasgos de las relaciones sociales que se dan en las comunidades para ayudar a responder la pregunta:“¿por qué nos matamos en Medellín?”.
Para esto hablaron con los jóvenes vinculados a la violencia y encontraron en esas poblaciones una combinación de reglas, entendidas como esas relaciones de las comunidades desde lo formal, informal e ilegal, puntualiza el docente Eslava Gómez.
Por ejemplo, para dirimir un conflicto algunas personas en esos polígonos acuden a una banda armada ilegal, con presencia en el territorio y que asume funciones de control social. Es decir, hay una relación entre lo que una banda criminal ejerce en el territorio a través de justicia local (imposición de castigos, destierros y hasta amenazas a personas); violencia homicida (asesinatos selectivos) y economías criminales (venta de droga, extorsiones al comercio y al transporte). Sin embargo, esta justicia ilegal no riñe con el hecho de que las comunidades también acuden al Estado para denunciar hechos de violencia en sus territorios.
“Lo más importante fue darnos cuenta de que cuando la violencia ha golpeado a una persona de esa comunidad, se supone que resiente esos elementos de confianza, reciprocidad y cooperación. Pero el estudio nos da la buena noticia de que a pesar de la adversidad, existe disposición para confiar en los demás y para emprender acciones colectivas”, expresa Adolfo Eslava.
Microfocalizar la política de seguridad ciudadana
Con base en los hallazgos del estudio, los investigadores hicieron unas propuestas para microfocalizar la política de seguridad ciudadana, es decir, para que el Gobierno pueda intervenir con presencia de autoridades y apoyo a las organizaciones sociales en cada uno de los 11 polígonos identificados.
Las propuestas, que hacen a través de refranes o comentarios populares con el fin de que los hallazgos puedan ser entendidos por toda la población, están compiladas en el libro Territorio, Crimen, Comunidad. Heterogeneidad del homicidio en Medellín, publicado en noviembre de 2015.
Se destaca la propuesta ‘Escoba nueva barre bien’, que hace referencia al premio que obtuvo Medellín en 2013 como la ciudad más innovadora del mundo, en la que plantean que “no se trata solo de aumentar el número de policías, de cámaras o de comprar drones; se trata de generar procesos creativos en uno de los campos más conservadores de la agenda pública”.
En los 11 polígonos identificados el estudioencontró que la comunidad se manifiesta contra la violencia con procesos sociales de resistencia a través del arte y de organizaciones sociales
Otra propuesta es ‘Hay que ir a la candela’ que consiste, según el estudio, en que las intervenciones dirigidas a mejorar la seguridad y la convivencia de Medellín deben incluir, como criterio de focalización, la concentración espacial del homicidio de la que informan los 11 nodos de violencia estudiados.
“Se trata de hacer unas intervenciones focalizadas en las que no hay que inventarse cosas. Poner a conversar desde la Policía, la Alcaldía, hasta el Gobierno Nacional, por ejemplo, con acciones desde el urbanismo, la cultura ciudadana y el fortalecimiento institucional, entre otras, en estos 11 polígonos”, apunta el profesor Eslava.
A propósito del cambio de administración municipal, se destaca también la propuesta ‘Hay muchos caciques y pocos indios’. Sobre esta el estudio plantea que “una prioridad del próximo alcalde de la ciudad debe ser la búsqueda de la coordinación y cooperación entre las diferentes instancias públicas en procura del bien común. La falta de coordinación entre los entes públicos genera problemas de gobernanza de la seguridad en la ciudad”.
Los resultados del estudio permiten mirar el fenómeno del homicidio no desde un barrio o comuna en particular (división administrativa), sino desde puntos identificados por la investigación. Esto contribuye a microfocalizar la intervención estatal, dando relevancia a prácticas informales comunitarias y su repercusión en la disminución de la violencia, diferenciándolas de acuerdos ilegales como el ‘pacto del fusil’, que algunos años contribuyó a explicar la regulación de la violencia en esos territorios.
“Puntualmente estamos proponiendo que en lo formal el Estado ha llegado, pero todavía falta. Y en lo informal está el criminal que pone reglas y las hace cumplir. Pero en lo que queremos enfatizar es que en esa informalidad también hay unas reglas comunitarias, un activo de autogobierno que ayuda”, concluye Adolfo Eslava.
Así lo plantean en otra propuesta del estudio: ‘No todas las leyes de la calle son malas’. Esta consiste en que “entender y aprovechar algunas reglas informales en los barrios de la ciudad, en lugar de marginalizarlas, podría contribuir a mermar la incidencia de la violencia y, además, podría posibilitar procesos de resiliencia [capacidad de sobreponerse a situaciones adversas] y construcción del orden social”.
Investigadores
Jorge Alberto Giraldo Ramírez
Filósofo e historiador, Universidad Santo Tomás de Aquino (sede Bucaramanga), y magíster en Filosofía Política y doctor en Filosofía, Universidad de Antioquia. Es el decano de la Escuela de Humanidades de la Universidad EAFIT.Adolfo Eslava Gómez
Economista, Universidad de Antioquia; especialista en Evaluación Social de Proyectos, Universidad de los Andes; magíster en Ciencias Económicas, Universidad Nacional de Colombia (sede Bogotá), y candidato a doctor en Estudios Políticos de la Universidad Externado de Colombia. Es profesor del Departamento de Gobierno y Ciencias Políticas de la Universidad EAFIT.